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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La salud y sus métáforas

CocoonEn películas y obras de teatro se ha abordado varias veces el tema de la inmortalidad o de la posibilidad de retroceder en el tiempo. No siempre la reflexión concluye de manera pesimista, aunque ese fuera el estilo de la Simone de Beauvoir en Todos los hombres son mortales, o el de Max Frisch en Biografía.En Cocoon la cuestión se plantea en términos de comedia fantástica, en la que unos extraterrestres desempeñan un papel positivo, puesto que, gracias a ellos, unos ancianos recuperan la salud y la vitalidad de sulejana juventud. Y lo más divertido de la película de Ron Howard es ver lo que hacen los viejecitos con su recién recobrada fuerza. De entrada, se deciden a hacer el amor a sus esposas legítimas para, a continuación, llevarlas a bailar y comenzar a interesarse también por otras señoras con las que no les une lazo religioso o jurídico alguno.

Director: Ron Howard

Intérpretes: Don Ameche, Wilford Briniley,'Huíne Cronyn, Brian Dennehy, Jessica Tandy, Talinee Welch, Tyrone Power Jr., Maureen Stapleton, Gwen Verdon. Guión: David Superstein y Toni Benedeck. Fotografía: Don Peterman. Música: James Horner.Estadounidense 1985. Estreno en Madrid: cines Infante y Urquijo.

Al final, cuando los marcianos se dan cuenta de lo que está sucediendo, ofrecen a Don Ameche y sus colegas la inmortalidad a cambio de que les acompañen en el viaje de vuelta. Y los abuelos aceptan. Para ellos la única diferencia entre ser joven o ser viejo estriba en la disminución de la capacidad sexual. Este centrarlo todo en la libido no tiene en el filme ninguna consecuencia negativa. Los protagonistas son modelo de fidelidad y sus coqueterías con otras mujeres no trascienden nunca el terreno de eso, de la coquetería. Tampoco sus miradas se desvían demasiado de sus legítimos objetos de deseo, renunciando a las angustias de un profesor Aschenbach. En Cocoon no hay lugar para viejos verdes.

La película fue presentada en medio de gran expectación en el reciente Festival Internacional de Cine de San SebastiánÍ y allí alcanzó, gran popularidad su actor principal, el veterano Don Ameche, que dio pruebas de su lucidez, largamente apreciada por los grandes directores de Hollywood, de donde procede su arte.

Amable y divertido.

El filme resulta amable y divertido, organizado con buen ritmo, y a las situaciones no les falta ingenio e imaginación, méritos que dependen mucho más del guión y de la tranquila asunción de la trivialidad de los planteamientos que del trabajo del director, ilustrador mediocre de las ideas de otro. Basta con fijarse en el tipo de fotografía, muy poco acorde con las necesidades de una comedia, para delimitar el alcance de Cocoon.

El mito de la eterna juventud tiene su vertiente patética cuando se aplica a seres que ven llegar la vejez desde una madurez angustiada; pero aquí, contemplado desde una perspectiva que parece la de unas seniles vacaciones hechas de ligues y bailoteos, queda libre de connotaciones negativas.

Es en el espacio off donde viven los desastres, como el de haber convertido la felicidad en sexo, el no sentirse solo en agradables baños comunitarios en una, piscina cubierta, o el tener 40 ó 50 años en sinónimo de auténtica marcianidad. Que la magia de muchas cosas dependa, precisamente, de su condición de efimeras e irrepetibles no interesa a los, autores de Cocoon, que prefieren mostrarnos a sus veteranos protagonistas practicando breakdance.

Uno de los grandes aciertos de Cocoon consiste en haber llevado ese juego de recuperación de la juventud al proceso de elaboración del casting. Así, la mayoría de los ancianos son viejas glorias del Hollywood de los años cuarenta y la parejita de adolescentes que se enamora y monta- un idilio transespacial- lo de Starman se va a convertir en moda, y dentro de poco tendremos los primeros retoños hijos de marciano y terrícola- tiene como padres a Tyrone Power y a Raquel WeIch.

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