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El impacto de un asteroide produjo incendios que asolaron la Tierra hace 65 millones de años

Muestras de arcilla procedentes de varios lugares del mundo, entre ellos España, han permitido a científicos norteamericanos el descubrimiento de ceniza de 65 millones de años de antigüedad, que constituye, en su opinión, la primera prueba concluyente de que el fuego asoló la superficie terrestre y tuvo una contribución importante en las extinciones en masa de los dinosaurios y muchas otras formas de vida.

En un informe publicado en el último número de la revista Science, un equipo de químicos de la universidad de Chicago afirma que las sorprendentemente grandes cantidades de ceniza que aparecen en varias muestras procedentes de distintos países sólo pueden haber sido producidas por llamas o gases calientes y proceden de una densa nube de humo que tuvo forzosamente que producir una densa oscuridad y enfriamiento en la Tierra. De las muestras los teóricos deducen que esta tormenta de fuego fue causada por el impacto de un gran asteroide o cometa.Los hallazgos contribuyen a confirmar la hipótesis, enunciada hace seis años, de que un objeto extraterrestre golpeó la Tierra con tal fuerza, hace 65 millones de años, que los restos sólidos y gaseosos de la catástrofe que pasaron a la atmósfera ensombrecieron el planeta. Bajo la oscuridad permanente, las plantas murieron, los animales fallecieron por la falta de pastos y se extinguieron los predadores que se alimentaban de ellos, lo mismo que más de la mitad de todas las especies vegetales y animales. El hallazgo de ceniza añade el fuego a los elementos de esta catástrofe. Las llamas consumieron oxígeno y envenenaron el aire con monóxido de carbono. El humo absorbió la luz del sol, lo que hizo disminuir espectacularmente las temperaturas del globo.

De esta hipótesis los científicos deducen que los efectos de una conflagración nuclear, el llamado invierno nuclear, serían probablemente más devastadores de lo calculado hasta ahora.

Los investigadores, Wendy S. Wolbach, Roy S. Lewis y Edward Anders, estaban buscando otra cosa cuando encontraron la ceniza. Querían confirmar la hipótesis de la catástrofe global, enunciada por el físico norteamericano Luis Alvarez, premio Nobel, y su hijo el geólogo Walter Álvarez. Buscaban, en muestras de arcilla procedentes de Dinamarca, España y Nueva Zelanda, indicios de gases nobles, tales como xenon y neon, muy raros en la superficie terrestre. Las muestras procedían de los mismos sedimentos donde los geólogos habían encontrado cantidades anómalas de iridio, un elemento raro en la Tierra, pero no en los meteoritos. En el iridio se basó la hipótesis de Álvarez.

Los científicos de Chicago no encontraron rastro de gases nobles en las muestras, pero, al disolverlas para su análisis, hallaron cantidades significativas de ceniza en forma de pequeñísimas partículas. El examen de las partículas con el microscopio electrónico permitió determinar que su estructura es característica del carbono procedente de llamas y que su origen más probable es el incendio de vegetación.

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