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Pinochet endurece su régimen, frente a la presión de EE UU y la oposición interna

El régimen militar chileno pasa por horas difíciles. Calificado de "dictadura" por el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, sometido a la presión estadounidense para dar pasos hacia la democracia, y frente a una ola de movilizaciones internas y creciente violencia, ha tomado un camino de mayor endurecimiento.

El viernes pasado, el Gobierno prohibió a través de un bando militar las reuniones "político-partidistas" y estableció que para las de otro tipo se debe pedir permiso con 10 días de anticipación ante la autoridad militar.

Aunque el ministro del Interior, Ricardo García, dijo que el bando sólo "precisa" medidas anteriores, según la oposición trata de detener la agitación callejera. La Democracia Cristiana expresó en una declaración su temor de que la restricción "sea preparatoria de acciones aún más graves" y advirtió que "la acción represiva no podrá contener la voluntad de los chilenos de luchar por su libertad". Fanny Pollarolo, portavoz del Partido Comunista de Chile, dijo que "la dictadura quiere inútilmente detener el avance popular".

Las numerosas movilizaciones de las últimas semanas, con más de 500 detenidos y decenas de heridos, impulsadas por el izquierdista Movimiento Democrático Popular (MDP), han inquietado al régimen, que se muestra ante sus escasos partidarios incapaz de mantener el orden.

Ante las dificultades de los partidos políticos para actuar unitariamente, los afectados por la crisis económica han tomado un papel más importante. La Federación de Colegios Profesionales convocó, para la tercera semana de abril a una Asamblea Nacional de la Civilidad, en que sectores medios, trabajadores y estudiantes, plantearán un Pliego de exigencias perentorias al régimen.

El Acuerdo Nacional

Mientras la oposición debate estos planes, el Acuerdo Nacional, suscrito por 11 partidos de la oposición de derechas, centro e izquierdas en agosto del año pasado, permanece virtualmente paralizado desde el rechazo de Pinochet, a finales del año pasado. Sólo ha tenido una reunión en este año y persiste la negativa de la derecha para presionar a Pinochet con la movilización. Dentro de la Alianza Democrática, de signo centro izquierda, las fricciones se deben a que democristianos y socialistas no se ponen de acuerdo sobre si actuar o no en conjunto con el MDP. En este cuadro, como los partidos no desean terminar ni con el Acuerdo Nacional ni con la Alianza, dan Iibertad de acción a sus dirigentes sociales para encontrar consensos que permitan conducir el descontento.La estrategia opositora inquieta a Pinochet, que sufre ahora el mayor aislamiento en sus casi 13 años de gobierno: además del rechazo de los países del Este y de Europa occidental, Estados Unidos y las nuevas democracias latinoamericanas lo hostigan. Más que a la soledad, el régimen teme a una presión económica que detenga el ingreso de créditos externos, como ya ocurre con la inversión extranjera, que rehúye sistemáticamente a Chile.

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