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CENTENARIO DE UN TESTIGO

Vega Díaz, un contertulio de Solana, recuerda el imprevisible carácter de aquel solterón

Gabriela Cañas

Francisco Vega Díaz, cardiólogo y escritor, es uno de los pocos sobrevivientes de aquella famosa tertulia de Pombo de la que Ramón Gómez de la Serna y José Gutiérrez Solana eran los platos fuertes. Vega Díaz guarda con nitidez muchos recuerdos sobre el pintor, un solterón, según el cardiólogo, de pocas palabras, con reacciones imprevisibles, hosco en muchas ocasiones, con voz de tenor, que animaba con frecuencia la tertulia. Sus únicas debilidades eran los carnavales y las criadas.

Vega Díaz acudió a la tertulia de Pombo asiduamente, una vez al mes, entre 1924 y 1936, año que dio comienzo la guerra civil y terminó para siempre con la tertulia de Gómez de la Serna. Allí, en el café de Pombo, conoció el entonces estudiante de medicina al pintor. "Solana era un tipo muy extraño", dice Vega Díaz. "Mentalmente era un ligero anormal. Tenía sus antecedentes desde niño y también antecedentes familiares. Su madre estuvo loca y su hermano Luis también. Era un hombre de unas reacciones violentas, muy anormales, quizá porque desde muy niño se llevó grandes sustos. Nació en carnaval en Madrid y con ese motivo lo festejaban de una manera muy extraña en su casa, llevándole grandes mascarones a su casa. Cogió un pánico terrible a las máscaras de carnaval. Quizá por eso dedicó toda su vida a pintar máscaras y carnavales".Vega Díaz no se consideró nunca amigo del pintor. Su relación era de "la relativa amistad que da el acudir asiduamente a una misma tertulia". Una de sus más curiosas anécdotas con el pintor transcurrió, sin embargo, fuera de la tertulia. Fue un verano, en Gijón. El estudiante de medicina encontró al pintor inmovilizado en la barandilla de la playa, en compañía de su hermano Manuel, víctima de un reumatismo articular agudo. "No podía moverse, ni siquiera abrir la boca. Debido a mis recomendaciones le sacaron varios dientes, con lo cual empeoró. Se puso gravísimo. Cuando salió de aquel apuro le vi un día en la plaza de toros y me amenazó con pegarme", ríe ahora Vega Díaz. "Cuando lo volví a ver en Pombo me llamó medicucho y no sé qué más cosas, pero nos dimos un abrazo. Nos dimos un abrazo, pero le dejé sin algunos dientes".

En la tertulia de Pombo, según Vega Díaz, se hablaba de todo, "de todo lo habido y por haber, y se cortaban todos los trajes del mundo". Para el cardiólogo, no ha habido en España tertulia comparable a aquélla que contaba con la ventaja de que por ella pasaban todos los personajes importantes de paso por Madrid y con el aliciente de que también lo hacían casi todos los locos. Según el cardiólogo, Gómez de la Serna parecía "disfrutar mucho con ello".

"Solana hablaba poco porque era hombre de poco hablar", dice Vega Díaz. "Y cuando lo hacía, casi siempre decía cosas burdas, como era él. Eran cosas muy secas. Tenía la costumbre de que nunca decía yo. Nunca decía 'yo pinto tal cosa', sino 'uno pinta esto, uno sale a pasear a la calle'... Y se refería a él".

No recuerda su contertulio haberle oído hablar de otros pintores de la época, ni siquiera haberle escuchado "conceptos sobre otras personas". Sus intervenciones en la tertulia dependían de "si le cogía el momento con más o menos vino dentro, o enfadado". Solterón y tosco en sus reacciones, Vega Díaz dice que sólo recuerda dos debilidades del pintor: los carnavales y las criadas de aquel tiempo, que, "como no tenían ducha, olían mucho a sudor; yo creo que aquello le sugestionaba enormemente".

"Un día mi maestro, Jiménez Díaz, me pidió que llevara al estudio de Solana a una señora que quería comprarle un cuadro", relata Vega Díaz. "Era la hija de un presidente de una República suramericana o algo así. Solana la recibió en pijama, con la bragueta abierta. Cuando la señora le preguntó por qué pintaba esas mujeres tan desvalidas, con los pechos colgando, Solana contestó: 'Andá, porque me acuerdo de mi criada. Fulanita, ven aquí, quítate la blusa'. Tuvimos que pararle. Por cierto que aquel día vi cómo cuando daba una pincelada tenía la mirada como perdida".

Vega Díaz recuerda también aquel día en el que en la tertulia, en vez de hablar, cantó un fragmento de Tosca, porque tenla voz de barítono. O recuerda también una pelea con un poeta en la que hubo golpes y tensión y Solana se cortó la mano con el cuchillo que tenía en la mano, presa de los nervios. "Se ponía nervioso enseguida, auténticamente excitado; en esos momentos hubiera sido muy peligroso contradecirle".

Francisco Vega Díaz no aparece en el cuadro de Solana La tertulia de Pombo. "En él recogió el pintor más a sus amigos que a los habituales". En 1936 las tertulias se interrumpieron para siempre. Desde entonces el cardiólogo nunca volvió a ver a Solana. "Sin la tertulia, que era la que reunía a la gente, perdimos el contacto".

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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