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MÚSICA CLÁSICA

Prestigio y utilidad del curso pianístico Paloma O'Shea

Ya en las postrimerías del Festival Internacional de Santander, la universidad Menéndez Pelayo acoge el tercer curso de interpretación pianística Paloma O'Shea, inaugurado el día 2 y que se prolon gará hasta el 13. Estos cursos están proyectados por su fundadora con vistas a la mayor eficacia de los concursos trienales y gozan ya de gran prestigio mundial después de las ediciones anteriores, en las que Paul Badura-Skoda, Malcolm Frager, Joaquín Achúcarro y Joaquín Soriano tuvieron a su cargo las enseñanzas.

Las enseñanzas del curso Paloma O'Shea las imparten este año el austríaco Alexander Jenner y el español Manuel Carra, con la adición de un recital y unas lecciones magistrales sobre la grafía en la música contemporánea para piano del profesor Pedro Espinosa, el Ricardo Vifíes de hoy, como dijo con exactitud Federico Sopeña, director de los cursos desde su iniciación.Para la universidad, el curso de piano tiene, en palabras del rector, Santiago Rold,án, gran importancia como culminación de sus actividades en el Año Europeo de la Música y como entusiasta y merecida colaboración al empeño de Paloma O'Shea de extender y clarificar la música entre la juventud.

Alexandre Jenner, uno de los más prestigiosos maestros actuales de la escuela vieriesa, heredera de las mejores tradiciones y, a la vez, renovadora de sus principios ideológicos y técnicos, hizo su saludo a los cursillistas y al público de Santander con un excelente recital, celebrado, como las lecciones, en el paraninfo de la Magdalena.

Que los medios técnicos de Jenner son poderosos quedó bien demostrado en sus interpretaciones de Liszt, especialmente en el Vals Mefisto, del que supo extraer toda la carga de anticipación que oculta, o disimula, tras su rutilante virtuosismo: allí aparecen el Tristán wagneriano o las sugerencias armónicas del impresionismo.

La Sonata en re, opus 31, de Bethoven, habitualmente denominada La tempestad, habría valido por sí sola para demostrar que Jenner es todo un maestro, pues no cabe mejor bondad de concepto y más clara explicación en el teclado para que el original pensamiento musical y pianístico de Beethoven quedara bien claro. Mesurado y hondo en la poética chopiniana de la Cuarta balada y buscador de luces entre italianas e hispánicas en las tres sonatas de Scarlatti según la edición de Longo.

En cuanto al curso mismo hay que subrayar el elevado número de inscripciones: 126 jóvenes pianistas de 19 países entre los aspirantes a recibir enseñanza directa y los oyentes. El director y los profesores debieron trabajar duro para seleccionar los 22 alumnos directos que han comenzado a recibir las clases, a las que asisten todos los inscritos como oyentes.

Un nombre brillante

Manuel Carra, de cuyas interpretaciones debussyanas en los años de juventud dijera Lazare Levi que eran más poéticas que las de Gieseking, figura entre los grandes maestros actuales del piano y es, sin duda, nombre especialmente brillante en el cuadro del Real Conservatorio madrileño. Discípulos como Rafael Orozco o José María Pinzolas, habituales en los conciertos europeos y americanos, bastarían para otorgar prestigio a un profesor. En las clases, el trabajo de Carra es apasionante. Ante nuestros ojos y oídos la palabra y los ejemplos de Carra transforman el Mozart, La Eritaña o Navarra que le presentan pianistas de cualidades tan positivas como su misma totalidad de asimilación.La palabra de Carra, precisa, sencilla y hasta amiga, va constantemente de la técnica a la idea, del modo de realizar un tresillo, de alargar un puntillo, de disponer unas articulaciones o de ordenar unos atentos a las razones para hacerlo.

Viendo trabajar al pianista malagueño viene al recuerdo la constante pregunta de Celibidache ante cualquier postura interpretativa cuando repite, con sus zetas silabeantes: razones. Manuel Carra no corrige nada sin poner junto al consejo las razones, sean historiográficas, musicológicas o de práctica pianística.

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