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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cosas favoritas

Pharoah Sanders

Salón de actos del Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid. 20de marzo de 1986.

En octubre del pasado año se cumplió el 252 aniversario de la grabación de Mis cosas favoritas por el grupo de John Coltrane. El próximo mes de noviembre se cumplirán 30 años de la grabación de On a misty night por Coltrane y Tadd Dameron.Tanta efeméride viene a cuento porque esos dos temas compusieron la parte principal de la sesión nocturna ofrecida en el colegio San Juan Evangelista por el discípulo predilecto de Coltrane, Pharoah Sanders.

Tal vez el faraón tocó esos temas no por alguna razón especial, sino porque no se le ocurrían otros que tocar. Pero el crítico debe encontrar un argumento central para su crónica y, si no lo encuentra, inventárselo. Por otra parte, Mis cosas favoritas tiene un significado histórico tan importante para la vanguardia que siempre que se interpreta adquiere carácter de conmemoración y los músicos parece como si se transfigurasen.

Aquí, esto ocurrió sobre todo con la sección ritmica; y, como de costumbre, una vez más lo mejor del faraón fue la corte. Charles Eubanks es un buen pianista que, si acaso, falla por exceso cuando se queda solo, y es una lástima, porque si le falta técnica para ser Jarrett, le sobran ideas para ser Charles Eubanks. Reggie Johnson, contrabajo, es un acompañante seguro y hace solos con mucho sentido. Aún mejor es el batería, Everett Sangoma o Sangoma Everett, que de las dos maneras se le identificó.

Enjundia y artimañas

Pharoah Sanders alterna frases enjundiosas con artimañas de vanguardista viejo. Con las primeras logra ambientes a un tiempo relajados y emotivos, en la línea no ya del maestro Coltrane sino del archimaestro Dexter Gordon. Lo otro, las artimañas, parecen las de un boxeador sonado que trata de llegar como sea a la campana. Pero no se le puede reprochar que acuda a ellas, porque le resultan eficaces y es a lo que más responde la gente.

Así pues, Sanders se olvidó de, la inspiración mediado el segundo tema y se, dedicó a gritar, ulular, dar palmas y hacer ruiditos con las llaves del saxo, truco éste que ya le habíamos visto. En el pecado llevó la penitencia, porque no quería dar propina y tuvo que darla, a la vista del éxito.

A Sanders se le olvidó el saxo entre bastidores, así que puso a los acompañantes a tocar unos sones aflamencados, mientras él bailoteaba y paseaba por el escenario con un clavel reventón. Más que un faraón parecía una faraona. Y luego ni eso, porque ni cantó lo de Rocío Jurado ni aquello del clavelito bonito que tanta fama ha dado a nuestras cupletistas.

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