Una solución constitucional para un jefe de Estado enfermo
La enfermedad del presidente Ronald Reagan ha dado lugar a dos precedentes en Estados Unidos: la transparencia informativa sobre la salud del inquilino de la Casa Blanca y la transmisión temporal, aunque tan sólo por unas horas, de las funciones de la presidencia.A pesar de que durante este siglo la salud de los presidentes norteamericanos ha sido bastante precaria, hasta 1967 no se incorporó en la Constitución una enmienda que regulara una situación de este tipo.
En 1919, el presidente Woodrow Wilson tuvo una embolia que le dejó incapacitado durante 17 meses, pero los médicos dijeron que se trataba simplemente de una fuerte gripe y durante este tiempo se mantuvo en su cargo. La falta de salud de Franklin Delano Roosevelt, que además de polio padecía hipertensión e insuficiencia cardiaca congestiva, resultaba evidente, pero tampoco le llevó a transferir los poderes presidenciales, y, tras acudir a la Conferencia de Yalta en febrero de 1945 en un estado realmente grave, falleció tres meses más tarde.
Durante sus ocho años en la presidencia, Dwight D. Eisenhower sufrió siete infartos y una operación de ileítis. Cuando no podía hacerse cargo de los asuntos de Estado, el vicepresidente, Richard Nixon, se ocupaba de ello.
John F. Kennedy sufría fuertes dolores de espalda y a ello se sumaba la enfermedad de Addison, un tipo de tuberculosis de las glándulas suprarrenales, generalmente progresiva, que se mantuvo en total secreto. También Lyndon B. Johnson tuvo que someterse a una operación de vesícula y Richard Nixon fue hospitalizado a causa de una neumonía, pero ninguno de ellos delegó sus poderes.
La enmienda 25 de la Constitución de EE UU, ratificada en 1967, cuatro años después de¡ asesinato de John F. Kennedy, establece que en caso de destitución por el Congreso, dimisión, fallecimiento o incapacidad física temporal o permanente del presidente, el vicepresidente asumirá la presidencia en funciones. El vicepresidente puede tomar medidas para que el presidente reasuma el cargo, una vez superada la incapacidad, o si ésta fuera definitiva, nombrar un nuevo vicepresidente y asumir la presidencia hasta el fin del mandato.
En el orden de sucesión, después del vicepresidente siguen el presidente de la Cámara de Representantes, el presidente del Senado, el secretario de Estado, el secretario del Tesoro..., en una relación de 15 cargos que agota los miembros del Gabinete y que finaliza en el secretario de Transportes.
El atentado contra Reagan, el 30 de marzo de 1981, dio origen a una polémica decisión del entonces secretario de Estado, Alexander Haig, quien, ignorando el orden sucesorio, manifestó que él se hacía "cargo del control" del Gobierno.
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