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Una intensa tradición de dos siglos

No deja de ser curioso que un país en el que no existía el teatro hasta casi finales del siglo XVIII cuente hoy con una de las instituciones de la escena con mayor prestigio internacional. El Teatro Real Sueco cumple dentro de poco sus dos siglos de existencia, desde que fuera fundado en 1788 por el rey Gustavo III, un monarca ilustrado que revitalizó la vida cultural sueca. El Dramaten fue creado a imitación de La Comédie Française como teatro de corte.A lo largo de estos siglos, cuando el Dramaten perdía la subvención estatal que en el siglo XIX le concedió el Parlamento, sobrevivía regido por una asociación de actores, hasta que nuevamente podía seguir financiado, por subvenciones estatales, además de los fondos de la lotería nacional y apoyo de mecenas. Hoy, el Dramaten cuenta con cinco teatros, una subvención estatal de 1.000 millones de pesetas anuales, de los que se dedica un 80% a infraestructura y mantenimiento, y un 20% a producción de espectáculos.

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Ingmar Bergman, un hombre conocido mundialmente como cineasta, pasó en 1963 a ser director jefe del Teatro Real Sueco. No se suele saber que ya en 1938 Bergman realizó su primer montaje en teatro de aficionados, a los 20 años de edad. Desde entonces, Bergrnan ha realizado 61 montajes teatrales, de los cuales 26 han sido obras de Strindberg, frente a sus 17 producciones cinematográficas, entre las que se incluyen las realizadas para la televisión.

El primer contacto que tuvimos los españoles con el Dramaten fue el pasado mes de mayo cuando acudieron a España para representar dentro del Congreso Internacional de Teatro de Cataluña el montaje del Küng Lear, de Shakespeare, también dirigido por Inginar Berginan, gran amante de la obra del dramaturgo inglés.

En esta ocasión, el Dramaten acude con la versión de Ingmar Berginan de La señorita Julia, de Strindberg. Una vez más, como es habitual en él, Bergman no viaja junto con la compañía. Se ha quedado en su isla de Farö, a la que regresó tras su autoexilio en Alemania, donde vivió mientras tuvo problemas con las autoridades fiscales suecas.

Bergman, poco amante de las entrevistas y de las declaraciones a la Prensa, no ha querido dar mayores explicaciones sobre su montaje de La señorita Julia: "A mí no me gusta nada hablar de los montajes que he hecho, y menos para que los lea la gente que va a ver la función. No quiero explicar mis intenciones", ha dicho, "porque eso destruye gran parte del placer".

La enfermedad de dirigir

Coincidiendo con la visita del Dramaten a Madrid, donde se puede ver a Bergman en su faceta de hombre de teatro, ha salido a la venta un cuaderno especial editado por la revista de teatro El Público, dedicado íntegramente a la figura de Bergman como hombre de escena, Strindberg, el Teatro Real Sueco y el montaje de La señorita Julia. Un número especial en el que se profundiza sobre estos aspectos.En uno de estos artículos, Bergman habla de su relación con Strindberg, de su admiración por su anarquismo, su agresividad, su vitalidad, su buen humor en las situaciones más trágicas. "La vida de Strindberg era como una serie de representaciones teatrales en las que él era a la vez director e intérprete. Lo interpretaba todo como parte de la puesta en escena de su vida. Y, evidentemente, para una persona que desde muy joven se había visto atacada por la enfermedad de ser director de teatro, la posición de Strindberg era, por decirlo de alguna manera; más que atrayente. Yo sentí la necesidad de montar mi vida en todos los detalles".

Para Bergman lo fundamental en La señorita Julia de Strindberg es la fuerza que adquiere el personaje cuando abraza la muerte: "En ese momento ella aplasta a Juan, le obliga a ser cómplice de su muerte. Y Juan, aunque sea de la estirpe de los que sobreviven a cualquier prueba, llegue a conde o llegue a donde sea, no podrá borrar esos cinco minutos previos a la muerte de Julia. Julia es un pájaro herido que con torpes aleteos se adentra en un territorio peligroso para su vida".

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