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Crítica:IX FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los intrépidos jubilados, el profesor y el tío Oscar

Cuatro horas cumpliditas duró la segunda sesión del festival vitoriano. Lo que entre los asiduos a la cita anual en la capital alavesa se conoce como las jams de Añúa, consigue colmar los más hambrientos oídos, y no pocas veces también a los de paladar más refinado. La incorporación de Joe Pass y Benny Carter al trío titular de Oscar Peterson no es precisamente un postre despreciable. Difícil de encajar cuando antes ya se han tomado tres platos, pero tan apetitoso que, al fin y al cabo, uno prefierellegar a la cama con ligeros síntomas de empacho que con una miajilla jambre. Vitoria y su Festival de Jazz son así, como los restaurantes de solera: confortables, buenos y abundantes.Justo cuando Benny Carter se hacía con la dirección musical de los McKinney's Cotton Tickers y Red Norvo conocía a su futura esposa en la orquesta de Paul Whiteman, venían al mundo o comenzaban a dar sus primeros pasos por él Nat Adderley, Horace Parlan, Red Mitchell y Ronnie Gardiner. Pero el jazz no entiende de edades, y la noche del lunes quedó palpable muestra de ello sobre el escenario de Mendizorroza. Todas las estrellas de Benny Carter brillaron, cuando menos, al nivel de luceros. Y el cuando menos vale en su literalidad, pues no fue precisamente escaso el fulgor jazzistico desplegado por Mitchell, Gardiner y Parlan. Gardiner tuvo que esperar al Perdido para lucirse de forma visible, pero Mitchell llevaba haciéndolo toda la noche. Si a eso añadimos las sorprendentes facultades mostradas por Carter y Norvo cuando ya están próximos a caer los 80 tacos, no hay por menos que aplaudir tan bien condimentado entrante.

IX Festival de Jazz de Vitoria

Benny Carter All Stars: Benny Carter, saxo alto; Nat Adderley, trompeta; Red Norvo, vibráfono; Horace Parlan,piano; Red Mitchell, contrabajo; Ronnie Gardiner, batería. Joe Pass, guitarra.Oscar Peterson Trío: Oscar Peterson, piano; N. H. O. Pedersen, contrabajo; Martin Drew, batería. Polideportivo de Mendizorroza. Vitoria, 15 de julio

A Joe Pass le tocó ejercer en solitario de segundo plato. Fue materia prima en exceso suave para tal menester. Exquisita, esto es indudable, pero quizá la hubiésemos paladeado mejor de servírnosla en otra ocasión. Joe Pass es un prestigioso profesor de esos que prefiere la exposición ordenada y erudita al discurso improvisado y extemporáneo. Convence por lo que dice, nunca por cuanto grita, y le sucede lo que a sus pares. A saber, que en ciertas condiciones puede provocar aburrimiento. No obstante, quede puntual constancia de que el núcleo del problema estaba más en el día escogido para la clase que en los temas a tratar. Por lo demás, y a título de ejemplo, su repaso al capítulo Porgy and Bess cae de lleno en el ámbito de las lecciones magistrales.

¿Qué elogios no se habrán vertido sobre Oscar Peterson y su fascinante y pirotécnica pianística? Dense, pues, por buenos y corroborados en la presente visita a Vitoria. Lo mismo que Pass, de Peterson y su trío podría decirse que pertenecen a la plantilla del festival.

Consideraciones varias al margen, lo cierto es que si repiten y repiten no lo es menos que convencen y convencen, de manera que con unos Petersen y Drew tan eficaces y sabios como de costumbre, el gran jefe de las teclas, el inmenso tío Oscar, volvió a apabullar con su sublime pianorrea. Memorable el tema que dedicó al recién desaparecido George Duvivier, frescas y fascinantes sus incursiones por el mundo del vals y el cakewalk, arrebatadora su miscelanea ellingtoniana con Lush life trufándola, pulcro, poderoso e imaginativo como suele, y con el respaldo de lujo que le ofrece de modo indefectible N. H. O. P y Drew.

Con tres platos ya entre pecho y espalda, cayó la jam. Era imposible llevar la satisfacción a más lejanas cotas. Ya hacía horas que se venía disfrutando de lo lindo.

Pero como cuando se repostan fuerzas en el propio hogar, por más conocido que sea el menú, no nos deja jamás insatisfechos. Antes al contrario, con el plácido bienestar del que deben gozar los benditos en sus horas altas.

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