El fantasma de 'Peter Pan'
Si un fantasma atraviesa hoy el cine, ése es el de Peter Pan. El mismo año en que se celebró el 90º aniversario de las primeras exhibiciones públicas de lo filmado por los hermanos Lumiére, una buena parte -la más significativa desde el punto de vista comercial- de la producción contemporánea aparece obsesionada por negar las conquistas de los últimos 30 años y devolver el invento de los hermanos Lumiére a su condición de espectáculo "apto para todos los públicos", un eufemismo con el que justificar planteamientos infantiles de un arte que renuncia a ser adulto, que busca el retorno a la niñez, al país de nunca jamás.Cuando Jaime Chávarri y la familia Panero revisaban el pasado en El desencanto, uno de los hijos del poeta, él también, se refería a la infancia como "la vida" y a la juventud y la madurez como "la supervivencia". Era una manera de hablar de alguien que ha vivido, que ha descubierto engaños y desencantos, que el abismo entre los sueños y las realidades es monstruosamente profundo.
Los cineastas de hoy -llámense Spielbergl Kasdan, Miller, Reynolds, Zemekis o Piwowarsky, por citar tan sólo los nombres de autores con obra presente en Venecia- ya no se molestan en descubrir, como Pialat, "que cualquier cosa, cuando se analiza a fondo, es horrible". La opción es vivir y crear al baño María, fabricar historias computerizadoras para refugiados permanentes de una guardería.
Sin duda, hay una lógica de mercado -el público joven es mayoría cuando se habla de consumo cinematográfico-, pero hay también una lógica de la regresión -ni los cineastas ni sus espectadores quieren crecer-. En la tercera entrega de las andanzas de Mad Max -Mad Max beyond thunderdome-, el protagonista acaba como jefe de una tribu de niños que viven pensando en huir a un país inexistente comandados por un héroe mítico.
En Legend, de Ridley Scott, toda la acción transcurre en un universo maravilloso y se incorpora a la trama un personaje idéntico a Campanilla. En Yersterday, del polaco Piwowarsky, se recuerda el pasado con nostalgia y con voluntad de embellecimiento. La película, que está repleta de anotaciones interesantes, acaba de justificar el sistema de represión organizado por el Estado y la Iglesia en nombre de una nueva comprensión entre las generaciones y desde un flashback, culpabilizado por el fracaso matrimonial. En Regreso al futuro, de Robert Zemekis, el propósito es semejante, aunque el filme escapa de la autoconmiseración a base de ironía.
30 años atrás
Así, después de enviar al pirotagonista 30 años atrás para permitirle fabricarse un padre a la altura de las necesidades de 1985, cuando regresa al presente se encuentra con que sus progenitores son los padres ideales para una mentalidad quinceañera, de manera que el país de nunca jamás se diría que esta instalado en la realidad y en el presente.
Dentro de la semana de la crítica se ha presentado Fandango, de Kevin Reynolds, una comedia sobre el principio de los años setenta, en la que hay una serie de buenos gags al servicio de un planteamiento infantiloide y machista, que borra cualquier conflictividad -ir a Vietnam o desertar es el dilema de los protagonistas- a base de una glosa de una amistad que consiste, estrictamente, en agarrar en grupo unas buenas borracheras de cerveza.
Después de 90 años de cine, éste regresa a la adolescencia partiendo de la idea de que todos tenemos algo de ET. La resurrección misma del western, las sagas galácticas o las crónicas enaltecedoras de los buenos viejos tiempos, son un buen reflejo de la dificultad que encuentran las películas para explicar historias de adultos adultamente desde el momento en que no hay buenas razones por las que valga la pena crecer.
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