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La deuda de América Latina con España oscila entre 1,5 y 1,6 billones de pesetas

Joaquín Estefanía

ENVIADO ESPECIAL, La deuda global que América Latina tiene con España (deuda financiera, deuda comercial asegurada y deuda comercial sin asegurar) oscila entre los 11.000 y 12.000 millones de dólares (entre 1,5 y 1,6 billones, de pesetas), según informó Apolonio Ruiz Ligero, director comercial de Política Comercial, en el seminario sobre Ajuste económico 'versus desarrollo: el caso de Iberoamérica, que se está celebrando en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, con la colaboración del Instituto de Cooperación Iberoamericana.

Ruiz Ligero desmitificó, sin ningún romanticismo, las relaciones comerciales entre España y el continente sudamericano ya que los intercambios no se corresponden en su escasa magnitud con las afirmaciones sobre las relaciones privilegiadas entre ambas partes (las exportaciones españoles no llegan en ningún caso al 5% del total y las importaciones al 10%). El director general explicó el "criterio especialmente arriesgado" de España al conceder créditos a cinco países: Cuba, Nicaragua, Guatemala, República Dominicana y Perú.

En el caso de Cuba, España es el primer acreedor occidental en deuda comercial asegurada a medio y largo plazo, en un momento en el que Cuba renegociar en el Club de París; respecto a Guatemala y República Dominicana, España es el segundo acreedor. Eliminando a Suecia, Noruega y Dinamarca, que le han condonado su parte de deuda externa, tan sólo España, Francia e Italia dentro del mundo occidental, siguen prestando a Nicaragua. "El grado de riesgo de Nicaragua con España es especialmente alto y progresivamente más peligroso", afirmó Ruiz Ligero.

Pesimismo español

Las perspectivas de arreglo del endeudamiento externo latinoamericano (más de 360.000 millones de dólares) son contempladas con pesimismo por la Administración española. Para que en el futuro inmediato pudiese paliarse el problema, habrían de darse un conjunto de cesiones por todas las partes implicadas; en primer lugar se debería reactivar el Plan Baker (nombre del secretario del Tesoro norteamericano), que ha quedado obsoleto por la insuficiencia de las cifras (20.000 millones de dólares de ayudas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y otros 20.000 millones de la banca privada internacional) a aplicar después del reescalonamiento de la deuda externa.En segundo lugar se podría aceptar la imposibilidad matemática de que los países deudores devolviesen todos los pagos y que, por lo tanto, aplicasen al servicio de la deuda un porcentaje del valor de sus exportaciones (es el plan de Alan García, presidente peruano, que ha ordenado que se dedique al pago de intereses un 10% del valor de lo exportado en Perú, además de indicar que las negociaciones se harán directamente con las entidades financieras y sin la intermediación del Fondo Monetario Internacional). Por último, un acuerdo multilateral en el que se apruebe una quita o condonación parcial del pago de la deuda.

A pesar de que se llegase a un consenso con estas tres condiciones, la situación no variaría hasta la segunda mitad del año 1987, puesto que existen una serie de circunstancias exógenas al problema que sin duda influirían en él. Tal es el caso del proteccionismo comercial, que puede dar un giro tras la nueva ronda del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), que se celebrará en septiembre próximo en Punta del Este (Uruguay). Además, se tendrán que despejar todas las incógnitas sobre la estabilidad del precio del petróleo, y se tendría que conocer el grado de cristalización de las políticas de ajuste aplicadas en algunos países, como el plan austral argentino y el plan cruzado brasileño.

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