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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El primer Arrabal

Fando y Lis es una breve obra de 1955; el entonces joven autor Fernando Arrabal (nació en 1932) estaba atravesando por las corrientes literarias de su tiempo, y no malas: Beckett (el recientísimo Esperando a Godot); la situación teatral metafórica de las personas que viajan hacia un lugar que no saben cómo es ni dónde está; la crueldad-amor del sadomasoquismo; el brillante humor absurdo de La Codorniz; resabios del existencialismo, otros del superrealismo...Cantidades heterogéneas que en esta obra, y en esta representación, no se despegan: al instinto y a la inteligencia de aquel Arrabal hay que atribuir esa unidad que refleja la época y que se sostiene. Y a la Compañía de Actores Sevillanos, algunas inflexiones que la relacionan con el día. Por ejemplo, la conversión en mujer de un personaje masculino secundario resulta en un relieve inesperado del tema femenino; y el leve acento andaluz con que representan modifica, y no desfavorablemente, el humor de algunas partes de la obra.

Fando y Lis

De Fernando Arrabal (1955). Intérpretes.. Paco Piñero, Angeles Neira, Francisco Morales, Luis Alfaro, Concha Távora. Vestuario de Fridor. Música: Francisco Aguilera. Coordinador. Roberto Acuña. Dirección de la Compañía de Actores Sevillanos. Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes. Madrid, 2 de octubre.

Más información
Madrid, París, Texas en Bruselas

Fando y Lis no resulta servil para las corrientes de pensamiento que la influyeron; en su brevedad tiene riqueza teatral, y su desapasionamiento irónico no transmite frialdad. Si hubiese sido representada en España en su momento, habría sido un acontecimiento intelectual. Hoy es todavía algo más que un documento: está viva. La importancia de la representación por la Compañía de Actores Sevillanos es considerable. Acierta a crear una dirección de escena sin al ardes, con poquísimo material escénico pero con unos trajes y nos objetos que toman trascendencia, y la colocación y movimiento de los personajes son ejemplares, y deja existir la obra.

Ángeles Neira hace una interpretación sobria y justa; Paco Piñero va ganando y conquistando su personaje, y la discusión entre Francisco Morales y Luis Alfaro, como su relato final de briznas de historias, consigue buenos momentos teatrales.

Concha Távora tiene una intervención escasa; pone una belleza mágica en el escenario y ofrece el apéndice de lo que toscamente llamamos la condición femenina al complementar el papel de Lis; su dramática ronda final en torno al carrito de la paralítica asesinada -fuera de texto- añade esa sensación de ternura.

Un público predominantemente juvenil asistió a la representación en la Sala de Columnas; rió y aplaudió en varios momentos, e insistió en sus aplausos al final.

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