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Problemas burocráticos impiden la presencia de España en la exposición 'Futuro y futurismos', de Venecia

Juan Arias

ENVIADO ESPECIAL, Mañana, domingo, se abrirá al, público la imponente exposición sobre Futuro y futurismos, organizada por Fiat y la familia Agnelli en el fantástico y recién restaurado Palazzo Grassi, de Venecia, sobre el Canal Grande. une fue Presentada ayer a la Prensa internacional. España no está representada en esta muestra debido a "problemas burocráticos". En la presentación participaron 450 periodistas, con 10 horas para analizar 500 obras. Se trata de la exposición más importante sobre el futurismo realizada hasta hoy en Europa.

Por vez primera, en efecto, se presentan globalmente todos los aspectos del gran movimiento del futurismo, creado por el italiano Filippo Tommasso Marinetti a primeros de este siglo: pintura, escultura, literatura, música, fotografía, tipografía, cine, moda, cocinay decoración. Y también porque están representados, además de Italia, los países que más habían captado el futurismo: Francia, donde Marinetti publicó en Le Figaro su famoso Manifiesto, Alemania, Rusia,Bélgica, Escandinavia, Polonia, Checoslovaquia, el Reino Unido y Portugal. Y más allá de Europa, México, Japón y Estados Unidos. Desafortunadamente, en una exposición de esta envergadura sobre el futurismo no existe una sala española. España es la gran ausente en esta colosal operación artística que ya antes de abrirse al público está interesando febrilmente a la opinión pública mundial. Y España no está presente en el Palazzo Grassini en el imponente catálogo dedicado a la exposición, y no porque los organizadores, entre ellos el genio de Pontus Hulten, no lo hayan deseado ni pedido, ni viajado a nuestro país para concretarlo. España está ausente, como han explicado a EL PAÍS los organizadores, a causa de un "increíble e inconcebible problema burocrático".Al parecer -aseguran los organizadores- la nueva Ley del Patrimonio Histórico Español impide en su articulado que se pueda sacar de España ninguna obra de arte si no se solicita por lo menos con un año de antelación. Según dicha ley, las obras de arte sobre el futurismo que ya habían sido escogidas para esta exposición podrán llegar a Venecia sólo dentro de unos meses. Pero entonces, han explicado ayer los organizadores, con mucha probabilidad se quedarán "sin desembalar", pues difícilmente podrán encontrar ya un lugar adecuado en la exposición. Sólo han llegado, al parecer -aunque ayer no estaban aún expuestas- las obras de la sección de literatura española sobre el futurismo. Y para colmo de desgracias, las cuatro únicas piezas de Picasso presentes en esta exposición, las esculturas Fernand y El vaso de Asencio y la pintura El hombre con el violín no figuran en la sala donde está escrito: "España, Portugal y México" y donde no hay ninguna obra española, sino en la sala francesa.

Interrogados los organizadores sobre este particular, que ha irritado a todos los españoles presentes, la respuesta ha sido que artísticamente Picasso es francés, y no español, y que dichas obras las realizó en Francia y no en España.

La exposición llena todo el Palazzo Grassi, que tras su restauración merecería ya una visita aparte. La exposición presenta tres claves de lectura: Hacia el futurismo, a la búsqueda de las raíces de dicho movimiento; El futurismo, sus tiempos heroicos, del 1909 al 1918 (es aquí donde ayer los críticos se detenían con mayor fruición para contemplar las obras clásicas de Balla, Depero, Boccioni, Sant'Elia, Severini, Carra, Russolo y Pratella), y Los futurismos, con las salas dedicadas a los países contagiados por el futurismo italiano.

Velocidad

En la gran entrada de la exposición, como un billete de visita o una introducción plástica a todo el gran movimiento del futurismo que había lanzado al mundo, el culto de la velocidad, Pontus Hulte ha querido presentar dos aviones de la I Guerra Mundial: un Bleriot, IX y un Spad VII, un automóvil Fiat-1 de 1908, con el que se había hecho fotografiar Marinetti, y un Bugatti 13 del 1910, junto con una bicicleta militar de 1909, de la compañía ciclista a la que se habían afiliado Boccioni y Sant'Elia.Habría que preguntarse por qué Fiat ha querido presentar y relanzar el futurismo al mundo desde esta ciudad de Venecia que había sido para los futuristas como el símbolo de la estaticidad que era necesario destruir; la ciudad en realidad más odiada por el futurismo. Comentándolo con un crítico sueco, éste afirmó ayer que también los futuristas habían pretendido desterrar de la cocina italiana, como símbolo de viejo e incompatible con la nueva cocina futurista, los famosos y nacionales espaguetis, cosa que evidentemente nunca lograron conseguir.

Lo mismo ocurrió con Venecia, que ha resistido inmóvil en su belleza exterior pero dinámica en su alma a pesar de la arremetida futurista. Tan dinámica que hoy puede permitirse el lujo y la ironía de dar hospitalidad en un palacio recién restaurado y guardando su sabor antiguo a la exposición más monumental del iconoclasta movimiento futurista, que tenía el culto por lo nuevo y por lo que se mueve. Podría ser la mejor demostración de que ni siquiera los mayores movimientos revolucionarios son siempre categorías absolutas .

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