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Francia decide retirar de Líbano su destacamento de 45 observadores

Soledad Gallego-Díaz

El nuevo Gobierno francés ha decidido poner fin a su presencia militar en Líbano y retirar el pequeño destacamento de observadores encargado, teóricamente, de denunciar las violaciones del alto el fuego en Beirut. Los 45 cascos blancos serán repatriados en un plazo máximo de tres días, según fuentes del Ministerio de Defensa, que han indicado que un barco de la Marina nacional, el Ouragan, se dirige ya hacia Líbano para recoger sus equipos y material. La decisión no ha sorprendido en París, donde se espera que este gesto, reclamado por Siria, aumente las posibilidades de liberar a los franceses secuestrados en Beirut.

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El comunicado oficial hecho público ayer por el Ministerio de Asuntos Exteriores señala que la decisión ha sido adoptada "de acuerdo con las autoridades del Líbano" y que, dadas las condiciones existentes en Beirut, el destacamento no estaba en condiciones de cumplir con su tarea.Los cascos blancos fueron enviados en marzo de 1984 para vigilar la línea verde de separación entre Beirut este (cristiano) y Beirut oeste (musulmán), pero desde el primer momento se comprobó que su misión era prácticamente inútil y el coste muy alto: siete muertos, el último de ellos un capitán que fue abatido, el pasado 12 de marzo, por un francotirador. Las autoridades francesas redujeron progresivamente el número de observadores, que pasó de 80 a sólo 45, pero no los retiró completamente ante las presiones de la comunidad cristiana libanesa, que tiene lazos culturales con París y que reprochaba al Gobierno de Laurent Fabius que no quisiera mantener su presencia en un país francófono.

La crisis de los rehenes que estalló el pasado mes de febrero -y que provocó la muerte, todavía no confirmada, de uno de los cautivos franceses, el sociólogo Michel Seurat-, y el secuestro de los cuatro miembros de un equipo de la televisión, llevó al entonces al primer ministro a plantear la repatriación de los cascos blancos. La inminencia de las elecciones legislativas hizo que se pospusiera la decisión para dejar las manos libres al nuevo Gobierno.

El actual primer ministro, Jacques Chirac, ha decidido actuar con rapidez y reconocer, en cierta forma, que Francia no tiene ningún papel especial que jugar en Líbano. Con la retirada de los cascos blancos, París se coloca al nivel de otras capitales europeas, que se limitan a mantener pequeños grupos de gendarmes o policías para proteger sus embajadas y que procuran moverse en el plano diplomático con total discreción.

"Siria, que nunca vio con buenos ojos la presencia de militares franceses en Líbano, acogerá este gesto con satisfacción porque se convierte en el único gendarme de Líbano", señalaban ayer fuentes oficiosas próximas al Ministerio de Asuntos Exteriores francés. "Las buenas relaciones con Damasco son un elemento clave para cualquier solución negociada del problema de los rehenes", añadieron dichas fuentes. Aproximadamente 1.500 ciudadanos franceses siguen residiendo en Líbano, en su mayoría en el sector cristiano, además de 1.400 soldados que forman parte de las fuerzas de la ONU encargadas de vigilar la frontera entre el sur del país e Israel.

La retirada de los observadores no ha planteado problemas desde el punto de vista de la política interna francesa. El presidente Francois Mitterrand, que fue consultado previamente por el primer ministro, dio gustoso su visto bueno, según fuentes próximas al Elíseo. La cohabitación marcha por el momento con buen pie en lo relativo a la política exterior de Francia.

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