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Aumenta la presión conservadora para reemplazar a George Shultz

Francisco G. Basterra

Aumenta la presión de sectores conservadores para reemplazar al jefe de la diplomacia de EE UU, sólo una semana después de que el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, ganara una batalla al mismo presidente, Ronald Reagan, sobre la prueba del detector de mentiras. La Casa Blanca tuvo que salir al paso, el jueves, de insistentes rumores, sembrados por los sectores mas derechistas de la propia Administración, sobre una eventual dimisión del secretario de Estado. "El presidente tiene total confianza en George Shultz y no piensa realizar cambios en su Gabinete", afirmó un portavoz presidencial.Sin embargo, en el maquiavélico mundo político de Washington esto puede no significar mucho: aunque sus íntimos aseguran que Shultz permanecerá en el Gobierno, otros observadores piensan que no seguirá mucho tiempo al frente de la política exterior.

"Sus días están contados", dijo ayer un portavoz del grupo conservador. Para James Hackett, de la muy conservadora Heritage Foundation,"Shultz se irá, de la misma manera que otros que el presidente dijo que permanecerían en sus cargos". El interesado comentó la semana pasada en la fiesta de Navidad de la Casa Blanca que hay mucha gente que quiere verle fuera de la Administración, y ha explicado a sus íntimos que él todavía tiene excedencia de su puesto de profesor de Económicas de la universidad californiana de Stanford.

Shultz es acusado de falta de sintonía ideológica con Ronald Reagan, algo que sorprende al observador europeo, dado que el secretario de Estado no aparece en absoluto como un blando liberal. Simplemente, sería más pragmático en comparación con el jefe del Pentágono, Caspar Weinberger, su tradicional adversario político, aunque esto también es relativo, ya que Weinberger es más reacio a la utilización de la fuerza militar en la lucha contra el terrorismo. La lista de agravios de los conservadores contra Shultz es muy larga.

En los tres años y medio que lleva dirigiendo la política exterior, Shultz ha propiciado una mezcla de diálogo y presión en las relaciones con Moscú, algo que es rechazado por Weinberger y por el jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), William Casey, que preferirían una política de confrontación.

Shultz defiende que EE UU debe seguir respetando los tratados de control de armamentos, y desaría estimular el comercio con la Unión Soviética. En el conflicto de Angola, el secretario de Estado se opone a armar a los rebeldes de la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), posición que ha sido públicamente defendida por el presidente. En Centroamérica, Shultz es más reacio que la Casa Blanca y el Pentágono a la reanudación de la ayuda militar a la contra nicaragüense.

Pero lo que verdaderamente saca de sus casillas a los conservadores es la derrota que sufrieron hace meses cuando fracasaron en su intento de imponer a Shultz embajadores políticos para sustituir a embajadores de carrera considerados blandos.

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