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Tribuna
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Una vida en busca de la 'tercera vía'

Dirigida por Palme, la socialdemocracia sueca superó la crisis económica con una baja tasa de paro, según afirma Peter Landelius, ministro de la Embajada de Suecia en España. En el plano internacional, Palme consideraba que la convivencia pasa por la existencia de Estados independientes y el respeto del Derecho internacional.

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Olof Palme fue elegido presidente del Partido Socialdemócrata Obrero de Suecia en 1969, año marcado por la guerra de Vietnam y por un largo boom económico que seguiría varios años más. Esta vez, como siempre durante su larga vida, el partido optó por un dirigente joven. Sus militantes esperaban de él un dinamismo capaz de llevar a su país a una nueva etapa de desarrollo caracterizado por crecimiento posindustrial y una participación cada vez mayor de los trabajadores en la vida económica y social del país.Así fue y, sin embargo, no fue así. El nuevo dirigente resultó dinámico, estimulante, inteligente, sencillo y modesto. Pero los tiempos resultaron distintos. En vez de una temporada de cosecha, la socialdemocracia se encontró ante una profunda, crisis ecenómica a escala mundial.

Los enemigos de Olof Palme dijeron que él llevó a su partido a unos resultados electorales cada vez más bajos, en 1970, en 1973 y en 1976, cuando llegó hasta a la pérdida del Gobierno, y le tocó gobernar a una coalición de derecha durante seis años. Sería más justo decir que él minimizó unas pérdidas que se produjeron sencillamente porque el clima socioeconómico endurecido obligaba a los socialdemócratas a reexaminar su análisis de la sociedad.

Tras haberlo pensado durante seis años, volvieron al poder con una receta sencilla: había que sanear las finanzas públicas, que en seis años habían creado una deuda internacional antes inexistente, y había que hacerlo de tal forma que no dañase más que lo necesario los intereses de los trabajadores y otras capas económicamente débiles.

Los fondos de los asalariados, que en 1969 se vislumbraron como un instrumento de poder cada vez más fuerte para los trabajadores, ya no eran más que un método pragmático para resolver el problema del ahorro y las inversiones.

A Olof Palme no le tocó la cosecha, sino una lucha defensiva, no por eso menos importante. Dirigida por él, la socialdemocracia sueca logró superar la crisis con la tasa de paro más baja de todos los países de la OCDE. La tercera vía, en una etapa tan dura de reestructuración, quiere decir adaptar la economía a las nuevas condiciones sin herir la seguridad social y la convivencia cívica que se habían construido durante 44 años de reformas paulatinas.

Desde sus años estudiantiles, Olof Palme se había interesado por el mundo fuera de su país. De joven, viajaba por Europa del Oeste y del Este; pasó un año en un college de Estados Unidos y viajó como mejor pudo por el sureste asiático. El joven que fue el secretario personal del primer ministro Tage Erlander tenía experiencia profesional del periodismo, de la política estudiantil y de la inteligencia militar, además de una gran inquietud cultural.

Durante esa época -luego, como ministro de Transportes, y más adelante, de Educación; finalmente, como primer ministro-, Olof Palme siguió siempre preocupado por el tema de las relaciones internacionales. Sus adversarios suecos, incapaces de derrotarle y obligados a reconocer su creciente prestigio internacional, comenzaron a recomendarle que se fuera del país a buscarse una carrera en la ONU. Pero, en realidad, la lucha de Olof Palme en el plano internacional siempre quedó muy relacionada con sus objetivos en la política doméstica.

La tercera vía, en términos internacionales, quería decir escapar de una contradicción maniqueísta y estéril para fortalecer la independencia nacional de los países pequeños y medianos, que somos la mayoría. Así como la justicia social en un país pasa por la existencia de elecciones libres y sindicatos libres como condición si no suficiente al menos necesaria, la justa convivencia entre los países pasa por la existencia de Estados independientes en un sentido concreto de la palabra y un respeto verdadero por un derecho internacional capaz de desarrollarse al compás del mundo.

El papel importante que Olof Palme ha jugado en escala internacional no es un extra que se haya permitido por encima desus deberes como jefe de Gobierno y de partido. Ha sido parte de la misma defensa de la independencia nacional como elemento necesario de la defensa de los derechos de las más amplias capas populares. El concepto de solidaridad juega, tanto en el plano nacional como en, el plano internacional. Ayer defendía los derechos civiles de los españoles; hoy -justo antes de morir- defendía el derecho de Nicaragua a la independencia nacional. Siempre reclamaba los mismos derechos para su propio país.

Suecia es un país pequeño. Su política independiente y la capacidad de sus dirigentes le han ganado una audiencia mundial un poco más grande de lo que puede merecer su poder en términos de cuantía. No se sabe quién mató a Olof Palme ni por qué. Sin embargo, cualquiera -sea partidario o adversario- se equivoca si cree que con la muerte de Olof Palme puede morir el anhelo que él simbolizaba por una democracia cada vez más profunda, amparada por una independencia nacional, anclada en un derecho internacional, respetuosa ante las aspiraciones a la justicia social.

¿Quién fue Olof Palme? Un hombre sencillo y un político honesto, con profundas convicciones democráticas, que consideraba normal ir al cine un fin de semana con su esposa.

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