El las cimas del genio
Una de las pocas cosas de su trayectoria artística que parecen disgustarle a Pat Metheny es el excesivo número de discos que ha puesto en circulación hasta el presente. Trece, dos de ellos dobles, en apenas 10 años. Un nivel de productividad que, sin llegar a ser estajanovista, abruma lo suyo, más teniendo en cuenta que rara vez ha versionado temas ajenos, que sobre vinilo no se ha sumergido todavía en las para todo genio gratificadores aguas del estándar. A decir verdad, tal desazón no creo que la compartan sus seguidores, menos tras disfrutar de un concierto corno el que ofreció su trío en Vitoria. Más bien me inclino a pensar que desearía tener prensada en disco una sesión que les puso a mil, que les dejó pero que muy felices y satisfechos.Pat Metheny no va a tener la menor dificultad en pasar a la historia del jazz ocupando un lugar entre la crema. No se olvide que la guitarra. eléctrica, un instrumento tan sustancial para la música de nuestro siglo, tampoco puede presentar demasiados portentos ni revolucionarios en su nómina jazzítica. Metheny se ha colado ya en el agitado olimpo de los grandes músicos contemporáneos por vanas de sus puertas, y tanto pueden dedicársele tres páginas en una publicación pop-rock hispana como RDL, ser centro de interés de un reportero de P1ayboy o pasmar con su directo a la escasa vieja guardia jazzística que se digna prestarle por aquí su interés.
Pat Metheny Trio
Pat Metheny, guitarra; Charlie Haden, contrabajo; Billy Higgins, batería. Polideportivo de Mendizorroza, Vitoria, 16 de julio.
A esa última tal vez ayudara a convencerla el. formato con que se presentó Pat, en trío con sus viejos compañeros de Rejoicing (1984), el siempre sonriente Billy Higgins y el melancólico Charlie Haden, tan diversos en humor como similares en sabiduría.
No hay un Pat Metheny barato, comercial, y otro serio. Hay siempre un solo y magistral Pat Metheny, el que puede marcarse un All the things you are que haría babear a Hall o Pass o bien recrear con preciosismo la obra de Ornette Coleman acompañado por quienes la gestaron junto al esencial saxofonista a finales de los cincuenta. Su última media hora de concierto, en la que cayeron Ihe calling, Lonely woman, Broadway blues y Canteloupe islands con abundancia de aparato sinclavierizado, de apoteosis, como zamparse a Eno, Wagner y Coleman de un solo trago.
Con épica o con lírica, con la Gibson o el Synclavier, con jersei de gruesas rayas horizontales o sin él, pensando en bebop o en harmolódico, con Lyle Mays a su lado o flanqueado por un inconmesurable Higgins y un Haden puesto en labor, Metheny se muestra muy grande, sobrado de potencia. Probablemente, y a pesar de lo mucho y prometedor que todavía queda, la cota de genio no se superará en la presente edición del festival de Vitoria.
Babelia
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