El feminismo sí es eso
El feminismo es cariño y respeto por los seres humanos, afirma la autora de este artículo, que replica a las personas que la censuraron por criticar la práctica de dos abortos en un congreso feminista. La autora sigue considerando que aquel acto fue una provocación que perjudica al movimiento feminista.
Yo querría que el feminismo fuese la síntesis de todo lo bueno. La lucha por la liberación de los más oprimidos, las mujeres y los niños, lleva en sí misma el germen de esa cosa buena y dulce", como la llamaba Víctor Hugo, que es el progreso. Por ello, y a pesar de que he de resignarme a aceptar que llamarse feminista no es estar vacunada contra la envidia, el arribismo o la irresponsabilidad, me duele profundamente que la conducta provocadora y falta de ética de algunas participantes del movimiento dañe la credibilidad y el respeto que hemos ganado para el feminismo a costa de muchos años de trabajo y de sacrificios no conocidos y tantas veces despreciados.Porque deseo lo mejor para las mujeres, no puedo, en manera alguna, aprobar que se las trate con la falta de respeto, de afecto, de dignidad que supuso la práctica de los abortos públicos en los Hogares Mundet. Porque estoy convencida de que el feminismo es, a la vez que un movimiento social y que una ideología filosófica, una actitud de amor hacia los más desamparados, no puedo aceptar que una operación tan desagradable como el aborto que debe ser decidida cuando no existe otra solución para no crear más problemas a la mujer, sea practicada con tanta frialdad, con esa irresponsable alegría y publicidad con que se realizó. Porque la ética feminista exige que se valoren y se definan los comportamientos que merecen tal calificativo y porque la ética y la estética están íntimamente ligadas, me resulta asqueante la visión de las operaciones de los Hogares Mundet y la insensible exhibición de los embriones"en botellas de agua mineral.
Sentimiento compartido
Sentimiento que comparten conmigo multitud de mujeres y de hombres que me han escrito numerosas cartas en los últimos días. Lo que naturalmente no significaba ni que yo ni mis comunicantes nos opongamos a una regularización de la práctica del aborto mucho más amplia que la permitida hoy en nuestro país.
Quienes estén informados acerca de mi trayectoria profesional y política difícilmente podrán escuchar argumentos tan falsificadores. Lamentablemente, a veces esas cartas son leídas por gente sin información, a la que esa otra gente igualmente desinformada, pero además malintencionada, parece convencer. Y muchas veces también, las más ardientes defensoras de las estrategias más extremistas, en pocos años, y a veces sólo meses, desaparecen del espacio feminista y nunca más vuelve a saberse de ellas. Esas excomuniones del feminismo a que tan aficionadas son algunas y algunos personajillos que plantean siempre las cuestiones en términos maniqueos, lo que quiere decir que o aceptas todo lo que yo digo o te hundo en el infierno, me recuerdan al chiste del borracho que entra en un bar y, dirigiéndose a la concurrencia allí presente, exclama: "¡Todos los que están a mi derecha son unos maricones y todos los que están a mi izquierda son unos hijos de puta.'". Como uno de los presentes se dirigiera indignado a él y replicara: "¡Oigame, yo no tengo nada de maricón!", el borracho contestó: "¡Pues póngase a mi izquierda.'".
Yo llevo tantos años luchando por las mujeres -demasiados para los pocos resultados conseguidos- que nadie tiene derecho a atribuir mi rechazo contra las operaciones públicas de aborto con exhibición de embriones a que me alineo ni con la derecha ni con el poder en ningún sentido del país con el fin de obtener un puesto en el Estado o quién sabe qué otros beneficios inconfesables. Y mucho menos cuando quien o quienes me atribuyen tan turbios deseos hace muy pocos años todavía vestían camisa azul con flechas rojas bordadas en el pecho, que esas sí les proporcionaban más de una prebenda. Mi único deseo, que afortunadamente es compartido por muchas otras personas, es que los objetivos feministas se alcancen: la defensa de la dignidad de las mujeres, la ampliación de sus cotas de libertad y de bienestar. Y nada de ello se obtendrá espantando a las amplias capas de la población que se horrorizaron con las operaciones de los Hogares Mundet.
Tanto yo como el Partido feminista de España llevamos muchos años explicando que deseamos liberar a las mujeres de las tareas reproductivas tal y como están programadas en este mundo capitalista, donde todo se vende y se compra. Por ello luchamos también para conseguir respeto por las mujeres que dedican nueve meses de gestación, el parto y el amamantamiento para traer un nuevo hijo al mundo sin que nadie se lo pague, ni se lo reconozca, ni se lo agradezca. Ni siquiera esas femínistas que hacen abortar a las mujeres como si fuera un placer, exhiben los embriones en probetas y después aplauden, pero que jamás dedican una palabra ni un minuto de su precioso tiempo para pedir el salario al ama de casa o subvenciones para las madres. Para preocuparse por estos temas hace falta querer profundamente a los más débiles de la sociedad: las mujeres y los niños. Porque el feminismo es también cariño.
Clase explotada
Observo que es preciso explicar a mis corresponsales que aunque las mujeres constituyen una clase explotada económicamente mediante el trabajo reproductor y el trabajo doméstico, la ideología burguesa ha calado profundamente en muchas mujeres, que reproducen los mismos esquemas burgueses y pequeños burgueses de sus padres. Los ejemplos los tenemos todos los días, como se demuestra por el contenido y el tono de algunas cartas recibidas en este diario de mujeres que recurren a la correspondencia periodística para insultarme personalmente, a las que sólo les dedico el desprecio a que sus mismas y sucias palabras les han hecho merecedoras.
Evidentemente, el Partido Feminista desea tener un espacio en el Parlamento. No sé si eso, para algunas feministas, será un grave pecado que tendremos que purgar al estilo cristiano, pero debemos ser las únicas en todo el amplio abanico político del país que merecemos el castigo por tan perverso deseo, puesto que tanto los partidos comunistas que luchan continuamente por asegurarse un espacio como los que se reclaman más a la izquierda de aquéllos han competido en sucesivas contiendas electorales, por más que los resultados hayan sido patéticamente exiguos. Claro que si se cree que la cifra de 3.000 mujeres es una multitud que legitima por su propio peso la actuación de las que efectuaron los abortos, comprendo que se considere un éxito ese mismo número de votos en unas elecciones, que es más o menos el que han obtenido "partidos con una influencia social limitada", a pesar de llevar muchos más años funcionando que el Partido Feminista
Defensa de la maternidad
No deja de sorprenderme la ardiente defensa de la maternidad que hacen mis opositoras mientras se muestran de la misma forma apasionadas defensoras de la práctica de abortos a barullo. Por lo visto, una cosa va con la otra, pero con distingos, ¿verdad? Unas mujeres, a parir mucho y bien, quizá con dolor, que es más natural, y otras, a abortar con público y sin guantes. ¿En cuál de los dos grupos de mujeres se encuentran ellas?.
De la misma fórma que exijo respeto a las madres y a los hijos, con la concesión de ayudas económicas, de asistencia social, de educación y de vivienda, para que, ambos cumplan su destino de seres humanos, exijo que el aborto sea realizado con el mismo respeto, puesto que afecta también a seres humanos. Y la diferencia de respeto que merece la madre y el embrión o feto consiste en todas esas cosas reales que no son mera evocación: la existencia de un ser adulto, convertido en persona precisamente por el tiempo transcurrido y no por ninguna otra operación mágica, como parecen dar a entender, aunque no aclaren en qué consiste precisamente esa diferencia.
Y ese respeto por el ser adulto se traduce, en términos legales, en considerar persorta a la madre y no al feto, y, en consecuencia, permitirle a ella que escoja si quiere transformar el embrión en niño por el mero transcurso del tiempo, sin interrumpir el embarazo.
Tanto una como otra opción -parir o abortar- merecen respeto. Es decir, asistencia sanitaria adecuada, asistencia social y anonimato y privacidad. Todo lo contrario de lo que organizaron las de los abortos de los Hogares Mundet. Porque el feminismo es respeto y cariño por los seres humanos. El feminismo sí es eso.
es feminista.
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