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Tribuna:CAUSAS Y EFECTOS DE LA REDUCCIÓN DE LOS PRECIOS DEL PETRÓLEO
Tribuna
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El porqué de la caída

Varias causas, tanto estructurales como coyunturales, pueden explicar la reciente caída de los precios del petróleo. De entrada, hay que decir que el precio tenía que caer porque había subido excesivamente, y las leyes económicas son así de simples e inexorables. En efecto, el precio real del petróleo, es decir, el poder de compra del petróleo en términos de los productos manufacturados (su relación real de intercambio en dólares), había pasado de un índice 100 en 1974, después de la primera subida, a un índice 180 a finales de 1982. Durante los años 1975-1978, el precio del petróleo se mantuvo más o menos estable en términos reales debido a la aceleración de la inflación en los países industrializados, pero a partir de la segunda gran subida, del cambio en la política monetaria estadounidense y de la consiguiente apreciación del dólar, el precio real del petróleo se había disparado, aumentando enormemente su distancia respecto de las demás materias primas. Esta situación no podía mantenerse por mucho tiempo sin que hubiese, como ha habido, un exceso de oferta y una retracción de la demanda, que hoy es un 10% menor que hace 10 años.Por otro lado, el peso del cártel OPEP ha decaído sustancialmente desde la última gran subida. En 1979, la organización ostentaba el 63% de la producción mundial, con 31,2 millones de barriles por día. En 1985, con sólo 16 millones de barriles, ha reducido su cuota de mercado en favor de otros exportadores, como el Reino Unido, Noruega y México, que ahora producen 3,6 millones de barriles por día, y de otros productores no exportadores, como Estados Unidos (con el nuevo petróleo de Alaska), Argentina, Brasil, etcétera.

Además, las contradicciones internas existentes dentro del cártel de la OPEP entre los países con reservas pequeñas o moderadas y muy poblados (Indonesia, Nigeria), los países con grandes reservas y población escasa (Arabia Saudí, Kuwait, Abu Dabi) y los países con grandes reservas, pero fuertemente endeudados (Líbia, Irán y Argelia) tenían obligatoriamente que aflorar algún día y debilitar el cártel. Para los primeros es casi imposible y, en parte, poco racional, reducir su producción ante su situación económica y la presión social interna. Para los segundos, con menor presión a corto plazo, es lógico restringir la producción una vez que se ha alcanzado un cierto nivel de precios en el que el rendimiento esperado de los ingresos por las ventas de petróleo iguala el rendimiento esperado de mantenerlo bajo tierra.

Por último, la política de ahorro y diversificación energética seguida por los países industrializados ha reducido la demanda y, por tanto, influido en una tendencia de los precios a la baja. La elasticidad demanda del PIB con respecto de la energía era 1,5%. para los países de la OCDE en 1974 y hoy no supera el 0,7%.

Pero también existen razones coyunturales de peso. Arabia Saudí, cansada de sus enfrentamientos en el seno de la OPEP y de actuar como colchón del cártel (swingproducer), inició en el pasado verano un nuevo sistema de cálculo de precios para aumentar su cuota de mercado y recuperar su liderazgo mediante el sistema llamado netback pricing (precios sobre la base del rendimiento neto), en el que el precio del crudo se calcula, al revés que hasta ahora, como resultante de restar al precio de los productos refinados que cada refinería obtenga de cada barril de crudo un margen de refino, con lo que el precio oficial de 28 dólares para el arabia ligero ya no tenía vigencia alguna. El resultado ha sido deslumbrante: en cuatro meses, la producción saudí ha pasado de dos a 5,5 millones de barriles por día, a cambio, naturalmente, de aceptar que las refinerías se aseguren un margen de refino y que el precio se calcule partiendo de los outputs finales y no de los inputs, y perdiendo la soberanía sobre el precio.Las opciones

Este hecho, unido a que el aumento de mercado saudí ha coincidido con un descenso estacional de la demanda de las refinerias, que ya tenían contratados sus stocks para la temporada de invierno, y a que, además, el invierno, en Estados Unidos y en Europa, está siendo menos riguroso de lo normal, ha precipitado la caída de precios, al verse el mercado prácticamente inundado. El problema tiende a agravarse al adoptar otros países de la OPEP el mismo sistema de precios que Arabia Saudí, con lo que se calcula que la producción de la OPEP va a superar los 18 millones de barriles por día a costa de que la caída de precios continúe, a menos que haya algún tipo de acuerdo a corto plazo, lo que no es muy probable.

En general, todo descenso del precio del petróleo tiene que ser acogido con verdadero entusiasmo por los países no productores, y especialmente por los países. industrializados que son grandes importadores de crudo, como España, Italia o Japón, ya que el efecto para estos países es, en términos macroeconómicos, equivalente al de una reducción de impuestos, con sus correspondientes efectos sobre precios, renta'disponible, tipos de interés, etcétera.

De acuerdo con los modelos macroeconómicos más al usó, una caída del 25%-30% de los precios del petróleo, como la que estamos experimentando, puede llegar a reducir la inflación media (IPC) de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) en más de un 1,5% y, por tanto, aumentar el crecimiento medio real en cerca de un 1%.

Estas cifras pueden llegar a ser incluso más altas para los países, como España, que no son productores, ya que en países industrializados que son grandes productores, como Estados Unidos, o exportadores, como Noruega y el Reino Unido, se producirían problemas financieros, por el lado de la oferta, tanto en las empresas productoras como en los bancos que las financian.

Para los países europeos importadores, además, este descenso del precio del petróleo se añade al derivado de la caída del dólar en los últimos meses, ventaja de la que Estados Unidos no se beneficia.

Ante esta situación, la opción económica que se les presenta a los países de la OCDE es doble: pueden transferir los menores precios del crudo a los productos (fuel, gasolina, etcétera) para que los consumidores se beneficien de la caída, o pueden no reducir los precios de los productos, cubriendo la diferencia con impuestos, y utilizar los nuevos ingresos fiscales para reducir los déficit públicos (que son bastante elevados en casi todos ellos) o para reducir los costes de las empresas (Seguridad Social u otros). Caben, naturalmente, opciones intermedias.

De decidirse por la primera opción, lo más importante es que se realice coordinadamente entre todos los países, para que no se convierta en una guerra de precios de los productos a la baja para aumentar la competitividad vía reducción de costes de energía. Esta opción tiene la ventaja de que se traslada a los consumidores el descenso, lo que influye muy positivamente en los costes de los grandes consumidores industriales, corno las empresas de transporte, los fabricantes de automóviles, la siderurgia y metalurgia, la química, los fabricantes de plásticos, etcétera. Los consumidores particulares están también entre los más beneficiados, ya que, con más renta disponible, podrán aumentar su consumo e inversión.

Un caso especial es el de las compañías productoras de electricidad, ya que, aunque teóricamente debería aumentar la demanda de energía eléctrica, esto no es seguro, y además, todas las grandes inversiones que han realizado para sustituir petróleo por otras fuentes de energía pueden dejar de ser competitivas (a 15 dólares el barril, el fuel desplaza al carbón).

Las empresas, perjudicadas

Las empresas productoras de petróleo serán las más afectadas. En Estados Unidos se calcula que, de mantenerse los actuales precios, pueden caer sus beneficios hasta un 40% y puede ponerse en peligro miles de puestos de trabajo en los Estados del Sur. Algo parecido puede ocurrir en el Reino Unido, que además es exportador.

Lo mismo que pierden las empresas, pierden los países en desarrollo que son productores, como México, que tiene que hacer frente a su enorme deuda con exportaciones de las que cerca de un 70% está compuesto por petróleo. Cada dólar que cae el barril se reduce en 500 millones de dólares su exportación y su capacidad para hacer frente a los intereses y principal de su deuda de 97.000 millones de dólares. Por el contrario, ganan los exportadores como Brasil, que podrá mejorar en otros 1.500 millones de dólares su ya enorme superávit comercial de 12.000 millones de dólares, ya que le costarán más baratos los 500.000 barriles por día que importa y podrá así reducir su enorme déficit público.

El problema que tanto las empresas como los países productores pueden plantear a la banca internacional con la que están endeudados es muy grave, especialmente para algunos bancos nortamericanos fuertemente acreedores de México, Venezuela y de compañías petroleras nacionales, anulando las ventajas recientemente conseguidas por la bajada del dólar y de los tipos de interés.

De ahí que muchos economistas apoyen la opción fiscal de no transferir la caída, sino de aumentar los ingresos del Estado con impuestos sobre la importación o sobre las ventas para reducir el déficit público e, indirectamente, la tasa de inflación. Esta opción probablemente tendría un menor efecto directo sobre la inflación y sobre el crecimiento real de la economía, salvo, claro está, que la recaudación obtenida se transfiriese en su totalidad de nuevo a las empresas reduciendo sus costes (como el de la Seguridad Social).

Lo más lógico sería que los países productores / importadores se inclinasen más por esta última opción, mientras que los meramente importadores se inclinasen por la primera, siempre que sea, como he dicho, coordinada internacionalmente. Unas y otras opciones representan, en todo caso, importantes transferencias externas e internas de riqueza de unos agentes económicos a otros que deben valorarse políticamente en cada país.

El impacto sobre nuestra balanza de pagos puede ser muy importante. El precio medio de los de Comercio. 700.000 barriles por día de importaciones netas (excluidas maquilas) en 1985 fue de 26,5 dólares. El precio medio de compra en 1986 pudiera acercarse a los 20 dólares si el mercado mantiene los niveles de enero. Esta caída de un 25% supondría un menor valor de las importaciones y, por tanto, un ahorro de cerca de 1.800 millones de dólares. Es decir, por cada dólar que cae el precio medio de compra español, el ahorro puede ser de cerca de 300 millones de dólares.

Efectos sobre EspañaPartiendo del supuesto de 20 dólares por barril de precio medio de compra en 1986, nuestro déficit comercial podría reducirse más de un 30%, lo que puede compensar los ya previstos efectos negativos que sobre nuestra balanza comercial va a tener la adhesión a las Comunidad Europea este primer año.Además, la bajada del precio del petróleo, unida a la previsible estabilidad de la peseta frente al dólar a lo largo del año (lo que supondría, en media del año, una apreciación de la peseta frente al dólar) y a la estabilidad (cuando no mejora) de la demanda de importaciones de la OCDE, puede hacer posible no sólo que nuestra relación real de intercambio mejore de nuevo este año, sino también que nuestra balanza corriente arroje un superávit récord en la historia de España Q5.000 millones de dólares?), y que la aportación del sector exterior al PIB pudiera ser neutral y no negativa como se había previsto, aunque esto último es más incierto.Por otro lado, si los menores precios del petróleo se repercutiesen sobre los precios de los productos, parte del impacto negativo sobre IPC derivado de la implantación del IVA podría verse amortiguado. Como los productos petrolíferos tienen una ponderación del 5,3% en el IPC y del 4% en el indicador de costes de economía, la mejora en el IPC podría ser del 1,3% y en el indicador de costes del 1%. Todo ello puede suponer un mayor crecimiento real del PIB cercano al 1%.

Por último, no hay que olvidar que otros productos energéticos (gas y carbón) de los que también España es importador guardan una estrecha relación con el petróleo en cuanto a precios, por lo que la caída de éstos les afectará también más adelante y aumentarán los efectos positivos señalados.

En todo caso, todo lo expuesto hasta ahora es pura teoría, ya que es demasiado pronto para tomar decisiones. Primero hay que esperar aún cierto tiempo, hasta cerciorarse de que esta caída de los precios se consolida y no es un mero movimiento temporal, iniciado por Arabia Saudí, de castigo a los países productores que no colaboran en o con el cártel. Y segundo, hay que planear una acción coordinada en el seno de la CE o de la OCDE, para evitar decisiones dispares o incluso contradictorias entre unos países y otros.¿Hasta cuando va a mantener la mayoría de la OPEP esta nueva estrategia de defensa de la cuota de mercado en lugar de defensa del precio? Habrá que esperar al mes de marzo en que se prevé una nueva reunión. Entre tanto, las cifras no cuadran: la demanda para 1986 se estima en 43 o 44 millones de barriles por día, y la producción, en 47 o 48 millones, y los precios, naturalmente, siguen cayendo...

Guillermo de la Dehesa es secretario general de Comercio

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