Carter, la llama de una tradición
Pocos aficionados parecieron advertir la visita de Carlene Carter, como sucedió con Alex Chilton. Es una rockera absolutamente estadounidense, cuyo apego al estilo country le viene por herencia directa de la familia de cantantes Carter (su abuela Maybelle, Sara y Alvin). Acompañada de una banda de guitarras veteranas de rock, esta cantante, que desde la primera nota probó que tiene voz nacida y educada, ofreció un repertorio muy animado de 17 temas.Treintañera y minifaldera en negro, con calcetines de colegiala, locuaz y sonriente, es una típica performer que necesita expresar, recitar, actuar con sus registros vocales cuantos hechos o historias narra en sus canciones: "Yo me limito a componer", ha declarado, "sin importarme si va a ser una canción country o rock. Simplemente escribo cosas que me apetece cantar. De country, porque se asemeja mucho a la vida cotidiana de la gente, es decir, las cosas que le pasa: que bebe cerveza, que trabaja en una fábrica. Es como el auténtico sonido del hombre trabajador. Y luego de rock, que es el elemento joven e inquieto, imprescindible para mis temas. En fin, no es nada serio, es un rock and roll con toques country".
Carlene Carter y Banda
Carlene Carter (voz, guitarras eléctricas y acústicas), Brinsley Schwarz (guitarra y coros), Martin Belmont (guitarra y coros), James Eller (bajo) y Preston Hayman (batería). Sala Universal. Madrid, 18 de julio.
Carlene Carter pertenece a la hornada de vocalístas-músicas que en los años setenta abrazaron el rock como desahogo contemporáneo y en los ochenta reafirman su línea con un reencuentro sincero con las raíces acústicas y un deseo también muy vivo y desinteresado de mostrar al mundo que el rock and roll no muere si el músico no quiere.
Ella mantiene viva la llama norteamericana del country que siempre mamá y se contagia una y otra vez del mejor rock and roll de guitarras eléctricas, que por fortuna aprende y comprende, desde que grabó su primer disco, de británicos tan legendarios como Nick Lowe -su marido hasta hace poco-, Brinsley Schwarz y Martin Belmont. Estos dos últimos son maestros malditos, adictos sin remedio a la guitarra eléctrica. En concierto, ambos, Schwarz y Belmont, dejan que su imaginación discurra, que juguetee entre ritmos y punteos con la seguridad y la comodidad de un músico que ya puede permitirse proceder con espontaneidad, porque la técnica ya no es obstáculo, sino reválida superada. Además se respaldan con una base rítmica -batería y bajo- infalible.
Sonaron canciones muy nuevas que Carter grabará próximamente; y no faltaron Meant it for a minute, juego de palabras para una composición magnífica de su último disco editado o el clásico generacional Carter titulado Foggy mountain top. Tampoco faltó el admirador que se empeñó en entregar a la dama del escenario tarjetas blancas cuyos mensajes la hacían sonreír con amabilidad inequívocamente americana. ¡Cómo canta esta chica! ¡Y cómo suena su banda! ¡Y qué canciones! Nada serio, sólo rock and roll.
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