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36º FESTIVAL DE BERLÍN

Una película sueca y una francesa devuelven al certamen el buen cine

ENVIADO ESPECIAL

Un melodrama, Quiéreme, del sueco Kay Pollak, y una comedia, Rouge baiser, de la francesa Vera Belmont, devolvieron ayer al festival de Berlín, después de tres insulsas jornadas, el cine auténtico, cuya ausencia comenzaba a ser alarmante. Dos jóvenes y notables actrices, Anna Linden y Charlotte Valandrey, respectivamente, llenan de autenticidad y talento interpretativo a los citados filmes, realizados por directores casi primerizos pero que no obstante se revelan como cineastas meticulosos, libres, inteligentes y con un lugar en las hoy bastante despobladas primeras filas del cine europeo.

Quiéreme es una película imperfecta, lo que encaja con el hecho de que su autor es un cineasta sin otro antecedente que un filme de aprendizaje. Pero sus imperfecciones, que proceden sobre todo del guión, se desvanecen en parte bajo la fuerza de sus aciertos.

Cuenta un asunto tópico de la tradición del melodrama. Una muchacha, es decir, el viejo cliché de la huerfanita, sobrevive como una alimaña en el submundo de las esquinas del Estocolmo canalla y va a parar a un reformatorio. Allí, la fiera es adoptada por un matrimonio burgués que vive armoniosamente con sus dos hijos en el campo, junto al mar. La presencia de esta muchacha libre y salvaje en un hogar convencional provoca un proceso de desintegración de esa familia, cuyas contradicciones estallan, de tal manera que la huerfana sedienta de cariño revela a ese núcleo humano que sus carencias afectivas son aún más profundas que las suyas.

Melodrama clásico

Todos los elementos del melodrama clásico están allí, sin adulteración alguna -aunque a veces degradados por algunos excesos dé violencia-, y el director los mantiene sujetos con pulso firme, cosa notable si se tiene en cuenta la dificultad del desafío. Y está allí, sobre todo, el centro magnético que aglutina a dichos elementos: un rostro, el de Anna Linden, una joven actriz sueca cuya fotogenia y capacidad de transfiguración calienta a la imaginación más frígida, pues hace creíble con su sola mirada cualquier exceso de un personaje que está lleno de ellos.Otra actriz muy joven, la francesa Charlotte Valandrey, da en Rouge baiser otra muy distinta lección de saber estar delante de una cámara. Su soltura es, para su poca experiencia, sorprendente. Si Anna Linden saca energía de su quietud y, encerrada en sus límites físicos, contenida como una estatua, crea alta tensión, Charlotte Valandrey ejerce sobre el espectador un tipo de influencia literalmente contrarío a la anterior: provoca sosiego desde su movimiento continuo.

Precisión y soltura

Vera Belmont es una muy renombrada y ya veterana productora francesa que se ha decidido a dirigir las películas que produce. Rouge baiser es su segundo largometraje. En Rouge baiser Vera Belmont se embarca en una comedia narrada con mucha precisión y soltura. Conseguir de. manera convincente el entramado que da lugar a una buena comedia no es menos difícil que desarrollar el de un buen melodrama. Las resistencias son de otra índole, pero requieren no menor claridad de ideas y el control durante el proceso creativo de muchos elementos dispersos, que luego en la pantalla han de aparecer unidos sin que se perciba su dispersión previa.Vera Belmont lo logra. En su Rouge baiser sigue los pasos del director yugoslavo Emir Kusturica en Papá está en viaje de negocios. Introduce con gran facilidad toda una complicada etapa de la vida francesa en una ligera anécdota de la vida cotidiana: la de una muchacha judía de origen polaco, residente en París y fanática militante del Partido Comunista Francés durante el tiempo crítico que, en los primeros años cincuenta, precedió y siguió a la muerte de Stalin.

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