"Que me dejen sola"
Una figura mítica del cine universal, Greta Garbo, cumple hoy 80 años en su casa de la calle 52 de Nueva York, seguramente en la soledad que la acompañó durante casi toda su vida como una aureola de misterio, aun en los tiempos en que su rostro, sus ojos y su voz maravillaban a millones de espectadores en el mundo. Una soledad que eligió voluntariamente, como buscando preservar una intimidad nunca vulnerada, pero que fue compartida en diferentes períodos de su vida por nombres famosos.
Desde 1941 la Garbo, se recluyó en la intimidad de sus recuerdos, escondió sus grandes ojos tras gafas oscuras, nunca concedió entrevistas, rehuyó a sus amigos y visitó muy esporádicamente Suecia, pero nunca se quedó. En este país no tiene parientes, y los amigos de entonces han muerto casi todos. La casa donde viviera, en la calle Blekingeratan, 32, ha sido derribada, pero en Hogsby, un pequeño pueblo al sur de Suecia, donde naciera, se le recuerda con veneración, y las autoridades municipales han resuelto hacerle llegar un regalo en su día.
Su visión es un acontecimiento para la vecindad de su zona de Manhattan, en Nueva York, donde tenderos, porteros y paseantes se jactan de haberse encontrado con ella, informa Reuter. Los vecinos asisten a un constante desfile de fotógrafos y curiosos.
Garbo es tan reticente en apariciones como en entrevistas. Martin Segal, que fue presidente de la sociedad de cine del Lincoln Center, dijo que su sociedad pretendió homenajear a Garbo con una retrospectiva. Tras escribir y llamar a su apartamento, Segal recibió una llamada. "Señor Segal, aquí Greta Garbo, siento que no lo pueda hacer". "Antes de que pudiese decir nada había colgado", dice Segal. La vida de Garbo parece dictada por una frase que pronunció en Grand Hotel: "Quiero que me dejen sola".
Babelia
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