Orson WeIles, padre del cine moderno, muere a los 70 años
Orson Welles, autor de una representación radiofónica sobre La guerra de los mundos que marcó la historia de la radio y de la comunicación, y de películas como Ciudadano Kane, hito de la cinematografía mundial, fue encontrado ayer muerto por su conductor, que llegó a recogerlo a las 10 de la mañana, en el dormitorio de su casa de Los Ángeles. Murió pacíficamente, de un ataque al corazón, mientras dormía. Al conocer la noticia, el director John Huston declaró: "No hay otra figura en la comunidad de Hollywood que haya hecho mejor uso de su talento".Según portavoces de la policía, las causas de la muerte fueron, al parecer, naturales. Luego se habló de posible fallo cardiaco. El Hollywood que le dio la espalda tantas veces y que pretendió ignorarle durante los últimos 15 años, recibió algo fríamente la noticia de la muerte. En su última conferencia de prensa, concedida hace tres años, Welles declaró que siempre se había sentido cercano a la muerte, desde que tenía 10 años, y casi la había considerado una vieja amiga. "Siempre he vivido en su presencia", confesó, "consciente de que sin ella la vida sería ridícula y aburrida, y ahora estoy más cerca de ella que nunca".
Welles, que sufría de obesidad, había sido tratado recientemente a causa de problemas cardiacos y diabetes, según dijo un sargento de la policía de Los Angeles.
Ésta es la tercera víctima de Hollywood en una semana, tras Rock Hudson (2 de octubre), y Yul Brynner (ayer). En París, Simone Signoret murió el 30 de septiembre.
Welles -que nació en Kenosha, Wisconsin, el 6 de mayo de 1915- era hijo de una sufragista y pacifista encarcelada varias veces y de un ingeniero que le engendró cuando tenía 65 años.
Era un superdotado. Sabía leer a los dos años, a los cinco escribía obras de teatro y a los siete interpretaba de memoria Rey Lear, de Shakespeare, autor que sobrevoló sobre toda su vida y obra.
A los 10 subió a la escena por primera vez. A los 15 años pisó por primera vez un escenario profesional, en Dublín, Irlanda -representó a un viejo duque de 70 años-, y a los 21, después de terminar la carrera de letras y de ser editor y pintor, una versión suya de Macbeth, con actores negros, entusiasmó. Era la época del New Deal, propuesto por Roosevelt, y Welles promovió una campaña de teatros populares para llevar las obras fuera de las grandes ciudades y de los circuitos comerciales. Entonces montó una obra sobre la guerra civil española.
La voz y el pánico
El 30 de octubre de 1938, cuando ya había formado el famoso Mercury Theatre, junto con John Houseman, el reportero Welles anunció por los micrófonos de la cadena de radio CBS, con su voz famosa: "Llegan los marcíanos".
Era una adaptación realista de la novela La guerra de los mundos, de H. G. Wells, sobre una eventual invasión de la Tierra por extraterrestres violentos. Esa histórica emisión provocó el pánico de numerosos americanos, que creyeron estar escuchando como una retransmisión en directo lo que solamente era pura ficción, e hizo entrar a Welles en la historia de la radiodifusión. Nunca hasta entonces se habían visto las verdaderas posibilidades de la radio.
Welles rodó Ciudadano Kane -una de sus películas más famosas- cuando tenía sólo 26 años. Era su primera película, jamás había tocado antes una cámara de cine y con este filme abrió una era, creando una estética nueva a partir de procedimientos técnicos revolucionarios. El magnate de la prensa Randolph Hearst se reconoció en el héroe del filme -un tiburón de la Prensa dispuesto a todo para hacerse con.el poder- e intentó impedir el estreno de la película, sin conseguirlo. Sin embargo, la industria del cine le hizo el vacío.
Hollywood creía que Welles, con su afición a hacer cine shakespeariano, era demasiado artista para resultar rentable. A ojos de la industria, la desgracia de Welles era que nunca había producido un bombazo cinematográfico que arrasara con las taquillas. Los jefes de estudio se hacían eco del rumor según el cual Welles era un director costoso y de humor difícil, una leyenda desmentida por la gente que trabajó con él.
De 1947 a 1961 sólo pudo rodar tres películas: Otelo (1952), La dama de Shanghai (1947), con Ryta Hayworth, su segunda mujer, y Macbeth (1947).
Autor de obras maestras: Ciudadano Kane, Sed de mal, Los magníficos Amberson, Welles se carecterizó también por sus obras inacabadas, proyectos abandonados, versiones mutiladas o trastorhadas por una mano ajena. No hay, probablemente, en la historia del cine otro caso similar. Entre los kilómetros de filmes inéditos que deja, a veces producidos por él mismo, queda una adaptación desconocida de Don Quijote, en la que trabajó casi 20 años. Algún día, estudiosos y críticos recuperarán estos materiales, como se hizo con Eisenstein, para ofrecernos su propia interpretación de lo que Welles quiso hacer.
Trabajador infatigable, aunque al decir de algunos de sus colaboradores, un tanto caótico y difícil de seguir, Welles se ocupaba ahora de una versión cinematográfica de Rey Lear, personaje shakesperiano que parecía adaptarse especialmente bien a estos últimos años de su vida.
En los últimos tiempos, Welles se había convertido en un personaje de su mismo mundo. Paseaba por las calles de Hollywood su inmensa figura, seguido y acosado por estudiantes y admiradores, sin conseguir ser aceptado en un estudio importante, poniendo su prestigio y su voz inigualable al servicio de una larga serie de anuncios en televisión.
Con España mantuvo una relación que se puede considerar intensa. Aquí rodó Mister Arkadin, filme del que hizo una versión especial para España donde actores españoles, como Amparo Rivelles, sustituían a los internacionales. También rodó Campanadas a medianoche, una de sus películas más memorables, con la que España ganó por segunda vez el máximo premio del festival de Cannes, después de Viridiana, de Luis Buñuel. Posteriormente filmó en Pedraza de la Sierra (Segovia), convertido en Macao, Una historia inmortal.
Orson Welles fue un célebre aficionado a los toros, y en varias ocasiones llegó a declarar que en su primera juventud había querido ser torero, pero no hay muchas pruebas de ello.
Babelia
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