La tragedia única
Si esta mujer, Kayolco Shirasi, estuviese sola en escena durante todo el tiempo del espectáculo, sería suficiente para provocar una intensa emoción teatral humana. No es así, y hay otras bellezas, otros valores en torno a ella: la blancura impasible, silenciosa y dolorosa del Buda, el llanto del coro, la bestialidad de los señores de la guerra; la guerra misma. Crean 75, minutos de tensión trágica.No tengo la suficiente cultura japonesa como para saber si el método Suzuki es de una originalidad profunda, si traiciona o corrobora o es dependiente del arte teatral tradicional de su país, ni qué otras escuelas disputan con él, o qué polémicas produce en su ámbito.
Los puntos de referencia que se pueden aplicar a un espectáculo de esta índole son otros, y mucho más abiertos, y afectan a la universalidiad de lo humano: lo que se despirende de lo que se ve en escena está en esa línea.
'Las troyanas'
De Eurípides, versión japonesa y dirección de Tadashi Suzuki. Intérpretes: Kayoko Shirasi y la compañía Suzuki de Toga. VI Festival deTeatro. Estreno: teatro Español, 6 de marzo de 1986.
Las troyanas es una obra, quizá un fragmento, de la Grecia inteligente de hace casi 2.500 años; ha ido transmigrando por el tiempo y el espacio, ha ido a revestirse de un orientalisino que tiene tradiciones tan o más antiguas -Buda sería contemporáneo de Eurípides-; se ha nutrido con el infinito, desastre de un país vencido por las primeras bombas atómicas de la humanidad y se representa en Madrid en una circunstancia tensa, cuando se discute de otra manera la cuestión de las armas y los hombres.
Y en todo ello, el ulular de una mujer vulnerada por la violencia sigue teniendo el mismo valor máximo.
La tragedia cambia de rasgos; los peplos mediterráneos pueden ser seda asiática, el sable curvo será el resplandor atómico, y todo es igual y una sola cosa: una mujer que llora, un pueblo arrasado, un gran dolor del ser humano. Y un Buda blanco e impasible.
La contracción dramática que hace Tadashi Suzuki consiste esencialmente en reunir en un solo personaje a una mujer japonesa de la posguerra, a Hécuba y a Casandra; en otro, a Andrómaca y a unajoven actual. Hay un coro sucinto, a veces de una unanimidad perfecta y otras rompiendo la uniformidad; la guerra son tres personajes intemporales, y los dioses son un friso.
Todo lo que podríamos llamar escenográfico está en los seres humanos, y no tanto en su disfraz como en su capacidad de expresión corporal. La belleza trágica en el escenario es continua.
Y reposa, sobre todo, en ese personaje único, en Hécuba-Casandra. Kayoko Shirasi es una de las grandes actrices de Japón, nos dicen: es una de las grandes del mundo.
En el juego de la voz, en los tránsitos de la cólera a la terriura, en la grandeza máxima y en la pobreza de la muerte, es un auténtico prodigio. Puede haber divismo en su interpretación; pero el divísmo, así, es una muestra elevada del arte. La no comprensión de su idioma -aunque sí la de sus personajes- nos hace sentir sobre todo su musicalidad, su capacidad de comunicación y expresión por el sonido y por el gesto -más minucioso que exagerado, más íntimo que grandilocuente-, ya que no podemos hacerlo por la carga emotiva del discurso. Ennoblece la profesión del intérprete.
Así lo comprendió el público -sigue siendo poco numeroso en este VI festival, pese a la calidad única de los espectáculos-, que le dedicó sus mejores ovaciones. Todos sus compañeros de escena son dignos de ella, y el espectáculo salta por encima de todas las fronteras del tiempo y del idioma y llega directamente con su mensaje de horror y compasión.