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EL ASESINATO DEL PRIMER MINISTRO SUECO

Un soñador pragmático de un mundo justo y pacífico

El asesinato de Olof Palme y las circunstancias en que se produjo golpearon de una manera brutal en todos los estamentos de la sociedad sueca, donde el atentado político no entra en los esquemas de ningún partido ni agrupación política, parlamentaria o no. La dimensión de la figura de Palme en la política sueca y en el plano internacional supera ampliamente la enumeración de sus trabajos desde diferentes cargos en el Partido Socialdemócrata Obrero, en el Gobierno y en organismos internacionales.

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Olof Palme, comprometido desde muy joven con los problemas sociales de su país, se formó políticamente junto a hombres como el ex primer ministro Tage Erlander, recientemente fallecido, a quien sucedió en su cargo en 1969. Desde entonces, ya fuera desde el Gobierno o desde la oposición, la política sueca no pudo dejarle de lado como protagonista de primera línea.Con una sólida formación cultural y política, unida a una gran capacidad de análisis, Palme conjugó en su persona las dotes del soñador de un mundo de justicia y de paz con un sentido pragmático que no le hizo perder nunca de vista la realidad. Polemista agudo, empleó a veces la ironía frente a sus adversarios, pero nunca el agravio personal ni los excesos verbales.

Dos líneas maestras dan la pauta de su trayectoria. En el plano interno fue un fiel continuador de las aspiraciones de su partido de hacer de la prosperidad de Suecia un bien que alcanzara a todos los sectores de la sociedad. Sin ser de extracción proletaria, sino al contrario, optó por la causa de los más débiles, y fue consecuente hasta el fin con esta actitud. Quiso que los bienes materiales, así como la cultura y la posibilidad de un desarrollo pleno del individuo, que le capacitara para el ejercicio consciente de la democracia, fueran patrimonio de todos y no de minorías. Alguna vez confesó haber sentido que sus ideas encontraban resistencia aún en aquellos sectores a quienes quería beneficiar.

Pero las críticas más duras provinieron de los sectores conservadores, que veían en sus orientaciones de justicia social una amenaza para sus privilegios. Se le acusó de conducir a Suecia por el camino de una socialización de la economía que llevaría a un sistema de dictadura del proletariado.

La realidad se encargó de demostrar que no era así. Los períodos de mayor prosperidad del capitalismo sueco corresponden precisamente a los de los Gobiernos socialdemócratas presididos por Olof Palme. Por convencimiento y por sentido pragmático no cuestionó en ningún momento los fundamentos del sistema de libre economía, pero sí previno y luchó contra los excesos de ésta.

Una de las últimas medidas de su Gobierno en este aspecto, de hace apenas un par de días, fue la subida del impuesto a las acciones de la bolsa para financiar la recuperación de la economía de muchos miles de familias suecas que habían ido perdiendo poder adquisitivo.

El pesar colectivo

Si fecunda fue su obra en el plano interno, no lo fue menos en el campo internacional. No es una casualidad que en los lugares más apartados de los países más pobres del mundo, su trágica e injusta muerte haya suscitado un sentimiento de pesar colectivo.Las agencias de noticias informan que en aldeas de Grecia cuyos habitantes apenas si saben dónde queda Suecia, la noticia de la muerte de Palme provocó profunda consternación. Porque esos campesinos sabían que los perseguidos de su país por la dictadura militar habían encontrado en la Suecia de Palme unos brazos abiertos para recibirles. Para los países del Tercer Mundo, Palme encarnó el más alto grado de la solidaridad, y hay en ellos un enorme agradecimiento.

Esa solidaridad con los perseguidos fue una constante de la política exterior de Palme, como lo fue la lucha contra las dictadura en cualquier lugar. Así ocurrió con España, país con el que Palme, por diferentes motivos, tenía profundos lazos de amistad. La dictadura franquista tuvo en Palme un adversario que no reparó en formalidades díplomáticas para expresar tanto su protesta contra las últimas ejecuciones como su incondicional solidaridad con los que habían luchado contra aquélla.

Esta actitud de Palme, y su consecuente lucha contra el armamentismo, por la paz, por los derechos humanos y por el respeto a la soberanía de las naciones pequeñas, cimentaron su prestigio en el plano internacional. Desde Vietnam a Nicaragua hay una línea coherente en la política exterior de Palme, complementada con otro pilar, el de la defensa intransigente de la neutralidad sueca frente a los grandes bloques. Si bien en apariencia ha habido en Suecia consenso entre todos los partidos sobre la necesidad de esa neutralidad, en la práctica fue éste uno de los aspectos más cuestionados de su política exterior.

La verdad es que Palme condenó con la misma firmeza las transgresiones a los derechos humanos en cualquier lado del Este o del Oeste en que se produjeran.

No fue menos rica la personalidad de Palme como ser humano. Tras una apariencia un tanto fría, fue un hombre profundamente sensible y humano, apegado a su familia, a su mujer y sus hijos, a la hermosa y melancólica naturaleza de Estocolmo, de la que gustaba disfrutar en solitarias caminatas por sus bosques rodeados de lagos.

El pueblo sueco, extremadamente recatado en la exteriorización de sus sentimientos, llora hoy en las calles y hogares la injusta muerte de un verdadero líder.

El mismo sentimiento es transmitido desde todos los confines del mundo, donde se preguntan cómo y por qué pudo ocurrir este asesinato.

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