_
_
_
_
Tribuna:ANTE LA NUEVA LEY DE PROPIEDAD INTELECTUAL
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los 'derechos ' de los escritores

Los escritores españoles viven, según el autor de este artículo, en una indefensión que es similar a la que padecen otros artistas. La diferencia está en que los escritores parecen contar con menos oportunidades para explicar hasta qué punto es injusto el tratamiento que reciben por parte del poder, que se da cuenta de la precariedad de su existencia cuando llega la hora de decirles el último adiós.

El escritor suele gustar de la soledad. Su mundo es interior. Rompe su silencio al exteriorizarlo en la literatura. Días pasados, los actores, más dados a sacar sus problemas a la plaza pública, han planteado su contencioso con la Seguridad Social en la calle. Y sin embargo, desde hace dos años, el escritor viene sufriendo a veces con violencia, este problema.Encuadrado desde que en 1971 se creara la Mutualidad Laboral de Escritores de Libros en un régimen especial con carácter voluntario, el escritor pagaba unas aproximadamente 5.000 pesetas por su afiliación a la misma.

Los administradores políticos del "atado y bien atado" decidieron, sin embargo, aplicar el cambio a este pequeño colectivo mediante el Real Decreto 45/46 de 1984: adscripción forzosa, no optativa, al régimen general de la Seguridad Social dentro de la categoría de trabajadores autónomos, con necesidad de poseer patente fiscal y elevando la cotización de un 3% a un 23,1%. Es decir, se consideraba al escritor no como trabajador por cuenta ajena -¿dónde queda la figura del editor?-, sino como empresario. Se inició una grotesca batalla. A quienes se negaban a pagar se les amenaza con el embargo. ¿Cuántos dramaturgos, poetas, novelistas, se han visto de pronto enfrentados a esta historia ilustrada en el siglo XIX por Gabriel y Galán? Algunos testimonios tengo de la misma. Y quienes querían darse de baja de la Seguridad Social, por no poder afrontar mensualmente su coste, topaban con un reglamento kafkiano: imposible, nadie, puede hacerlo. Me contaba un conocido poeta y ensayista cómo su batalla con el funcionario de turno al que hubo de amenazar con dar la Esta de todos los ministros, ex ministros, hombres en activo de la actual Administración que pululan o han pululado por los interiores o aledaños de la casa de los enchufes y las chimeneas, y que, publicando uno o más libros, no cotizan ni figuran en este régimen de los escritores de libros- terminó cuando estampó su firma en una declaración jurada en la que por su honor declaraba que no había publicado un solo libro en los últimos cinco años y no pensaba publicar o escribir más libros de por vida. Le dieron la baja, salió del antro y marchó a corregir pruebas de su inmediata obra, que bien podía tratar de esta nueva corte de los milagros.

Y de la seguridad social pasamos, brevemente, al anteproyecto de ley de Propiedad Intelectual, aprobado en reciente Consejo de Ministros, que se debatirá próximamente en el Parlamento, anteproyecto que no contempla ningún artículo referente a este tema de la Seguridad Social.

Poco queda en él de nuestras exigencias. En el artículo 26 se explicita: "Los derechos de explotación de la obra durarán toda la vida del autor y 60 años después de su muerte" (antes eran 80).

Referencia ética

No se contempla el pago de un ea non por los editores, o de una pro moción de esos libros que reducen su coste al no pagar derechos de autor, en beneficio de la sociedad. A su vez, el artículo 41 en vuelve en una vaga referencia ética esta utilización de los escritores post mórtem: "Las obras de dominio público podrán ser utiliza das por cualquiera, respetando siempre el derecho moral del autor". Difícilmente van a luchar los herederos de William Shakespeare o Miguel de Cervantes contra ese cualquiera a la hora de verificar el tipo de edición realizado. Lástima que quienes tanto defienden estas leyes no hagan lo mismo, por ejemplo, con aquellas que desde hace siglos siguen manteniendo en el paro y el hambre a los jornaleros de Marinaleda, por poner un caso, a mayor gloria de los hacendados que en sus palacios tanto se preocupan por conservar el arte. Siempre hay dos tipos de demagogia.

A este respecto, bueno es anunciar que el próximo congreso de escritores de Europa se celebrará en nuestro país en 1987, y que será precisamente el dominio público uno de sus puntos centrales.

A tal efecto, se ha constituido ya una comisión en Londres -yo mismo formo parte de ella- que estudiará el tema a la vista de los informes recibidos de todos los países europeos.

Contrato

En el artículo 68 de la presente ley se pretende elevar a 20 años la extinción del contrato de edición, salvo venta total de ejemplares, contrato exclusivo a tanto alzado (que puede pactarse expresamente entre autor y editor para una primera o única edición -¡cuántos poetas habrán de continuar pagando sus ediciones si quieren ver impresos sus libros!-) o terminación del plazo pactado. Y en el artículo 71, el tema del control de tirada, determinante para los escritores, se deja una vez más sujeto a la ambigüedad: "El número de ejemplares de cada edición estará sujeto a control de tirada, a través del procedimiento que reglamentariamente se establezca, oídos los sectores profesionales afectados".La anterior ley data del 10 de enero de 1879. ¿Hasta cuándo habremos de esperar a que se reconozca este derecho?

Ante esta situación, sólo nos resta pedir que al menos el ministro de Cultura o sus asesores respeten la última soledad de los escritores, que no presidan funerales, busquen viejas cenizas, se fotografien con quienes ya sienten no en vívida angustia, sino en certera realidad, la presencia de la muerte. Que tengan presentes los versos de Cernuda:

"¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos? / Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable. / Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella, / como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita / acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno / que la humanidad tuviera una sola cabeza, para así cortársela. / Tal vez exageraba: si fuese sólo una cucaracha, y aplastarla...".

Andrés Sorel escritor, es secretario general de la Asociación Colegial de Escritores.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_