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Seguridad y disuasión en la época nuclear

GIANLUCA DEVOTO¿Cuál será el panorama estratégico en los próximos, años? ¿Qué problemas, posibilidades y opciones tiene ante sí la izquierda europea? Para un análisis realista y eficaz de las políticas de desarme hay que partir de un examen cuidadoso de las doctrinas relacionadas con la disuasión atómica. Características que hacen incompatibles tales doctrinas con el bloqueo de la espiral del rearme y la hipótesis de guerras nucleares controladas. ¿Cuál es el papel de la percepción recíprocaen las relaciones entre EE UU y la URSS? ¿Por qué todo intento de ambas superpotencias de adquirir algún tipo de superioridad se ha revelado ilusorio? ¿Qué es y cómodebería funcionar la "disuasión de repulsa"? ¿De qué manera se pueden reducir las armas nucleares a un papel marginal? Éstas son las preguntas que intenta responder el autor, el italiano Gianluca Devoto, especialista en temas dé seguridad y control de armamentos del Centro Studi di Politica Internazionale.

La aversión hacia las arín as nucleares, y en general hacia todas las armas de destrucción masiva, tiene raíces profundas. El objetivo, aunque sea a largo plazo, de abolir todas las armas nucleares es irrenunciable para quien desee un nuevo y más justo sistema internacional que no se base en el miedo recíproco.Pero es muy diricil imaginar -si no es en un futuro que sin duda no está próximo, en condiciones políticas completamente nuevas- una situación en la que, de manera realista, las potencias nucleares renuncien a todas sus armas atómicas. Es suficiente que recordemos que, por desgracia, tales armas fueron inventadas y cualquiera (o casi) puede construirlas o reconstruirlas; si éstas un día quedasen destruidas en su totalidad, el mundo podría ser chantajeado por el primer Estado que hubiese construido alguna a escondidas. Aunque se trata de una hipótesis poco plausible, en un futuro próximo no serán precisamente Estados Unidos y la URSS los que la hagan potencialmente practicable. Sin duda, las razonelpor las que actualmente es totalmente improba,ble un desarme nuclear completo son muy diferentes, pero serían precisamente los mecanismos de desconfianza, como el citado antes, los obstáculos de más dificil superación al término de un proceso, aun favorable, de reducción del armamento.

En los próximos años, la alternativa no va a ser entre disuasión nuclear y su superación (que es una manera más vaga de propugnar la abolición de las armas atómicas), sino que será entre diferentes concepciones,sobre el uso y sobre la función de tales armas. Dada esta sittiación, sería absurdo que la izquierda, al desinteresarse por toda postura que no sea de rechazo total, renunciase de hecho a hacer política sobre los problemas nucleares.

Es importante razonar sobre cuál va a ser el probable panorama estratégico de los próximos años, en los que la URSS y EE UU continuarán teniendo armamento nuclear y (muy probablemente, pese a eventuales acuerdos) continuarán perfeccionándolas y poniendo al día sus estrategias respectivas. Simplificando, podemos decir que los arsenales nucleares seguirán considerándose como disuasorios o como instrumentos de supremacía y de presión político-militar, o como armas realmente utilizables (warfighting). Digamos ya que a causa de los progresos tecnológicos hay una tendencia objetiva a trasladar el acento sobre funciones de este último tipo: en efecto, están disponibles armas cada vez1 más precisas, más pequeñas y más flexibles. Esto hace que la oposición sea más dificil, pero no imposible.

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Es bastante natural que acaben coagulándose consensos sobre una postura totalmente contraria a estas ideas, en realidad demenciales, de guerras nucleares controladas más o menos limitadas"funcional y geográficamente, y más o menos dilatadas en el tiempo. En efecto, hipótesis de este tipo son no sólo repugnantes, sino también intrínsecamente débiles, pese a las nuevas tecnologías y toda esa ingeniosidad difundida por algunos estudiosos, atraídos por el "pensar lo impensable" y por las sugestiones del poder. Su debilidad deriva, sobre todo, de dos causas: 1. la fragilidad estructural de los sistemas de mando y control, que podrían ser destruidos por 50-100 cabezas atómicas del adversario. 2. La probable incapacidad, por parte de los máximos dirigentes estadounidenses y soviéticos, de llegar a un acuerdo para bloquear una guerra nuclear que ya haya comenzado por debajo de la recíproca destrucción generalizada.

Igualmente inaceptable, aunque quizá menos peligrosa, es toda concepción que vea en las armas nucleares un útil instrumento de presión política. También en este caso debemos hablar, además de inaceptabilidad, de vacuidad básica. La posesión de armas nucleares -que, en general, son instrumentos demasiado potentes como para ser utilizados de manera creíble, au en el campo político- no parece haber desempeñado hasta ahora un papel importante en determinar soluciones favorables a quien fuese, desde ese punto devista, el más poderoso: es suficiente pensar en la crisis petrolera de 1973-1974.

Debemos observar, con todo, que precisamente la debilidad básica de estas dos. últimas concepciones del papel del arma nuclear estimula de manera continua y sostenida la carrera de armamentos nucleares. En efecto, las doctrinas de este tipo están constantemente hambrientas de credibilidad, y sólo con medios cada vez más modernos y sofisticados se puede., en parte, satisfacer tal requisito.

También por esta importante razón es necesario que la izquierda se oponga sin dudarlo a toda visión operativa de la ftínción de las armas nucleares. Pero esta es una elección bastante fácil, mientras que hay cuestiones más sutiles. Los límites entre las tres posibles funciones citadas de la#s armas nucleares no son netos, y los púsinos que propugnan la concepción de las armas nucleares como efectivamente utilizables sostienen, en general, que éstas sirven sobre todo para reforzar la disuasión.REPRESALIA MASIVALlegados aquí, debemos examinar el concepto de disuasión en sus diferentes ramificaciones. El concepto de disuasión nuclear es confuso debido a numerosos equívocos de diferente tipo, que debemos tratar de aclarar. El primer equívoco es de tipo funcional, en el sentido de que pueden exigirse funciones más o menos amplias a ladisuasión nuclear.

En primer lugar, la disuasión puede entenderse como la capacidad, por parte del país dotado de armas nucleares de impedir acontecimientos no deseados (incluidos, los bélicos) en el resto del mundo. Desde este punto de vista, la disuasión nuclear no ha funcionado nunca, por lo que se sabe: según la vieja definición china, las armas atómicas son como un "tigre de papel", y su inutilidad básica ha sido experimentada por Estados Unidos ya desde la guerra de Corea, que estalló -además en una época en que existía un monopolio estratégico estadounidense. En todo caso, una capacidad de disuasióni segura de este tipo presupondría, al mismo tiempo, la existencia de una creíble crueldad hitleriana y un tipo de dominio mundial (y nuclear) aplastante, pero totalmente inimaginable ya. De hecho, ningún país se hace ilusiones sobre sus posibilidades de poder tender hacia ese objetivo.

Una segunda función es la de la llamada "disuasión extensa". Se trata, en términosmenos especializados, de la garantía nuclear que una de las superpotencias ofrece a sus aliados para impedir eventuales ataques militares por parte del otro bloque. En Occidente, el debate sobre lo apropiado de la estrategia de la OTAN giró siempre alrededor de este tema: dada por sentada -es probable que erróneamenteuna notable inferioridad de las fuerzas convencionales de la OTAN respecto del Pacto de Varsovia, la seguridad de los países de Europa Occidental debería quedar garantizada así por una potencial intervención nuclear de Estados Unidos.

En los años cincuenta estaba en auge la estrategia de la "represalia masiva", que preveía un inmediato contraataque nuclear de Estados Unidos contra territorio soviético, -como reacción contra toda acción militar agresiva soviética en Europa. Esta doctrina era posible dada la superioridad nuclear básica de Estados Unidos que, con sus bombarderos, tenían capacidad para alcanzar y atacar a la Unión Soviética, mientras que no era verdad (o era muy dudoso) lo contrario. A comienzos de los años sesenta, cuando también Estados Unidos se hizo vulnerabe ante los misiles balísticos soviéticos, perdió crédito con rapidez la idea, demasiado simple, de represalia nuclear global incluso en caso de ataque convencional. Y se lanzó fatigosamente la nueva estrategia de la "respuesta flexible" (adoptada en 1967), que presumía, en cambio, en caso de agresión con armas convencionales, la posibilidad de actuar una "escalada" nuclear limitada, es decir, de utilizar los primeros armas nucleares tácticas. También en este caso la credibilidad de la nueva doctrina se basaba en cierta superioridad de Estads Unidos en el ámbito de tales armas. Pero en los años setenta también esta ilusión se desvaneció, y la estrategia de la "respuesta flexible" acabará entrando en crisis.

Parece lícito afirmar, pues, que toda pretensión de funcionamiento seguro y satisfactorio de la disuasión "extensa" se basa sobre cierto margen de superioridad nuclear, al menos en armas nucleares tácticas. Sin este margen la disuasión "extensa" puede tener un valor residual, en el sentido de que la mera existencia de armas nucleares por parte de ambos bloques hace que cualquier ataque convencional sea mucho más arriesgado.

La tercera función atribuida a la disuasión es la de ofrecer una completa garantía de que el adversario no va a desencadenar un ataque nuclear., Para esto, debería ser suficiente tener simplemente capacidad de dar el "segundo golpe", o bien tener garantizada la capacidad para dar una respuesta nuclear devastadora, que convierta el "primer golpe" del otro en algo completamente insensato. Una potencialidad para el "segundo golpe" deriva, para Estados Unidos y la URSS, de la invulnerabilidad de conjunto de que gozan los numerosos submarinos dotados de misiles estratégicos. Desde este punto de vista, la disuasión nuclear "finita" -como se llama para diferenciarla de la "extensa"- funciona, y es muy sólida.

En los últimos años también la disuasión "finita" ha sido puesta en entredicho, dando crédito a complicadas hipótesis sobre intercambios nucleares en los que el atacante obtendría ventajas sustanciales. Entre otras cosas, toda la "filosofía" de la defensa estratégica se basa en conjeturas de este tipo. Esto introduce otros argumentos: los de las concepciones de la disuasión y de los juicios de conformidad entre instrumentos bélicos y estrategias.

AMENAZAS CREÍLES

Como ha quedado claro en los últimos tiempos, las mismas concepciones de la disuasión nuclear varían sobre un espectro más bien amplio. Esquematizando podemos reducirlas a dos: "disuasión punitiva" (deterrence by punishment) y "disuasión de repulsa" (deterrence by denial).

La disuasión punitiva es la más conocida en Occidente, y pone su acento en la amenaza de chantaje nuclear como respuesta a ataques enemigos bien definidos. En el caso de la disuasión finita se trata, como se dijo antes, de ser capaz de reaccionar por medio de un contraataque nuclear a un primer ataque atómico del otro. El MAD (Mutual Assured Destruction, destruccíón recíproca garantizada) de Robert S. MeNamara, que tuvo el mérito de subrayar por primera vez la simetría nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se hacía eco pre4pisamente de esta situación de disuasiónfinita recíproca. Esta concepción ha tenido siempre encarnizados opositores, que la consideran a un tiempo bárbara e insuficiente: bárbara, porque la represalia afectaría, sobre todo, a la población civil; insuficiente, porque está demasiado ligada a la'racionalidad del enemigo y a un único tipo de respuesta anormal, que quizá no es del todo creíble, y que podría ser puesta a prueba.

La disuasión de repulsa se basa, en cambio, en arrebatar al adversario toda esperanza de poder vencer o al menos de poder obtener ventajas de una guerra nuclear. En cierto modo, esta disuasión es más sofisticada intelectualmente, porque prevé situaciones que están más de acuerdo con la visión clásica de conducción de la guerra, según varias hipótesis para las que debemos estar preparados. Por lo que respecta al armamento que la hace posible, la disuasión de repulsa tiende a acercarse, hasta confundirse con ellas, a las estrategias warfighting, que presuponen conflictos atómicos en los que se combate realmente; en efecto, para que pueda resultar plenamente creíble y eficaz (y es esto precisameníe lo que sus propugnadores exigen), es necesario que el país que la adopta tenga la capacidad suficiente para combatir y noperder los distintos tipos imaginables de conflicto nuclear. La diferencia reside en las intenciones: pues ésta es, pese a todo, una estrategia para evitar la guerra, y las demás, en cambio, deberían mantener abierta también la opción de dar comienzo a una guerra nuclear.

Actualmente en Estados Unidos la doctrina. es la llamada countervailing strategy, típica estrategia disuasoria de repulsa, adoptada en los últimos tiempos en la Administración Carter. En palabras de Harold Brown, entonces secretario de Defensa, lo que se intentaba era "dejar claro a la URSS que ningún tipo de agresión que conlleve el uso de armas atómicas de cuálquier forma y en cualquier momento podr conducirla a alguna forma de victoria". De hecho, en el campo operativo, se daba cada vez mayor importancia y relieve a la capacidad de contrafuerzas para destruir el núcleo de las fuerzas estratégicas soviéti-

cas (misiles, centros de mando y control. _..). Con la llegada al poder de Reagan y de Weinberger al Departamento de Defensa, la countervailing strategy ha tenido interpretaciones mucho más exigentes, sobre todo en lo referente a la capacidad de combatir guerras nucleares dilatadas en el, tiempo (hasta seis meses); sin dejar el orden de ideas de la repulsa, ha vuelto a salir a la supeficie rotundamente el objetivo de la defensa estratégica, que había sido descartado por Estados Unidos hace 15 años. Por otro lado, la Unión Soviética (y la misma China) tiene concepciones estratégicas sensiblemente diferentes de las occidentales, que pueden incluirse en la categoría de la -disuasión de repulsa. Para la URSS pueden sugerirse' varias razones para explicarla, como la búsqueda casi obsesiva de amplios márgenes de seguridad militar para impedir cualquier acontecimiento negativo tras las trágicas experiencias del pasado, o como el principio ideológico de que el Estado líder del mundo socialista ha de sobrevivir a toda costa y no puede depender de una incierta razonabilidad de los países capitalistas. El pensamiento estratégico soviético se basa en la idea de que para disponer de una eficaz disuasión no se puede contar solamente con la amenaza de represalia sino que se debe tener la capacidad de combatir una guerra (que sería total y no sólo nuclear limitada: esta es una diferencia importante respecto de las hipótesis más refinadas, pero también más demenciales, de los halcones estadounidenses), y en este panorama toda forma de defensa estratégica puede resultar útil. No debemos olvidar, al respecto, que la URSS ha tratado de organizar siempre, aunque sin gran convicción y prioridad, diversos programas tanto de defensa civil como de defensa activa antimisiles (estos últimos fueron limitados drásticamente por el tratado ABM de 1972). También la URSS, con su peculiar doctrina estratégica de repulsa, que por otro lado no está muy clara, y con sus masivos programas nucleares que son su consecuencia, suscita, como Estados Unidos, las sospechas del enemigo.LA MEJOR GARANTÍAOtro importante punto que hay que subrayar es el de la gran diversidad de opiniones sobre las condiciones que satisfacen algunos conceptos abstractos, como seguridad, disuasión en sentido amplio y disuasión nuclear. Son conceptos cuya característica común es carecer de un límite superior: podemos imaginamos siempre, para cada caso, que queremos o podemos alcanzar un superávit que permita mejorar ulteriormente la posición del país propio en el campo internacional.

Pero ¿cuándo deberíamos detenernos? ¿Cuándo se poseen las suficientes armas como para satisfacer las exigencias de disuasión nuclear y, de manera más general, de seguridad? Sólo podremos saberlo gracias al sentido común o, mejor aún, gracias únicamente a una razonada decisión política. En teoría, deberíamos detenemos cuando las desventajas, en la política internacional (por ejemplo, las tensiones o los procesos de rearme que derivan de ellas), superan las ventajas de carácter militar, que son unilaterales y a corto plazo.

Esta última observación evoca otra: la seguridad y, por tanto, también la disuasión nuclear de cada uno de los actores del escenario internacional no es independiente de la de los demás. Más allá de cierto límite, la búsqueda de una mayor seguridad por parte de un país sé convierte, en la percepción de los demás un juego de suma cero desarrollado en detrimento de la propia seguridad.

En el campo nuclear, cada intento de una de las dos superpotencias para hacerse con algún tipo de superioridad ha resultado ilusorio y peligroso. Ilusorio, porque se trata en todos los casos de ventajas marginales y de breve duración; peligroso, por el conjunto de efectos negativos en las relaciones entre EE UU y URSS. El examen de las distintas acepciones, concepciones y percepciones de la disuasión muestra. cómo sólo una vuelta a un tipo de disuasión mínima -es decir, finita, punitiva y razonable- puede no implicar, o no hacer temer, formas inaceptables de superioridad y, por tanto, puede no alimentar la espiral del rearme.

El concepto de disuasión punitiva no es, sin duda, especialmente atractivo, y evoca oscuros episodios bárbaros. Con todo, no hay que olvidar que el verdadero objetivo de una política de seguridad ha de ser el de reducir al mínimo los peligros de guerra y, en particular, de guerra nuclear. Lo que es esencialmente un problema político, pero también un problema técnico. No hay duda de que los peligros de guerra nuclear serán menores si el papel de las armas atómicas queda reducido al de disuasor extremo contra un ataque estratégico enemigo. Esto es verdad no sólo porque las nuevas armas propugnadas por las nuevas estrategias sean objetivamente desestabilizantes, sino porque los exasperados procesos de rearme que derivan de ello son, a su vez, fuente de peligro y envenenan todo el Clima de la política internacional.

Podemos preguntarnos si la adopción de doctrinas estratégicas de disuasión mínima por parte de Estados Unidos y de la Unión Soviética es o no un objetivo realista. Y es lícito que dudemos; antes bien, a corto-medio plazo -podemos estar seguros de que no va a ser así, -sobre todo si tenemos en cuenta la tendencia tecnológica hacia armas cada vez más sofisticadas. .Pero no explorar a fondo y no luchar por esta posibilidad representaría una rendición ante las graves tendencias actuales, que poseen en sí realmente un componente de paranoia. Dada la enorme capacidad de destrucción incluso de un pequeño número de armas atómicas, ¿qué, significa ser capaz de hacer frente a todo tipo de conflicto nuclear? Nada, aparte de la capacidad de reacción, que ya existe y que es superabundante. La única posibilidad de victoria nuclear se basa en la no respuesta del agredido, el cual sufriría un primer golpe contra sus propias instalaciones estratégicas sin reaccionar, por temor a ser destruido definitivamente en un segundo tiempo. Pero ¿puede pensarse que el agresor actúe irreflexivamente, estimando que el enemigo no va a reaccionar9 Cualquier persona normal contestaría no.

Si bien en la actualidad los escenarios de este tipo ocupan las reflexiones de numerosos planificadores de la defensa, no hay por qué dar por sentado que estemos ante una línea de tendencia irreversible, debido también a la enormidad de los costes de los futuros sistemas de armamento. En efecto, con una oportuna dosis de voluntad política, de revisión de las estrategias sobre la base de consideraciones de coste/ eficacia/peligro, de acuerdos de control cualitativo y cuantitativo de armamentos y de medidas de confianza recíproca, es posible imaginar que se puedan reconducir las armas nucleares a un papel marginal, mucho menos peligroso.Se está delineando en la izquierda europea una nueva concepción y visión de la seguridad. Los conceptos fundamentales son dos: 1. La seguridad debería basarse menos en factores militares que en relaciones positivas de interdependencia y cooperación económica y política; todo esto debe verse como un proceso en el que el peso de los factores. militares tiene tendencia a disminuir. 2. También por lo que respecta a la esfera militar habrá que en contra preferiblemente la seguridad junto con el potencial adversario, tendrá que ser contratada y compartida en la medida de lo posible, pero no deberemos tratar de alcanzarla obteniendo ventajas unilaterales en detrimento de los demás; por el contrario, es posible, mediante acuerdos oportunos, aumentar la seguridad de ambos.

En el proceso de la deseada disminución del peso de los factores militares, no podemos dejar de destacar la idea del equilibrio de fuerzas, considerado como condición técnica para que en un determinado contexto político reduzca al mínimo las posibilidades de conflicto, precisamente a causa de la incertidumbre sobre su resultado. Sin embargo, no debemos convertir en fetiche el concepto de equilibrio militar, en el que entran en juego demasiados elementos difíciles de calcular. El punto más importante que debemos comprender es que basta que se dé un equilibrio esencial, es decir, que no se dé un desequilibrio global suficientemente neto que pueda favorecer tentaciones agresivas por parte del más fuerte. Si excluimos esta última hipótesis, cualquier otra situación de fuerzas contrapuestas debe considerarse equilibrada. Este tipo de equilibrio esencial no es delicado, y puede subsistir aunque se den desequilibrios sectoriales acentuados. Esto es especialmente cierto en el campo nuclear, en el que la idea de equilibrio -y se trata de un equilibrio estructural, no numérico- coincide más netamente aún con la disuasión recíproca. De esta definición razonable del equilibrio militar, y de la renuncia a obtener márgenes de superioridad o de superávit de seguridad unilateral injustificada, derivan consecuentemente algunos objetivos a medio plazo, relacionados con la seguridad europea y mundial, objetivos que se están abriendo camino entre las izquierdas: la disuasión mínima a nivel estratégico, la renuncia gradual a la disuasión nuclear extensa y la consiguiente reducción del papel de las armas nucleares tácticas en Europa, la creación de zonas desnuclearizadas, la mayor importancia atribuida a los equilibrios convencionales que, sin embargo, sería preferible reforzar mediante acuerdos, la progresiva caracterización de los armamentos de los dispositivos de las organizaciones militares y de las estrategias en sentido defensivolno amenazador, la estrecha conexión entre programas militares, control del armamento y medidas de confianza recíproca.

QUÉ PUEDE HACER EUROPA Los próximos 10 años van a ser probablemente decisivos en el ámbito estratégico-militar. Si la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) de Reagan despegase definitivamente -y lo sabremos en los primeros años noventa-, los efectos serían sin duda desastrosos: a. Importante aumento de las tensiones, de inestabilidad estra tégica y del peligro objetivo de guerra. b. Una nueva y desenfrenada fase de rear me nuclear, con una carrera entre ofensa y defensa que alimentaría ulteriormente la competición entre Estados Unidos y la URSS. c. Abandono del Tratado ABM. d. Probable colapso de todas las negocia ciones sobre control de armamento. En cambio, si la SDI fracasase, las perspectivas serían mucho mejores. En la situación actual, y pese a los clamores de la propaganda, es esta última la hipótesis más probable. Podemos imaginar, por ejemplo, que el programa de Reagan se desmorone a fines de 1989, cuando haya llegado a su fin una primera fase de investigación y desarrollo, cuyo costo previsto es de 26.000 millones de dólares; ello podría depender de un cambio de política, o de resultados demasiado exiguos en términos de costo/eficacia, o bien de posibles acuerdos con la Unión Soviética.

Es difícil decir qué influencia puede tener Europa en esta futura y crucial decisión estadounidense. Una izquierda europea que supiese proponer un plan de seguridad y defensa coherente, creíble e innovador podría dar una contribución importante a la deseable y posible derrota de los propúgnadores de las tesis conservadoras en la Alianza Atlántica.

Los ataques indiferenciados contra la disuasión nuclear, justificados por la consideración obvia de que la verdadera seguridad es otra cosa, pueden tener consecuencias negativas, al ofrecer argumentos a los ultras, que intentan aprovechar la preocupación de la opinión pública. Los halcones estadounidenses, con el fin de sostener sus exigencias de rearme, utilizan alternativamente dos argumentos contra dictorios: en ciertos casos dicen que las nuevas armas deberían servir para supe rar la disuasión; en otros afirman que son necesarias para reforzarla. Es lo que ha sucedido también con la guerra de las galaxias: Reagan ha declarado solemnemente que la SDI aspira a hacer impotentes y obsoletas a las armas nucleares; Brzezinski y Kampelman insisten, por el contrario, en lo que la defensa estratégica puede apor tar para revigorizar la eficacia disuasoria de tales armas. Sea como sea, uno de los argumentos fuertes en favor del rearme nuclear ha sido siempre el de la falacia (artificiosamente exagerada) de la disuasión. Hasta ahora las tesis como ésta, cuando han acabado prevaleciendo, han desem bocado de manera natural no en una disminución, sino en el desarrollo, cuantitativo y cualitativo, de las armas nucleares.

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