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"CUMBRE" EN GINEBRA

EE UU descarta que se alcancen acuerdos históricos

El primer apretón de manos entre Reagan y Gorbachov se presenta como el comienzo de un nuevo diálogo

Francisco G. Basterra

FRANCISCO G. BASTERRA

"La vida no se acaba el 21 de noviembre". Esta frase del secretario de Estado, George Shultz, trata de reflejar el sentido que Estados Unidos concede a la cumbre que comienza mañana en Ginebra, y que,por primera vez desde 1979, reúne a los líderes de las dos superpotencias. Para los norteamericanos, el primer apretón de manos que a las diez de la mañana se darán Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en las escalinatas que conducen al palacete de Fleur d'Eau, donde se celebrará la primera jornada de la reunión, es el comienzo de un proceso dirigido a buscar un acomodo entre los dos países mediante un nuevo diálogo, congelado desde la invasión soviética de Afganistán, en las navidades de 1979. Estados Unidos descarta de antemano la posibilidad de lograr en Ginebra acuerdos históricos sobre control de armamentos o conflictos regionales, los dos puntos principales de la agenda de la reunión.Las enormes diferencias que separan a ambos países sobre estas cuestiones no han podido ser limadas en las negociaciones previas a la cumbre. Aunque Reagan ha calificado la reunión como "una oportunidad histórica para establecer un rumbo más constructivo y estable hasta el siglo XXI", a lo más que aspira la Casa Blanca es a reducir durante estos días las diferencias entre EE UU y la URSS.

El realismo hace excluir a Washington el logro, en las próximas 48 horas, de un acuerdo de reducción de armas nucleares. Será imposible deshacer aquí el verdadero nudo gordiano. Reagan llegó ayer a Ginebra decidido a no negociar la guerra de las galaxias por una drástica disminución de los misiles más desestabilizadores, los de primer golpe: los estratégicos que pueden alcanzar a la otra superpotencia desde el territorio del adversario.

Gorbachov, por su parte, no accederá a una reducción de misiles ofensivos sin que EE UU se comprometa a detener. el programa de defensa espacial, conocido como Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), que no tolera ni en su fase de investigación. Para Moscú, el SDI es un sistema de primer golpe y no defensivo.

Temas bilaterales

Los expertos independientes aseguran que es inconcebible un acuerdo sin algún tipo de limitación en la defensa. Toda la expectación del encuentro puede diluir se finalmente en la consecución de acuerdos en temas bilaterales, y en la promesa de continuar el diálogo con reuniones anuales al máximo nivel.

La opinión pública, sobre todo la europea, quedará probablemente defraudada si los dos grandes no alcanzan algún acuerdo sustancial en el control de las armas nucleares. El sentido de drama histórico y de simbolismo que rodea a una cumbre, que será reflejada por 2.600 periodistas de todo el mundo, provoca siempre unas expectativas que normalmente no suelen cumplirse. Pero la realidad de la política internacional no se compadece de esta visión simplista.

Estados Unidos ya ha advertido que no cabe esperar un acuerdo importante que despeje el terror a la guerra nuclear. Sin embargo, la cumbre, la novena desde Yalta, es importante por la nueva atmósfera que puede crear en las relaciones entre las superpotencias. La impresión que se causen sus dos líderes puede determinar el rumbo de la política internacional en los próximos años.

"No existe ninguna posibilidad de un avance espectacular en la cuestión del control de armamentos", ha explicado el embajador Paul Nitze, principal asesor del presidente norteamericano en estas cuestiones. Para George Shultz, sólo hay entre un 20% y un 40% d e posibilidades de que se determinen estos días unos principios generales, capaces de hacer avanzar las negociaciones de Ginebra.

La realidad es que los esfuerzos negociadores de las dos semanas previas a la cumbre no han dado resultado alguno y, en consecuencia, como ha recordado Henry Kissinger, ex secretario de Estado, la reunión al máximo nivel no suele acordar nada que no esté ya decidido de antemano. Tampoco parece que se logre una declaración final conjunta.

Interesa seguir hablando

Para El UU, el éxito o el fracaso de la cumbre no se debe juzgar por los acuerdos alcanzados en dos días en Ginebra. El verdadero valor, afirmó un alto funcionario de la Casa Blanca, "se deberá medir por el comportamiento posterior en la escena internacional de los dos países. Y esto no se podrá calibrar el 21 de noviembre".

Para algunos, como el embajador Paul Nitze, el fracaso consistiría en que los dos líderes no lograran un acuerdo para continuar las discusiones y el proceso de negociación de armamentos. La reunión sería positiva si provocase un ímpetu en las negociaciones de Ginebra en los próximos meses. Otros, como el ex secretario de Defensa Harold Brown, exigen más y piden para hablar de éxito el establecimiento de unos principios encaminados a negociar la reducción de arsenales nucleares. Si no se logra al menos esto, se produciría "una peligrosa erosión de los actuales tratados de control del armamento atómico", opina Brown.

Reagan busca fundamentalmente en la capital suiza disipar la desconfianza mutua que ha hecho retroceder las relaciones a cotas de tensión propias de la guerra fría. Para ello, afirman sus asesores, está dispuesto a reducir su propia retórica primaria anticomunista y a aceptar la legitimidad de los intereses históricos de Moscú. La pasada semana, el presidente realizó su autocrítica diciendo que no fue correcto calificar a la URSS como imperio diabólico, pero explicó: "También ellos nos han llamado a nosotros caníbales". El presidente estima, según afirmó su consejero nacional de Seguridad, que el diálogo personal de ocho horas con Gorbachov puede servir para disipar los miedos que alberga la URS S respecto a Estados Unidos.

El presidente, que ha llegado a Ginebra con un estado de ánimo mezcla de calma y excitación, y dispuesto a dejar fluir su adrenalina en su primer encuentro con un líder del Kremlin, utilizará en las conversaciones una actitud "firme pero razonable". Esto se traduce en que realizará una reafirmación de la bondad de su proyecto de sistema de defensa espacial, conocido como guerra de las galaxias, que insistirá en continuar hasta conocer al menos su viabilidad.

La firmeza se aplicará por igual a la denuncia del expansionismo soviético en el Tercer Mundo y a las críticas de la política de derechos humanos de la URSS. Sin discutir el fondo de estas diferencias fundamentales, sobre todo ideológicas, Washington entiende que no podrá establecerse una relación fructífera con Moscú.

Reagan, que es un hombre de fuertes convicciones, piensa que su encanto personal y la firmeza de su ejemplo pueden persuadir a Gorbachov. "No me hago ilusiones sobre un cambio del sistema soviético", admitió hace uno! días Reagan; pero uno de sus principales asesores explicó: descartada la posibilidad de que cambiemos su sistema para imponer el nuestro, "por la persuasión del ejemplo podemos estimular a otros a imitarnos". El presidente ha llegado a la conclusión de que la política de enfrentamiento de la guerra fría o el intento de que la URSS cambie su sistema no han funcionado, y cree llegado el momento de cambiar de rumbo, sobre bases realistas, en las relaciones con la URSS.

Esto no significa necesariamente que la cumbre vaya a saldarse con un fracaso. Ninguna de las dos partes, por razones diferentes, está interesada en regresar a Washington o Moscú con las manos vacías. Para Reagan, que ya enfila la última parte de su presidencia, sin posibilidad de reelección, con 74 años y un cáncer extirpado pero amenaza reproducirse, ésta puede ser su última oportunidad de dejar un legado histórico en política exterior.

Un fracaso para establecer en Ginebra la agenda de un nuevo diálogo con la URSS, que condujera antes de que deje la presidencia en 1988 a un acuerdo de reducción de armas nucleares, imposibilitaría este objetivo histórico. Todos los presidentes anteriores lograron algún tipo de acuerdo armamentista con la URSS.

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