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LA CAMPAÑA DEL REFERÉNDUM

¿Quién en manda en la Alianza?

Andrés Ortega

En octubre de 1962, los ojos del mundo estaban puestos sobre la crisis de los misiles de Cuba. En París, el presidente francés, Charles de Gaulle, recibía a Dean Acheson, enviado especial a Europa del presidente John F. Kennedy para informar de la situación y de lo que EE UU pensaba hacer. "¿Me está usted informando o consultando?", preguntó De Gaulle. Acheson fue sincero: "Le estoy informando". "Está bien", comentó De Gaulle, "pues apruebo las decisiones independientes de los aliados". (Claro que también dijo: "Si hay guerra, estaré a su lado, pero no habrá guerra".)

¿Quién manda en la OTAN? La respuesta evidente es la misma que en otras- organizaciones. Manda el que más dinero pone y el que más fuerza tiene. En este caso, EE UU. Pero, a pesar de que la OTAN se pueda ver como una asociación de un gigante y 15 enanos, no siempre el gigante se sale con la suya. Teóricamente, en la OTAN no manda nadie o mandan colectivamente los 16 países miembros. Los juegos de influencias, sin embargo, son diarios. Después de EE UU, se puede decir que los que más influencia tienen en la OTAN son Francia, el Reino Unido y la RFA. Francia y el Reino Unido, porque tienen armas nucleares (aunque algunos piensan que porque son potencias tienen armamento nuclear, y no al revés). Francia, además, ejerce una gran influencia política en la OTAN, a pesar de no estar en la cadena de mandos integrados, y tiene intereses directos que defender -por ejemplo en África- fuera de la zona de la OTAN.

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En más de una ocasión en la historia de la OTAN, Francia ha llegado a proponer la creación de un directorio de las potencias nucleares en la Alianza. En cierto modo, la idea vuelve a resurgir de la pluma del ex canciller alemán Helmut Schmidt en su último libro, Una gran estrategia para el Occidente, en el que pide una reintegración de las fuerzas francesas en la estructura militar de la OTAN, para reequilibrar el poderío convencional de la Alianza frente al Pacto de Varsovia. Pero para Schmidt, naturalmente, la integración de las fuerzas francesas con las británicas, las del Benelux y las alemanas,junto a algunas norteamericanas, debería venir acompañada de la creación de un comandante supremo de la OTAN francés, y no estadounidense como ahora.

La influencia o el poder de los británicos en la OTAN es otro factor a tener en cuenta, aunque el Reino Unido haya quizá perdido fuerza, al perder fuerza en el mundo en general. En cuanto a la influencia de la RFA no podía ser otra cosa, al aportar fondos y fuerzas sustanciales a la OTAN y encontrarse en el frente de batalla más probable. A menudo, de la mano de la RFA, apoyada por otros países, EE UU se ha visto obligado a cambiar de opinión o presentar nuevas propuestas en negociaciones de desarme.

En cuanto a la orientación política de la OTAN, otros países también han aportado su grano de arena a la definición de una política de distensión hacia el Este. Es a menudo en este terreno donde chocan los intereses. Sin duda, los intereses -políticos, económicos y sociales- que mueven a los europeos a tener mejores relaciones con sus vecinos del Este no son los mismos que los de EE UU. Un alto diplomático alemán señaló en una ocasión que para tener influencia en la OTAN había que tener influencia en su planificación militar y, por tanto, aportar más a la defensa en común. El caso francés es una excepción a esta regla.

Cualquier país puede, teóricamente, hacer lo que quiera en la OTAN. Sin embargo, las presiones se ejercen a diario para que no sea así. Y, a menudo, estas presiones logran un resultado. Así, las presiones han llevado a Holanda a aceptar el despliegue de los euromisiles, a cambio de renunciar a otras tareas nucleares que la OTAN le tenía asignadas. El caso de los euromisiles puede ser revelador de cómo funciona la OTAN y quién manda en ella: fueron algunos europeos los que insistieron en que EE UU desplegase estos misiles. Washington en un principio se resistió. Cuando se convenció de la necesidad del despliegue, fueron los europeos los que entonces dudaron de su necesidad e insistieron en negociar con la URSS.

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