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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Libros prohibidos

EL ANECDOTARIO de la importante Feria del Libro de Moscú, en la que 3.000 editores de 106 países exponen sus publicaciones, repite una vez más la fábula del gigante con los pies de barro: uno de los hechos culturales más importantes del mundo está saboteado por su propia paranoia, por la mezquindad burocrática y censora, y lo que debía ser una exhibición de la capacidad soviética para estar al día en esta materia termina reflejando su escasez, la fragilidad de su base de sustentación.Los robos continuos de libros, burlando todos los sistemas de seguridad impuestos, muestran, antes que una nueva delincuencia, la sed por el manantial literario, cultura¡, informativo y que termina en el mismo lugar donde están los muros de la exposición y sus controles electrónicos y humanos. Algunas muestras del material expuesto han sido fiscalizadas y a veces requisadas. Precisamente el hecho de que entre el material español confiscado aparezcan las obras de cuatro autores de larga vida intelectual y práctica en el comunismo -Sacristán, Claudín, Tomás y Teresa Pamiesrevela que la antigua ansiedad por el revisionismo y por los desviacionistas no se ha curado jamás. Si se pudiera escribir la historia sobre lo que ha sido imposible y no ha sucedido nunca, quizá se viera cómo la conversión en dogma del pensamiento que tenía consigo la fuerza del poder, y la anulación por consiguiente de todos los caminos abiertos al desarrollo del pensamiento marxista, ha convertido en piedra y en sal lo que podía haber sido una riqueza que aportar a la ideología mundial. Y ha llevado a ese país a una mendicidad de la letra impresa y a una ansiedad por conocer valores que, por el simple hecho de estar prohibidos, se convierten en sólidos. Es cierto que la Unión Soviética es uno de los países donde se publican mayor número de títulos con las tiradas más largas; pero también lo es que la reducción de la escritura propia y traducida a un círculo ideológico que la mezquindad pensante considera apto para lectores sumisos le priva de la enorme amplitud de miras del pensamiento actual.

Ninguna censura es inteligente, y ninguna cumple lo que se propone. Hay algunos ejemplos occidentales donde aparece la maligna inocencia del censor, como en la reciente supresión de párrafos de Shakespeare para estudiantes en Estados Unidos, que ha servido para que esos párrafos cortados -por supuesto erotismo- se hayan publicado en toda la Prensa nacional. Un caso, naturalmente, incomparable, excepto en la tontería. La censura soviética y el sistema de ediciones dirigidas han llegado a este extremo: la descripción de un pueblo enormemente necesitado de salir del círculo de hierro mental impuesto, la sensación de ridículo de los censores al prohibir algunas obras que pudieran malear la imposible infantilización del público, y la incapacidad global de cumplir algunos de los compromisos internacionales, como el de la permeabilidad de las culturas y la interdifusión de materia impresa que estaba previsto en una de. las cestas de Helsinki.

Hacen también pensar que la modernización de Gorbachov y la supuesta aportación de nuevas ópticas que se atribuyen a su relativa juventud no existen, o no han calado en el colchón de miedos, responsabilidades y paranoias que forman la capa censora en la URSS.

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