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Tribuna:EN LA FRONTERA DEL ACTO Y LA PALABRA
Tribuna
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Pensamiento y análisis político

Contra lo que suele creerse, la preocupación de Chomsky por la justicia social es anterior a sus deslumbrantes investigaciones científicas. Y no es que los descubrimientos se hubiesen hecho esperar. La nueva idea revolucionaria irrumpió en su mente con toda su promesa a la edad en que muchos seres humanos; siguen teniendo que hacer el servicio militar.Su primer artículo político, que apareció en el periódico de su colegio, fue escrito corno reacción inmediata a la caída de Barcelona, en marzo de 1939. Aquel superdotado niño de 10 años veía ya algunos aspectos fundamentales del mundo social con una claridad que no tenían, y todavía no tienen; muchos adultos. Más de una vez le he oído decir que a los 11 años sus ideas y convicciones sociales y políticas eran esencialmente idénticas a las de hoy, convicciones que ha sostenido imperturbablemente desde hace casi medio siglo contra viento y marea, y poniéndolo a veces todo en el tablero.

Como tantas otras víctimas del capitalismo de entreguerras, toda su familia había sufrido, y seguía sufriendo por aquellas fechas, los efectos de la llamada gran depresión. Muchos de sus parientes habían sido puestos en la calle, y sólo sus padres tenían empleos regulares, por lo que su hogar servía a menudo de refugio ocasional a los familiares menos afortunados.

Esta trágica experiencia deparó al despierto preadolescente la oportunidad de hacer observaciones inestimables sobre la naturaleza de la sociedad capitalista.

Una observación relativamente obvia era que el new deal de Roosevelt había fracasado rotundamente en su intento de superar la depresión utilizando mecanismos puramente económicos, aun después de haber adoptado rasgos del Estado corporativo fascista (sobre estos rasgos escribiría el profesor conservador Robert Brady un libro, publicado en 1943, que Chomsky leyó en su día con no poca atención). Sólo la II Guerra Mundial, continuada luego, a efectos económicos, por los medios del keynesianismo militar que la paranoia de la guerra fría hace posible, logró sacar del marasmo el sistema económico global.

Otra observación que no podía menos de impresionar a un niño atento y reflexivo era la facilidad con que los sistemas totalitarios lograban inculcar de la noche a la mañana, en muchas personas que por lo menos en apariencia parecían perfectamente razonables, creencias sin el menor fundamento y en desacuerdo absoluto con los hechos. Al problema que esto plantea le llama Chomsky ahora "el problema de Orwell", tema principal de sus escritos políticos.

Una inolvidable epifanía a este respecto, que parece seguir tan viva en su memoria como el primer día, fue la secuencia de reacciones de una de sus primas (un poco mayor que él, pero todavía adolescente), que pasaba unos días en su casa, ante el pacto entre Hitler y Stalin. Cuando la noticia fue difundida, su prima se negó de plano a creer lo que para ella era algo inconcebible, una monstruosidad, posiblemente un infundio puesto en circulación por los lacayos del capitalismo; cuando, poco después, leyó la noticia en la Prensa del partido, convenientemente glosada y acompañada de las justificaciones aderezadas por los apologistas del estalinismo, todo le pareció de perlas, y pasó súbitamente a defender el nuevo dogma con el mismo ciego celo con que poco antes lo había negado.

Cabría decir que no sólo es la preocupación social de Chomsky anterior a su obra científica, sino que, de cierto modo, es una motívación consciente de los descubrimientos chomskianos. Tres lustros después, al entrar más directamente en contacto con las corrientes científicas que entonces pasaban por más sofisticadas en Boston y sus alrededores, inevitablemente asociadas con el moldeamiento y la manipulación (el "más allá de la libertad y la dignidad" de B. F. Skinner), y por ello totalmente incompatibles con sus convicciones, sintió en lo más hondo el impulso de demostrar que no tenían el menor fundamento científico. Las consecuencias políticas de tales corrientes le parecían y le siguen pareciendo potencialmente muy peligrosas por su elitismo.

Especialmente representativas eran las ideas presentadas por Skinner en sus conferencias de 1949 sóbre "el comportamiento verbal" (que es como los behavioristas se refieren al uso ordinario del lenguaje), a las que Chisimsky tuvo acceso poco después. Su reseña del libro de Skinner, escrita en 1957, a raíz de su aparición (cuando Chomsky apenas había cumplido sus 28 años), fue, como se sabe, el principio del fin del behaviorismo como empresa científica seria, y, con el respaldo de la ya por entonces copiosa obra chomskiana, contribuyó de manera definitiva a dar vía libre de nuevo a un cartesianismo a la altura de los tiempos que casa bien con el igualitarismo del socialismo libertario (y en particular con el socialismo libertario específicamente anarquista, como había entrevisto ya el precoz onceañero de 1940).

Un autor de cuyo nombre ni quiero acordarme en esta ocasión señala en su historia de la ciencia que la Hélade, con todo su esplendor intelectual, estaba muy lejos de alcanzar el esplendor moral documentado por vez primera en la tradición profética hebraica, el más antiguo vestigio del sentido de solidaridad y del insobornable írnperativo de justicia social que lleva a la denodada lucha contra el opresivo poder de los privilegiados. A mi modo de ver, la manera mas concisa de dar una idea sinóptica de lo que Chomsky representa en la historia de la civilización es decir que en él se aúnan y culminan tanto la tradición teorética de la investigación psicológica / biológica de lo que él llama el "problema de Platón" como la tradición profética del cambio cultural y social revolucionario que el "problema de Orwell" tanto dificulta.

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