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Tres meses del presente y el pasado del arte

Una delicada exportación

Andrés Ortega

La generosidad española al traer tantas buenas obras a Bruselas estaba en boca de los críticos belgas presentes ayer en el pase privado de la exposición Los esplendores de España y las ciudades belgas, 1500-1790, que hoy se abrirá al público. La exposición impresiona por su calidad. De esto no hay duda alguna. Se preguntan incluso varios de los presentes cómo era posible que España hubiera decidido sacar tantas buenas y delicadas obras fuera del país. Esplendores está formada por 200 piezas, la mitad de ellas traidas de diversos lugares de España, de la cuales unas 40 provienen del Museo del Prado.

Fue Ignaz Vandevivere, profesor de Historia del Arte en la universidad de Lovaina-La Nueva, el cicerone del Príncipe de Asturias y de los monarcas belgas en su recorrido por las salas, repartidas según cuatro grandes temas: el marco territorial (dominado por la Vista de Toledo, de El Greco), los personajes políticos de estos dos siglos de historia común, la sensibilidad religiosa (diferente en el arte flamenco y en el español) y la vida de corte y de la gente.

Se trata de ofrecer al público una imagen de las relaciones cultural es entre España y los Países Bajos meriodionales en sus dos siglos comunes. Aunque evitando malos recuerdos. "Los españoles quisieron crear una imagen espléndida, y no escondo que hubo difíciles discusiones en torno a este término", señaló Vandevivere.

Esplendor y palidez

Ilustrativo es ver, prácticamente frente a frente, los retratos de la infanta Isabel Clara Eugenia y el archiduque Alberto de Austria, pues, en su doble versión, reflejan los contrastes culturales: el menor antropocentrismo del barroco flamenco (en este caso Rubens), con los personajes laterales, dando pie al paisaje, frente a la retención -los españoles pintan a las personas como reteniendo su pensamiento, señaló Vandevivere- de la sobria y austera imagen trazada por el pincel de Juan Pantoja de la Cruz. Y también los belgas pudieron descubrir el impresionismo naciente de un Velázquez, o El Greco como icono. Ante una magnífica talla de Cristo agonizante, el profesor belga habló del "dramatismo de la religiosidad española".

En estas salas bien iluminadas se dan cita cuadros como El sueño de Felipe II, de El Greco; el Carlos V de Rubens (prestado por el duque de Alba); Felipe IV, de Velázquez, y otras obras maestras, al lado de las cuales las piezas menores, también de excelente calidad, parecen palidecer algo.

Allí están también los Planetas, de Jacques Jonghelink, que el rey Juan Carlos ha permitido que salieran de la sala de Columnas del palacio de Oriente para venir a Bruselas, donde, como recordó el comisario belga de Europalia, Herman Liebaers, fueron creadas 400 años atrás.

Sorteo de lotería

Ante el San Andrés de los flamencos se anunció la celebración, la próxima primavera, de un sorteo de lotería conjunto en Bélgica y España (una auténtica novedad en Europa), para resucitar y activar la Fundación Carlos Amberes, de Madrid. Se trata así de crear en la capital española un centro similar a la Academia Belga de Roma, al que puedan ir a trabajar artistas belgas.

Con ocasión de esta exposición, se ha publicado un impresionante catálogo en dos e inmensos tomos, en los que colaboran diversos expertos. En cuanto a las medidas de seguridad que rodean esta exposición, no parecen extremas, aunque sí suficientes. Un observador declaró lo fácil que hubiera resultado robar una de estas obras durante la instalación de esta espléndida muestra. Pues espléndida es. Y a juicio de los críticos, será sin duda uno o el mayor de los éxitos de Europalia.

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