Los servicios secretos franceses tenían un 'topo' en la organización ecologista Greenpeace
Una nueva pieza del rompecabezas del caso Greenpeace apareció ayer, cuando todo hacía pensar que se había entrado en un momentáneo compás de espera. Se trata de la revelación de la existencia de una confidente infiltrada en la organización ecologista Greenpeace por los servicios secretos franceses. El topo usaba el nombre falso de Frédérique von Lieu
.Frédérique, una mujer de unos 30 años, se desplazó el verano pasado a la región francesa de La Camargue, donde un conocido ecologista, Jean Marc Vidal, dirige una Escuela del Mar, y tras ganarse su confianza le pidió una carta de recomendación para introducirse en los grupos ecologistas neozelandeses relacionados con Greenpeace. Vida¡, cuyo nombre se dio a conocer como compañero de Jean Jacques Servan Schreiber (el político autor de El desafío americano), en una expedición antinuclear en la misma zona del Pacífico sur en 1973, ha confirmado el hecho y lamentado haber servido inconscientemente como colaborador del atentado.
La revelación de que las pistas se remonten a fechas tan lejanas como el verano pasado ha dado pie a especular sobre si el hundimiento del Rainbow Warrior el 10 de julio ha sido realmente el primer atentado que los servicios secretos franceses han organizado contra Greenpeace. Se habla incluso de que una decena de proyectos contra los ecologistas había precedido al hundimiento del barco en el puerto de Auckland.
Este nuevo personaje de lo que cada vez se parece, más a una novela de aventuras actuaba infiltrado en la organización ecologista, esperando en Auckland para transmitir información a los Turenge, actualmente detenidos, y a los tripulantes del Ouvéa, que transportaban desde Nueva Zelanda los explosivos y el material para el atentado.
El periódico londinense The Observer informaba también ayer que el bote neumático, de tipo Zodiac, así como el motor que lo propulsaba, un Yamaha de segunda mano de cuatro caballos, fueron adquiridos el 29 de mayo, en Londres, por un ciudadano francés que dijo llamarse Chapman, en la tienda londinense de artículos marinos Barnet Marine. La dirección que dejó este hombre, en la ciudad de Bruselas, corresponde a la compañía Atlas Dealing, que ha negado toda relación con el asunto.
Lo que ha quedado definitivamente descartado es la versión, probablemente surgida de la propia Direcciórt General de Seguridad Extranjera (DGSE), de que si bien los Turenge espiaban al Rainbow Warrior en Auckland, no tenían nada que ver con el atentado. La noticia surgida el sábado por la noche de que se habían encontrado las huellas dactilares de Sophie Turenge en el bote neumático, lanzada posiblemente por la policía neozelandesa y no desmentida ayer en un comunicado al respecto, apunta cada vez más claramente hacia la culpabilidad de los dos agentes detenidos en Auckland.
En cuanto a Frédérique von Lieu, la topo, se ignora cual es su actual paradero. Se sabe que salió de Nueva Zelanda poco después del atentado y se supone que hizo una breve escala en Australia, de donde voló hasta Israel, lugar en el que su pista desaparece.
De la tripulación del yate Ouvéa, actualmente desaparecido en aguas del Pacífico, a medio camino entre la pequeña isla australiana de Norfolk y la capital de Nueva Caledonia, tampoco se tienen pistas.
El doctor Xabier Maniguet, el único de los cuatro tripulantes que abandonó el barco antes de su desaparición, tras dejar una carta en la que negaba su implicación en el caso, en la recepción de la sede parisiense de la agencia France Presse, ha vuelto a desaparecer sin dejar rastro. Tampoco parece que sobre él pese ninguna orden de detención, ni siquiera un simple llamamiento judicial para declarar en la investigación.
Hoy se sabrá si el presidente francés, François Mitterrand, recibe a una delegación de Greenpeace, encabezada por su presidente, David McTagar,
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