Un centenar de escultores de vanguardia del siglo XX, en una gran exposición en París del Centro Pompidou
Una importante exposición sobre la escultura del siglo XX permanece abierta hasta el 13 de octubre en el Centro Georges Pompidou de París. Con el título preciso de ¿Qué es la escultura moderna?, la comisaria de la muestra, Margit Rowell bien conocida en nuestro país, no sólo por su reciente nombramiento como directora de exposiciones de la Fundación Miró, sino por sus anteriores actividades como conservadora del Guggenheim, de Nueva York, donde montó varias exposiciones relacionadas con artistas españoles, ha reunido 263 piezas, pertenecientes a casi un centenar de los más significativos artistas de vanguardia del siglo XX.
Desde el francés Paul Gauguin que nació en 1848 y cuyas impresionantes piezas son las únicas que se sitúan al borde de fines del pasado siglo, hasta el italiano Gilberto Zorio, que lo hizo en 1944, esta ambiciosa muestra trata de recoger las orientaciones esenciales del desarrollo de la escultura contemporánea, quizá la especialidad artística más compleja y polémica de la vanguardia.El título mismo de la convocatoria así parece reconocerlo con ese interrogante, que anuncia tanto la voluntad de indagación como el afán de pedagogía. Desde luego, respecto a los patrones de definición tradicionales, los deslizamientos que ha experimentado la escultura de vanguardia parecen comparativamente más radicales y conflictivos que los también muy profundos del resto de las otras artes. En éste sentido, entre las muchas y comprometidas decisiones que tiene que tomar siempre quien pretende sintetizar a través de unos cuantos ejemplos el desarrollo artístico de una época, se añaden en el caso que nos ocupa las de discriminar qué se entiende o no por escultura cuando, como es sabido, ésta ha llegado en ocasiones a desmaterializarse por completo en favor de otros soportes atípicos.
El planteamiento adoptado por Margit Rowell, entre cuyos mejores aciertos como diseñadora de exposiciones se encuentran precisamente muestras de escultura -recuérdense al respecto la espléndida de Planar Dimension o la monográfica sobre Julio González-, debe calificarse como un planteamiento sensato. Digo sensato mejor que conservador porque este calificativo podría dar pie a injustos malentendidos. De haberlo empleado, lo habría hecho para remarcar, no obstante, el espíritu de reflexión consolidadora, de ordenación académica inteligente, con que ha tratado de responder del Rowell a la comprometida pregunta que ella misma se ha hecho al configurar la exposición.
De todas formas, a la espera de poder hacer un balance más amplio y profundo, adelantaré que la muestra me parece sólida y contundente en el territorio de la vanguardia histórica, que es revisada mediante una hábil combinación de análisis historicistas y estructurales. En lo que se refiere a la vanguardia de los últimos 40 años, lógicamente el esquema elegido es más suceptible de discusiones y matices, aunque los puntos más oscuros y polémicos nunca suponen, a mi modo de ver, una descalificación del proyecto, que ha sido llevado a cabo con una gran dignidad crítica.
Babelia
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