La expansión económica y el control del dólar, claves de la nueva estrategia para afrontar el problema de la deuda
La adopción de claras medidas expansionistas que favorezcan un crecimiento sostenido en la economía mundial, así como la ratificación de la reciente política de intervención en los mercados para controlar la evolución del dólar, han constituido la clave de la nueva estrategia para afrontar el problema de la deuda exterior del Tercer Mundo (que supera los 800.000 millones de dólares), que ha surgido de la 40ª Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial, cuyas sesiones concluyeron ayer en Seúl.
Jacques de Larosiere, director gerente del FMI, endosó ayer en la conferencia de prensa final esta nueva estrategia de relanzamiento económico como fórmula de superación de los actuales problemas de la economía mundial, pero advirtió que el éxito de la misma depende de la colaboración de todas las naciones, fundamentalmente las industriales. Sin mencionar a la Administración Reagan por su nombre, De Larosiere manifestó que sin una política firme de control del dólar y del déficit fiscal norteamericano, "muchos esfuerzos resultarán baldíos".Sin duda, lo más llamativo del encuentro de Seúl ha sido el profundo giro que ha supuesto, dentro de sus anteriores planteamientos, la confirmación de la existencia de una nueva postura de la Administración Reagan respecto al dólar y al problema de la deuda del Tercer Mundo. Consciente de que sus propios problemas domésticos (déficit fiscal elevado y déficit por cuenta corriente por encima de los 150.000 millones de dólares) están directamente conectados con los del resto del mundo. Washington ha sorprendido con una iniciativa que descansa sobre tres ideas básicas.
En primer lugar, el endeudamiento del Tercer Mundo sólo se podrá atajar si las naciones en desarrollo crecen a un ritmo suficiente como para generar dinero con el que puedan hacer frente a sus deudas. Para crecer será necesario, indudablemente, dinero fresco con el que, aparte de resultar menos doloroso el ajuste que requieren sus economías, puedan abordar nuevos proyectos de desarrollo. Para este fin, Washington ha solicitado a los bancos privados y a las agencias multilaterales de ayuda que inyecten en el mundo endeudado 29.000 millones de dólares adicionales (un 2,5% más del principal de la deuda actual) durante los próximos tres años.
Contra el proteccionismo
En segundo lugar, la política de crecimiento sólo podrá tener éxito si las naciones que están en condiciones de adoptarla deciden hacerlo. Washington parece haber convencido a la República Federal de Alemania, Japón y el Reino Unido -los únicos países en el mundo industrializado que no presentan desequilibrios en sus economías después de varios años desajuste- para que, mediante decididos recortes impositivos y una amplia reducción de sus barreras proteccionistas, estimulen abiertamente sus economías.En tercer lugar, Estados Unidos ha reconocido que muchos problemas presentes, de la economía mundial son consecuencia del alto valor del dólar y que las tensiones proteccionistas internas son fruto del desequilibrio de su balanza de pagos por cuenta corriente. La elevada cotización del dólar, además, está vinculada con el nivel de los tipos de interés que, a su vez, es consecuencia de las necesidades de financiación del déficit fiscal norteamericano. Washington ha aceptado, junto al resto del grupo de los cinco, intervenir en los mercados de cambio y tratar así de acercar la cotización del dólar a un nivel más acorde con la realidad.
Sin negar el profundo cambio que la nueva estrategia de Washington significa en relación a anteriores planteamientos, existen, sin embargo, muchas dudas sobre si la nueva política funcionará. Muchos expertos han levantado su voz llamando la atención sobre el enorme voluntarismo que encierran las propuestas del secretario del Tesoro estadounidense, el tejano James Baker. Uno de ellos ha sido el ex canciller alemán Helmut Schmidt, que ha escrito un demoledor artículo periodístico al respecto, defendiendo, por un lado, algunos planteamientos técnicos de la iniciativa, pero atacando su inconsistencia formal.
Quizá la mayor crítica que se pueda hacer a la nueva estrategia es la ausencia de garantías para que los bancos privados continúen aportando dinero con el que financiar las nuevas aventuras desarrollistas del Tercer Mundo. Escamados por la experiencia del pasado y debilitados internamente por la falta de pago, muchos bancos necesitarán algo más que consejos antes que inyectar dinero fresco en algunos países. La negociación pendiente con México para el próximo mes será, sin ninguna duda, la prueba de fuego de esta estrategia.
Pero el punto más endeble de la nueva estrategia quizá se encuentre en la contradicción que existe entre la intervención en los mercados de cambio y las políticas de estímulo económico en los países industriales.
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