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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nueva oferta de Moscú

LAS DECLARACIONES de Mijail Gorbachov a los ganadores del Premio Nobel de la Paz de este año y un artículo de Pravda han colocado en el primer plano de la actualidad la cuestión de los ensayos de armas nucleares. Uno de los pocos aspectos en que la carrera de armamentos ha sido limitada con cierta eficacia ha sido mediante la prohibición de dichas pruebas; el Tratado de 1963, que las prohibía "en la atmósfera, en el espacio ultraterrestre y en el mar", permitió interrumpir un proceso que amenazaba con envenenar en unas proporciones aterradoras el entorno de la vida humana. Pero ese Tratado dejaba abierta la posibilidad de las pruebas subterráneas; de esta forma, la creación de armas nucleares cada vez más destructivas y sofisticadas ha sido posible, en una medida apreciable, gracias a las pruebas nucleares subterráneas llevadas a cabo, con relativa frecuencia, por la URSS y EE UU, y en menor medida por China, Francia y el Reino Unido.Cuando en 1985 apareció en el horizonte internacional la perspectiva de la reunión Reagan-Gorbachov, se reabrió el debate sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo prohibiendo las pruebas nucleares. En un artículo en el New York Times el veterano periodista norteamericano James Reston destacó que un acuerdo en Ginebra sobre ese punto podría tener una importancia decisiva; prohibir los ensayos supone, en la práctica, paralizar la creación de nuevas armas; no se pueden incluir en los arsenales operativos armas sin probar. Por parte soviética, Gorbachov tomó una decisión audaz que le permitió cosechar cierto éxito en el terreno de la propaganda: declaró una moratoria unilateral de las pruebas soviéticas hasta el primero de enero de 1986, llamando a EE UU a tomar una medida paralela, lo que permitiría discutir en un clima más favorable, una prolongación de la moratoria o una prohibición permanente.

La moratoria unilateral anunciada por Gorbachov está, pues, a punto de concluir; y con este motivo, la URSS ha tomado una nueva iniciativa, que se ha hecho pública hace unos días mediante unas declaraciones de Gorbachov y un editorial en Pravda. Hasta ahora, la razón principal invocada por los dirigentes norteamericanos para rechazar la propuesta soviética ha sido la imposibilidad de verificar su aplicación efectiva con los medios actuales, sin tener la posibilidad de inspecciones in situ. Y precisamente en este aspecto reside la novedad de las recientes declaraciones de Moscú. Durante la larga etapa de Gromiko, una de las constantes de la diplomacia del Kremlin ha sido la negativa a inspecciones internacionales en el territorio de la URSS, alegando que serían "operaciones de espionaje imperialista". Con Gorbachov, la posición soviética ha empezado a modificarse en este punto esencial. Otro factor importante fue la declaración solemne, en vísperas de la cumbre de Ginebra, de cinco jefes de Estado y de Gobierno: Miguel de la Madrid, de México; Raúl Alfonsín, de Argentina; Julius Nyerere, de Tanzania; Olof Palme, de Suecia, y Andreas Papandreu, de Grecia; en ella ofrecían a Reagan y a Gorbachov su colaboración directa para establecer un sistema de control efectivo, si se llegase a un acuerdo prohibiendo las pruebas nucleares. En sus últimos pronunciamientos, la URSS dice que está dispuesta a ir más allá de esa propuesta de los cinco; y a aceptar inspecciones en su territorio.

Hasta ahora, las reacciones del portavoz de la Casa Blanca, Larry Speakes, han sido ambiguas; de un lado, acoge con satisfacción la posibilidad de inspecciones o visitas mutuas; pero rechaza que éstas se vinculen a la prohibición de las pruebas. Esta respuesta es totalmente insuficiente, ya que lo decisivo es lograr que se acaben de una vez las pruebas nucleares; si ahora, por fin, se puede lograr un sistema de control con inspecciones in situ -lo que siempre ha pedido EE UU en numerosas negociaciones-, sería incomprensible una actitud negativa por su parte.

En el comunicado conjunto aprobado por Reagan y Gorbachov en la cumbre de Ginebra se establece con claridad que "no se puede ganar una guerra nuclear", y que no tiene sentido emprender tal guerra. Pero faltan decisiones prácticas que empiecen a romper ese círculo vicioso, realmente demencial, en el que vivimos: una acumulación incesante de armas con las que se sabe que no se puede vencer al otro, sino únicamente destruir la humanidad. Un acuerdo para prohibir las pruebas nucleares sería un paso concreto en esa dirección. Es, además, algo que no afecta a la discrepancia esencial que aparece hoy en primer plano entre Moscú y Washington: las armas defensivas en el espacio. Por tanto, EE UU debe estar en condiciones de adoptar, en cuanto a la prohibición de los ensayos, una actitud positiva que permita dejar abierto el camino de un acuerdo, a pesar de que termine el plazo de la moratoria soviética. La opinión mundial es muy sensible a esta cuestión y tiene hoy la sensación de que un acuerdo es posible si efectivamente Washington lo quiere.

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