Galicia, una hoguera cada verano
El fuego ha arrasado en los últimos años en Galicia una superficie mayor que la de la provincia de Pontevedra. Pese a que los gallegos son conscientes de las graves consecuencias de los incendios forestales, este verano han quedado arrasadas 73.720 hectáreas en los 4.361 incendios declarados, la mayor parte de ellos intencionadamente. Un muerto y varios heridos en las tareas de extinción, aldeas desalojadas y media docena de presuntos pirómanos detenidos es el balance de la dura batalla que Galicia ha librado este verano por salvar sus montes.
A Emilio García Ayala le importó poco confesar a la pareja de la Guardia Civil que lo detuvo en el municipio de Oute de Re¡ (Lugo), que había prendido fuego al monte "como venganza" porque en un bar próximo le habían servido un copa de coñá de inferior calidad a la que él había solicitado. Otros, sorprendidos después de haber dejado tras sí varias hectáreas de ceniza dijeron que sólo habían salido a fumar un cigarro, asar un chorizo o matar alimañas. Unos y otros no repararon en que su imprudencia iba a motivar la desaparición de miles de hectáreas de arbolado.Son las mismas excusas de siempre. Nadie confiesa haber actuado de forma consciente, pese a ,que en la parroquia de As Neves, en la provincia de Pontevedra, fueron encontrados, este mismo mes, pequeños artefactos de fabricación casera, compuestos de pólvora y sustancias inflamables y que, activados a distancia, sirven para iniciar el fuego.
Las cifras, no por repetidas pierden actualidad. En Galicia, el 70% de los incendios forestales -índice que en la provincia de Lugo se eleva al 80%-, es provocado por el hombre, por descuido, indiferencia o intereses económicos concretos. De poco ha servido, por el momento, el plan de prevención establecido por la Xunta, y definido por algunos como guerra de guerrillas, en el que se invirtieron 950 millones de pesetas que permitieron el establecimiento de una red de vigilancia y la creación de 500 grupos de pronto auxilio.
Los gallegos conocen bien el monte y ello les permite burlar con facilidad la vigilancia para encontrar el momento preciso de iniciar un incendio. Detrás de esta actitud dicen los especialistas que hay múltiples causas: quema de matorrales de forma incontrolada, venganzas, pleitos, especulación de terrenos, oposición a los cotos privados de caza, reacciones contra el Icona, o, simple negligencia. Incluso se ha llegado a asegurar que los maderistas podrían ser los inductores para adquirir la madera a un bajo precio. De las especulaciones no se salvan ni los contrabandistas, quienes de esta forma, se dice, tratan de distraer la atención de las fuerzas del orden para realizar sus desembarcos.
Lo cierto es que, mientras se discuten las causas, se organizan jornadas en las que se pone de manifiesto la necesidad de una ley de incendios forestales, o se llevan a cabo estudios que apuntan a la necesidad de que las primeras acciones preventivas deben de ser sobre todo legislativas, Galicia sigue siendo, cada verano, una hoguera.
Este año ha sido especialmente duro para los montes gallegos. Las estadísticas dicen que de los últimos 20 años, sólo en 1981 se lograron superar los 4.361 incendios de este verano, y que sólo en cinco ocasiones se superaron las 73.720 hectáreas que en los últimos meses quedaron calcinadas por el fuego. Curiosamente, la provincia de Lugo, pese a ser la que menor número de siniestros registró, es una de las que figura con mayor número de hectáreas arrasadas, 22.348, muy cerca de la de Pontevedra en donde desaparecieron 23.057 hectáreas, pero en la que el número di fuegos se elevó a 1.317.
Catástrofe ecológica
Con estas cifras en la mano, las asociaciones ecologistas han comenzado ya a sacar las primeras conclusiones. Arco Iris asegura que casi el 4% de la superficie destinada a monte en Galicia ha sido pasto de las llamas este año, por lo que califica la situación de "gravísima catástrofe económica y ecológica". Según el informe de esta agrupación, la erosión avanzará el próximo invierno tres o cuatro puntos hasta alcanzar un 10% del total del territorio de la región, afectando gravemente a cerca de 250.000 hectáreas que corren serio peligro de desertización.De igual forma, la asociación calcula que se han perdido casi dos millones de toneladas de tierra vegetal, cuya recuperación será casi imposible, y que los perjuicios económicos en productos primarios pueden ascender a 3.000 millones de pesetas, mientras que las derivadas de¡ gran impacto ambiental pueden acercarse a los 20.000 millones de pesetas.
Por su parte Adega (Asociación para la Defensa Ecológica de Galicia), ha acusado a las autoridades de no adoptar medidas eficaces para solucionar los atentados ecológicos que suponen los incendios forestales.
Quienes acuden a las estadísticas y a los estudios comparativos no pueden por menos que ofrecer un diagnóstico catastrofista. De mantenerse la actual situación, las llamas pueden haber arrasado a finales de siglo una superficie equivalente a la de todo el país gallego. Desde el año 1981, los incendios forestales aumentaron en un 157% y casi la mitad de los que se producen en España tienen por escenario los montes gallegos.
Las campañas, los llamamientos casi constantes y las inversiones parecen haber servido de poco. El hecho de que los vecinos se vean despojados de las tierras dedicadas al pasto, el no sentirse propietarios o perder la propiedad del monte, la caza, la venganza ante sanciones de la Administración, los contenciosos entre habitantes y pueblos por la propiedad del monte, la piromanía y la transformación de tierras hacen que más del 70% de los incendios que se producen tengan un único origen: el hombre. Y ello lo confirma no sólo la presencia de distintos núcleos de fuego en la mayor parte de los incendios, sino también el hecho de que un alto porcentaje de ellos se inicien a primeras horas de la mañana o últimas de la tarde, cuando son menores las posibilidades de que los causantes sean descubiertos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.