El enfermo imaginario
Europa, cuna de la civilización; Europa, cuna de las libertades; Europa, clave de un futuro en paz... Los ministros que participan en la cumbre de Helsinki reiteran estas locuciones y otras similares, hasta el punto que esta celebración del 10º aniversario de la firma del Acta sobre Cooperación y Seguridad en el viejo continente tiende a desarrollarse como si se tratara del examen de un enfermo. Sobre todo porque las profesiones de fe europeísta de los altos representantes, más que a expresar convicciones profundas, parecen orientadas a dar aliento al paciente.Los muros lisos y asépticos de la Casa de Finlandia, donde se celebran los actos, contra el fondo de los tubos inmaculadamente blancos de un órgano que revela la función habitual de sala de conciertos que cumple este recinto, contribuyen a potenciar la ilusión de un hospital metafísico, tal vez la antesala de un psiquiátrico de lujo, en el que no todas las voces tienen el mismo peso.
Los 33 representantes de los países menores, incluidos el Vaticano, fijan, en efecto, su atención en las intervenciones de los dos grandes poderes extranjeros, EE UU y la URSS, para delimitar sobre ese eje sus respectivas posiciones, desde el compromiso con un bloque o la independencia teórica de los Estados neutrales.
Una peculiar esquizofrenia
Europa refleja así su peculiar esquizofrenia, que no por asumida resulta menos inevitable, tal y como demuestran las recientes presiones que las dos Alemanias han recibido de sus respectivos hermanos mayores para que limiten sus intercambios comerciales. El grueso de los grandes temas a los que los ministros europeos aluden como centro de sus preocupaciones, en este foro, el más europeo que existe, quedan fuera del ámbito de su capacidad de decisión y deben ser resueltos por los dos grandes poderes, especialmente el problema del control de armamentos.
Los dos protagonistas -en este caso, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y el ministro, soviético de Asuntos Exteriores, Eduardo Shevardnadze- exhiben en esta conmemoración un tono conciliador, aunque dejan ver claramente que no están dispuestos a hacer concesiones: para EE UU, el Acta de Helsinki significa básicamente respeto a los derechos humanos; para la URSS, cooperación económica y desarme.
También en este capítulo esencial del control de armamentos los principios están enfrentados: Washington exige primero medios de verificación para iniciar la reducción de arsenales, mientras Moscú propone la suspensión inmediata de la producción de nuevos ingenios nucleares.
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