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LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA

'Tarde memorable de Esplá'

El gran espectáculo, en eso convirtió ayer Luis Francisco Esplá, nada menos, la corrida de Pamplona. Los taurinos profesionales y algunos que tienen tal vocación deben de estar disgustadísimos con el triunfo memorable y legítimo que obtuvo este torero ante los asombrados pamploneses. Conviene darse por advertidos, ahora con mayor motivo que nunca, de la teoría descalificadora habitual de los taurinos profesionales y vocacionales cuando enjuician a Esplá: "Con la muleta baja mucho".Es cierto, baja mucho. Sin ir más lejos, a la faena que le hizo al quinto toro, la de su gran triunfo, le faltó sentimiento. Bien, pero, hasta entonces, y desde que el toro pisó la arena, todo había sido un derroche de torería y un espectáculo de primer orden: los lances de recibo, la forma impecable e inspirada con que llevó la lidia, los capotazos tan bellos como eficaces para poner en suerte al toro; entre otros, un recorte de puro clasicismo; los quites, por Navarra y por faroles.

Plaza de Pamplona

9 de julio. Cuarta corrida de feria.Toros de José Luis Osborne, con trapío y boyantes; quinto, premiado con vuelta al ruedo. José Mari Manzanares. Ovación y salida al tercio; oreja. Luis Francisco Esplá. Ovación y salida al tercio; dos orejas y rabo. Salió a hombros por la puerta grande. Espartaco: Oreja en cada toro.

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Y luego el tercio de banderillas, un continuo derroche de facultades e imaginación, emocionante, con el cual obró el milagro de que la gente olvidara hasta la merienda, tan a la mano y apetitosa. Dos pares vibrantes habían puesto al público en pie, cuando demandó del servidor de los palos la boina, y jugueteando con el toro, le dio dos naturales ligados, uno con la boina, otro con las banderillas. Tiró aquélla a la arena, se marchó a otro terreno, citó de poder a poder, y exactamente donde la había dejado allí reunió el tercer par.

En medio del delirio, que ya no decaería hasta el final de la faena, sacó Esplá el toro a los medios, donde le instrumentó varias series en redondo y una al natural. Sin el estremecimiento del arte, es cierto, pero ceñido y hondo sí, cuanto se pidiera, y en los remates de cada tanda acentuó la torería ligando pases de pecho, afarolados, molinetes, cambios de mano por delante y por la espalda, trincheras, ayudados a dos manos. Finalmente arrojó los trastos, se descaré de rodillas ante el toro. Cuadró después y tomó mucha distancia, para citar a recibir. Lo hizo tres veces. Tras un pinchazo, el toro, que le llegaba al embroque rápido y fuerte desde la lejanía, quedó herido de muerte en el instante mismo del estoconazo y cayó fulminado patas arriba.

"¡Torero!", le aclamaba la plaza, que era un creciente griterío de entusiasmo. Esplá, una vez ganadas las dos orejas y el rabo, pidió para el toro la vuelta al ruedo, que no merecía, pues había sido cobar dón. El presidente la otorgó, porque el triunfo ya había desembocado en triunfalismo. El torero se hizo acompañar del mayoral en la vuelta al ruedo. La memorable tar de de Luis Francisco Esplá había tenido también en su primer toro momentos importantes, lo mismo en la brega y en banderillas, que en la fría técnica con que planteó la faena de muleta.

Años hace que no vivía la Pamplona taurina un éxito de estas proporciones. En realidad toda la corrida había transcurrido con brillantez, porque los toros salían hoy antes; y los toreros, cada cual en su estilo, con ánimos de hacerles el toreo. Manzanares, dentro de los altibajos que son habituales en sus trasteos, cuajó con empaque y gusto diversas series de naturales y redondos. Espartaco empezó su primera faena de rodillas, en la mismísima boca-riego, aguantando al toro, que le venía al galope desde tablas, y continuó por derechazos en tan incómoda postura. De pie su toreo ya no resultó tan espectacular, aunque sí valiente, y al rematar un redondo, un derrote espeluznante le rasgó la taleguilla. En el sexto, que estaba inválido y era borrego, volvió a bullir acumulando pases, varios de ellos de rodillas otra vez, y la gente estaba feliz con tanta entrega. Otra oreja para Espartaco en el sexto, pudieron ser dos, si llega a matar mejor.

Esplá echó a correr hacia la puerta de cuadrillas pero allí le pararon los mozos y le sacaron a hombros por la puerta grande, entre el clamor de las ovaciones, coro cantabile allegro molto con letra de "¡Torero, torero!", jolgorio, charanga y vivas a San Fermín, que algo tendría que ver en todo esto. Menuda fiesta, gran fiesta, era ayer Pamplona.

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