Dámaso se enfadó

Albacete. 10 de septiembre. Tercera de Feria.Toros de Joaquín Buendía, bien presentados y de juego desigual.

Dámaso González: ovación; dos orejas José Antonio Campuzano: oreja; vuelta. Tomás Campuzano: oreja; ovación.

"Damáso, con quien te tienes que enfadar es con el toro", le gritaron al paisano desde el tendido, segundos después de que el albacetense se encarara con el público y le lanzara una fría y azul mirada asesina.

El cárdeno que abrió plaza era un mulo, y además tardo, que tenía escasos muletazos. Y si el Damáso, como se le llama en su tierra, donde tanto se le exige, no le sacó más partido, él que es especialista, no hay espada en el orden taurino que lo consiga. Pero el Damáso siguió el consejo del apuntador. Y al cuarto, otro cárdeno de impresionante estampa y trapío, le aplicó su tauromaquia: poder, temple y ligazón, todo ello en un palmo de terreno.

La tarde estuvo entretenida, porque, noticia, los matadores se picaron entre sí. De esta forma, José Antonio Campuzano lució su casta, casi mayor que la de sus enemigos, estando enrrabietado y con ganas novilleriles, tan de agradecer cuando se encabeza el escalafón; aunque este año haya aumentado la cantidad en detrimento de la calidad.

Su hermano Tomás, que sustituía a Yiyo, también dio la cara, sonrisas al público incluidas, en el tercero, negro entrepelao, destacando unos ayudados por alto al principio de la faena, rubricados con lo propio: el pase de la firma. En el último, protestado por cojo, el público dio un mitin bochornoso, llenando el rubio albero de cientos de objetos; con lo que el de Gerena se limitó a abreviar y pasaportarlo con una gran estocada marca de la casa.