Los riesgos de los actores
LOS ACTORES y las actrices forman una profesión que algunas veces es brillante pero que siempre es pobre y azarosa. Un proyecto de decreto ley ha tratado de aumentar sus condiciones de azar y de necesidad al convertirlos en trabajadores autónomos y empresarios de sí mismos, con la consecuencia de cargar sobre ellos el pago íntegro de las cuotas de la Seguridad Social, además de la obtención de la licencia fiscal y el sometimiento a las nuevas formas del IVA, cuyas peculiaridades todavía son un arcano para los propios y precipitados legisladores, como pasa en otras muchas profesiones.Con una idea que contradice el espíritu social, el Ministerio de Trabajo está tratando continuamente de excretar a los grupos más pobres porque no son rentables. En el caso de los actores, la inmensa mayoría no puede pagar la cuota íntegra de la Seguridad Social; a unos salarios que para gran parte de ellos son débiles se une el largo tiempo de paro, que no es un problema de azar, sino que forma parte de la misma esencia de esa profesión. Al mismo tiempo, el cambio de figura laboral que pretende convertirlos en empresarios les impide acudir a las negociaciones de convenios colectivos. Una vez más el Ministerio de Trabajo ha demostrado que sólo bajo el lenguaje de la presión y la amenaza de huelga de los actores ha aceptado discutir un proyecto que ya sabía ampliamente contestado.
Todo ello parte de un equívoco deliberado. No se admite tener en cuenta que el actor es siempre un trabajador por cuenta ajena, por cuenta de una empresa que lo contrata para un trabajo determinado, en el que no tiene la iniciativa ni la capacidad para tomar decisiones para su rentabilidad como negocio. Aquello que el actor incorpora al negocio es su propio arte, o su prestigio, pero éstas no son cantidades mensurables, y en ningún caso son empresariales.
Durante prácticamente siglos, el actor ha luchado para vencer unas resistencias sociales considerables y ha ido consiguiendo una dignificación profesional. Muchos de los que aún viven recuerdan las condiciones ínfimas de viajes, giras, ensayos, doble función; todos viven aún en camerinos inhóspitos, y muchos llegan a la vejez sin posibilidades de defenderse (hay casos ilustres y conocidos; hay cientos de casos oscuros). Una de las conquistas que más trabajo les costó -huelga mediante- fue precisamente esta condición de trabajadores por cuenta ajena. Condición que, dicho sea de paso, muchas veces ha sido convertida en ficción por empresas que han obviado el pago de la Seguridad Social a estos trabajadores y han perjudicado gravemente sus deberes pasivos. Con todo, ver esa mínima, regateada y difícil conquista convertida en nada por un supuesto saneamiento de la Seguridad Social sería demasiado amargo.
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