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Tribuna:El cine pierde a un mito y a un gran actor
Tribuna
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La fecunda conexión española de un barroco

No sé si resulta exagerado afirmar que el corazón de Orson Welles, o al menos parte de su corazón, perteneció a España. Durante la guerra civil, Welles puso su voz al documental de Joris Ivens Tierra de España (1937), aunque según su propia confesión le pareció espantoso el comentario escrito por Hemingway y casi llegó a las manos con él por esta causa. Fue la versión con la voz de Orson Welles la que se exhibió en la Casa Blanca ante el presidente Roosevelt, pero luego fue reemplazada por la del propio Ernest Hemingway. Desde este día, la carrera profesional de Welles se entrecruzaría regularmente con paisajes españoles.En 1954, en efecto, rodó Welles Mister Arkadin, basada en una novela suya, cuyo espléndido arranque contiene las imágenes más efectistas que se ha . n rodado nunca en el puerto de Barcelona.

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También rodó para esta película escenas de la procesión de Semana Santa en Segovia, con la mole de su alcázar al fondo, y en otros lugares de la geografía española, en un recorrido barroco y un poco disparatado, que le decidió a comprarse una casa en Ávila y que, por desgracia, sería años después pasto de las llamas, con su extraordinaria biblioteca incluida. Para Campanadas a medianoche (1964-66) volvió a elegir escenarios españoles como fondo del drama shakespeariano de Falstaff: el castillo de Cardona, la catedral de Soria, Colmenar Viejo, etcétera.

Chinchón es Macao

Y cuando rodó para la televisión francesa esa joya que es Una historia inmortal (1966-1968), basada en Isaak Dinesen, tuvo la audacia de transformar a Chinchón en Macao, en una de sus operaciones de prestidigitación escenográfica en las que era maestro.

E Ibiza sería, por fin, el marco de Fraude (1973), en el que con la magia del montaje convirtió en interlocutores a dos personas que jamás estuvieron juntas en el rodaje: al falsificador de cuadros Elmyr de Hory y al falsificador de las memorias de Howard Hughes, Clifford Irving.

Pero el gran proyecto frustrado del Orson Welles español sería su Don Quijote de la Mancha. El proyecto venía de antiguo, pues ya en 1955 había rodado en París unos ensayos interpretados por los actores de origen ruso Misha Auer (Quijote) y Akim Tamiroff (Sancho Panza), intérpretes ambos de Mister Arkadin.

Pero entre agosto y septiembre de 1957 inició en México el rodaje de su proyecto, con el exiliado español Francisco Reiguera (Quijote), un actor muy alto y delgado que había trabajado con Mack Sennett y con André Malraux en L'Espoir, y Tamiroff.

Se trataba de una versión heterodoxa, ambientada en la edad moderna y que concluiría con la explosión de una bomba de hidrógeno. Interrumpido el rodaje por falta de medios económicos y por compromisos profesionales de los actores, en 1966 consiguió Orson Welles avanzar notablemente el errático rodaje de su singular experimento.

Pero la muerte de Reiguera y la ulterior de Akim Tamiroff forzaron al punto final del rodaje. En 1972 anunció por tanto Welles la finalización de su película, al tiempo que indicaba que nunca sería exhibida públicamente.

Expulsado de la ciudadela

Orson Welles amaba los excesos barrocos, el jolgorio de los sanfermines, los toros y los vinos españoles. Las Ventas es un lugar donde pudo fotografiársele.

Llegó a residir prolongadamente entre nosotros, en su exilio de cineasta maldito expulsado de la ciudadela de Hollywood, cerca de donde ayer murió este genio del cine. Y hoy caemos en la cuenta, demasiado tarde, que una buena parte de su obra estuvo ligada profesionalmente y sentimentalmente a nuestro país.

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