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George Miles, o cómo un escritor húngaro puede ser una institución británica

Cuando a un inglés le cae simpático un extranjero, es fácil que lo invite a cenar rosbif el sábado por la noche y, una vez en su casa, al calor del oporto, le regale How to be an alien (Cómo ser un forastero), libro con tal capacidad de reproducción que su autor, el húngaro George Mikes, ha perdido la pista del número de reimpresiones desde 1946. Mikes, que visitó recientemente España lo escribió con difusa aprehensión: afirmaciones del tipo "los forasteros tienen alma; los ingleses, no" le habían hecho temer incomprensión y revancha, sin recordar que él mismo había escrito: "En Inglaterra todas las cosas van al revés". Así, condecorado por la imprenta, Mikes se fue convirtiendo en una institución nacional, como la pasión por las colas, el arenque al desayuno o la hierba de Cambridge.

Mikes escribe un inglés en apariencia sencillo, finísimo, armado de los sobreentendidos que según él son la base del humor británico. Lo habla con el suave acento extranjero que tenían los caballeros encarnados en el cine por Charles Boyer o Eric von Stroheim.Mikes pertenece a una de esas familias que consideran que el periodismo no es ocupación de señores y que, al igual que otras familias del mismo tipo en España o Argentina, por ejemplo, obligaron a sus herederos a estudiar derecho. Terminó y le faltó tiempo para hacerse periodista de A Reggel (La mañana), en Budapest. Escribía sobre teatro, cine y cosas así. Su director le anunció un día que tenía 24 horas para viajar a Londres, a cubrir la crisis de Múnich. "Es que estoy cambiándome de casa", le dijo Mikes. "Por eso vas mañana, y no hoy". "Llegué para quince días, y allí estoy desde entonces", dice. Sus ojos negros brillan tras un montón de arruguitas que le han salido de reír.

Ya había escrito algunos libros cuando se le ocurrió un pequeño ejercicio sobre la condición del forastero en Gran Bretaña. (Aunque alien es más que forastero, "tiene un componente legal", explica). Le ofreció su obra a otro jóven emigrante húngaro que, como no tenía nada mejor, "la aceptó con un suspiro". Convencieron después a Nicholas Bentley de que lo ilustrara, y sus dibujos -que demuestran que la linea clara no es sólo francobelga- han contribuido de forma considerable a su éxito legendario. La antigua editorial de Mikes se hundió y la nueva, que junto al fibro de Mikes había publicado Los desnudos y los muertos, de Norman Mafler, prosperó.

¿Desea usted ser pobre?

La triple afianza de escritor-editor-dibujante ha funcionado en más ocasiones, y un par de docenas de libros después, Mikes dedicó así su obra Cómo ser pobre: "Este libro está dedicado a mi amigo y editor André Deutsch, sin cuya amable ayuda nunca me las hubiera arreglado para permanecer pobre". Su libro comienza con un gran conocimiento de las pasiones humanas: "¿Desea usted sinceramente ser pobre?"Mikes visitó de nuevo España, hace unos días, para asistir a la celebración de los 50 años de la editorial Penguin. Según dice, siempre le interesó este país porque le recuerda al suyo, porque la gente parece orgullosa y, sin embargo, amable con el extranjero que les gusta. Mikes ha escrito libros sobre los suizos, los franceses, los suramericanos y los japoneses, que agotan las tiradas. Ha escrito 56, pero sabe que será siempre considerado como el autor de uno solo. "No me importa. Me ha dado tanto a mí como yo a él".

"Gran cosa, el sentido del humor", concede y consigue que su tono no sea ni profesoral, ni pedante, ni tan siquiera intelectual cuando abstrae y define: "Revela un sentido de las proporciones en quien lo tiene, tolerancia. Se sabe que el hombre no es perfecto y así es más fácil vivir".

Mikes sólo confiesa un vicio: no está dispuesto a escuchar las gracias del prójimo. "Porque la gente considera que un humorista no es alguien que cuenta historias graciosas, sino alguien a quien se le cuentan historias graciosas". Como se ha encargado de difundir bien su manía en Inglaterra, ya sólo los pelmas extranjeros le pretenden colocar sus chistes.

No cree el escritor que él sea el paradigma del humor inglés, aunque muchos así lo consideren. A fin de cuentas, fue él quien penetró el alma profunda de las islas y dejó escrito: "Los europeos tienen vida sexual; los ingleses tienen botellas de agua caliente".

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