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Pakistán soporta la carga de tres millones de refugiados afganos.

"Los refugiados afganos son nuestros hermanos musulmanes, y hay que ayudarles", asegura Mohamed Jamil, administrador paquistaní del campo de refugiados afganos de Nasir Bagli, donde, desde comienzos de 1980, viven unas 30.000 personas bajo improvisadas tiendas de lona o en casuchas de adobe. Nasir Bagh, a unos 15 kilómetros al norte de la localidad, de Peshawar, es sólo uno de los múltiples centros de refugiados repartidos en la zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán. En total hay unos tres millones de refugiados afganos en Pakistán, producto de la invasión soviética de Afganistán, desde el 28 de diciembre de 1979.

El Alto Comité de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Cruz Roja Internacional, la mayoría de los países industrializados -pero no España- y otros organismos. internacionales aportan unos 200 millones de dólares (unos 33.500 millones de pesetas) al año para la supervivencia de los refugiados afganos, cada vez más "olvidados" por la comunidad internacional, ante la duración del conflicto afgano.La continuación de la guerra entre las tropas soviéticas y afganas leales y la resistencia guerrillera afgana contribuye a que sigan llegando unos 2.000 nuevos refugiados al mes al territorio de Pakistán, según el teniente general Fazle Hag, gobernador de la provincia del Noroeste, donde residen más de dos millones de refugiados.

"La gente procede de todas partes, pero en especial de las provincias de Kunar, Pakhtia, Badakhshan y Ghazni, donde los enfrentamientos armados son más frecuentes", explica Afridi, responsable del campo de Nasir Bagh.

"Se prohíbe la entrada y tomar fotografías más allá de esta línea". Éste es el texto que figura en un cartel situado.a unos 100 metros de la entrada del área donde viven, en tiendas de campaña, las viudas y los huérfanos de la guerrilla afgana. Son las reglas estrictas del islam.

La vida en el campo de refugiados, situado en una inhóspita llanura, frente a las montañas que marcan la frontera, transcurre con actividades diversas de apoyo a la resistencia.

"Estos uniformes son para los combatientes", dice Ismíl Nlaze, un ingeniero de 34 años de edad, responsable de la improvisada fábrica de confección donde hombres afganos mutilados de guerra y niños huérfanos hacen girar sin parar, unas 30 vetustas máquinas de coser suizas, donadas por Arabia Saudí.

"El cuero lo paga Arabia Saudí, los obreros reciben el equivalente de un dólar por cada par fabricado y las sandalias son gratuitas para los muyaidin -guerrilleros nacionalistas islám¡cos- que luchan contra la ocupación soviética", añade Nlaze.

En la enfermería un joven doctor paquistaní, Shauhat Mahmood, asiste a mujeres y niños porque la tradición religiosa establece que haya un día para los hombres y otro para las mujeres".Tengo un promedio de 150 visitas diarias, y las principales enfermedades son el tifus, la bronconeumonía y la tuberculosis", dice el médico, mientras las mujeres se tapan la cara con tupidos velos negros y el administrador del campo recuerda que no se pueden sacar fotos.

La vida activa en el campo se paraliza a media tarde, a la hora dé la primera plegaria vespertina, con la mirada hacia el Oeste, hacia una Meca que está detrás de Afganistán y donde hoy se interponen las tropas soviéticas para los tres millones de refugiados afganos.

Los refugiados se mueven con relativa facilidad entre los campos y los pueblos y ciudades paquistaníes. Mantienen, incluso, algunos comercios y negocios de alfombras para los turistas o los comerciantes paquistaníes. Pero la persistencia del conflicto afgano está cambiando, las cosas.

"Hace dos semanas hubo tres atentados con bombas en Peshawar, en hoteles ocupados tradicionalmente por afganos", explican en el Departamento de Información de la provincia. La concentración de afganos en Peshawar -unos 10.000-, el temor a nuevos atentados por parte de agentes infiltrados desde Kabul y las tensiones latentes entre af , ganos y paquistaníes, a pesar de la hermandad religiosa del islam, hace que las autoridades de Pakistán propongan desálojar partede la población afgana y concentrarla en los campos de refugiados.

"Las relaciones son buenas a alto nivel político, pero hay problemas en los niveles administrativos más bajos", alegan en medios de la resistencia muyaidin al hablar del asunto de los refugiados.

La postura de España

"Somos. un país pobre y necesitamos mayor apoyo internacional para los refugiados", concluye el administrador de Nasir Bagh, mientras recibe sin parar a dignatarios del campo de refugiados que vienen a plantear sus problemas, a firmar papeles para viajar por el interior de Pakistán o a dar fe de nuevas llegadas.

Pakistán, por otra parte, debe también afrontar el aumento de la presión soviética, que considera los campos, de refugiados como santuarios de la resistencia guerrillera afgana. "Recibimos la visita del embajador de España en este campo", recuerda el responsable del campo de Nasir Bagh "pero todavía estamos a la espera de algún gesto oficial de solidaridad por parte del Gobierno español".

Hace meses, a iniciativa de la Cruz Roja Española, dos,periodistas españoles llevaron a la península a cinco niños huérfanos afganos, uno de ellos con una bala incrustrada en el maxilar y otro con la cara quemada, medio destrozada. Fue una iniciativa particular.

En la Embajada de España en Islamabad (Pakistán), dirigida por José María Campoamor, tramitaron hace tiempo peticiones de ayuda, concretamente de tiendas de campaña, ropas y medicamentos. La respuesta fue positiva, pero todavía no ha llegado nada de España para los refugiados, cuando ya hace casi seis años que se ha planteado el problema.

Estados Unidos, Canadá, la República Federal de Alemania, Francia, Italia, Bélgica, Suiza, Austria y Suecia, entre otros países occidentales, mantienen canales casi permanentes de ayuda para aliviar el sufrimiento de los tres millones de seres humanos víctimas de la guerra. España no hace nada, ni siquiera un gesto simbólico de solidaridad, aparte de la operación privada de ayudar a cinco niños huérfanos y heridos.

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