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La Administración soviética busca fórmulas para atajar una economía 'negra' de 20 millones de trabajadores

Pilar Bonet

Incapaz de ofrecer una alternativa a la iniciativa privada en el sector de los servicios, la Administración soviética busca una fórmula para controlar a los carpinteros, taxistas, albañiles, mecánicos y electricistas que, aparte de su empleo oficial, realizan trabajos ilegales por cuenta propia utilizando en ocasiones la propiedad del Estado.En total, estos trabajadores ilegales o shabashniki, como se les llama en ruso, llegan a sumar entre 17 millones y 20 millones de personas, según cálculos publicados por el periódico gubernamental Izvestia. Realizan la mitad de todas las reparaciones de calzado, el 45% de las reformas de vivienda, el 40% de las reparaciones de automóviles y el 30% de las instalaciones técnicas domésticas.

El precio de estos servicios es más alto que el de los legales, pero su calidad y, sobre todo, su rapidez son considerablemente mayores. El fenómeno del trabajo ilegal, denominado na leva (ala izquierda), tiene tales dimensiones que hoy por hoy resulta impensable prescindir de él. Hasta el mismo Mijail Gorbachov se refirió a los shabashniki cuando estuvo en Leningrado el pasado mayo. "Intentad vosotros reparar el apartamento por cuenta propia", espetó Gorbachov a la audiencia; "obligatoriamente tendréis que recurrir a los servicios de un shabashnik. Éste robará materiales en las, obras de construcción, causando daño a los fondos estatales".

Demanda insatisfecha

Los shabashniki mueven un volumen económico de 6.000 millones de rublos y podrían mover más. En el mercado de servicios, la demanda insatisfecha es calculada por Izvestia en 5.500 millones de rublo.s al año, contando incluso con la ayuda del trabajo ilegal. Los porteros que aíslan ventanas o hacen una instalación eléctrica, los albañiles que colocan baterías de calefacción suplementarias, el ingeniero que arregla coches o televisores en sus horas libres y el economista que utiliza el coche particular como taxi son algo habitual en la vida urbana soviética. En algunas zonas rurales los shabashniki suponen el 80% de la reparación de calzado, acondicionamiento de viviendas y construcción de muebles.La Prensa soviética, con sus debates y discusiones, actúa normalmente como una cadena de transmisión de las ideas que se cuecen en los centros de poder. Entre las soluciones que ahora se apuntan desde esos foros para legalizar y controlar a los shabashniki está la creación de cooperativas gravadas con un sistema.de impuestos y el castigo a quienes utilicen bienes del Estado para sus actividades privadas.

La República báltica de Estonia ha sentado un precedente con un experimento iniciado la pasada primavera. Consiste en el arriendo de un taller de la empresa Elektron, de Talin, a una brigada de trabajadores que se dedica a reparar aparatos de televisión. La brigada puede facturar todo lo que dé abasto y corre a cargo de todos los gastos de material y mantenimiento. Cada mecánico tiene fijado un plan obligatorio entre 650 y 680 rublos al mes que debe entregar a la Administración.

Una vez cumplido el plan, el obrero se queda con el 70% de todo el excedente. La brigada tiene dos automóviles con los que busca clientes en las afueras de la ciudad, ha reducido el plazo de reparación de los aparatos desde dos semanas a tres días y ahora quiere ampliar sus actividades con la reparación de vídeos. Como el ahorro repercute en la ganancia, se ha suprimido al portero que era poco amable y asustaba a los clientes, a la mujer de la limpieza (ahora limpian los trabajadores) y al contable, función que ha sido asumida por uno de los miembros del grupo.

La práctica de actividades privadas está permitida por la ley soviética en determinados casos. Un pedagogo puede dar un cierto número de horas de clases particulares, y un carpintero, ayudar a construir una dacha (casa de campo). La obligación de declarar anualmente al risco los ingresos de estas actividades, no se cumple y no hay sanciones para castigar estas infracciones fiscales, según comentaba esta semana Literaturnaia Gazeta. Cuando las hay, como en el caso de los taxis privados -sancionables con la retirada del carné durante un año y 30 rublos de multa-, también quedan en el aire. En las grandes cantidades que los shabashniki pueden llegar a ganar, algunos ven un peligro para la "justicia social".

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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