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El secuestro del avión de la TWA

Washington espera la pronta liberación de los prisioneros

Francisco G. Basterra

, Existen razonables expectativas de que el problema de los 39 rehenes norteamericanos secuestrados en Beirut desde hace 14 días por milicianos shiíes se resuelva en las próximas 48 horas. Ésta es la afirmación más optimista hecha hasta ahora por un funcionario de la Casa Blanca, si bien fue hecha en privado, concretamente a la cadena de televisión CBS. Pero quedan aún bastantes cabos por atar, y Washington desarrolla una intensa actividad diplomática, que incluye contactos con Siria e Irán.

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Estas gestiones fueron objeto ayer, por segundo día consecutivo, de un silencio informativo total decretado por la Casa Blanca. Se trata de evitar que cualquier Filtración ponga en peligro las complejas negociaciones en las que están implicados Estados Unidos, Israel, Siria, Francia, Suiza y el líder de la milicia Amal, Nabih Berri.El secretario de Estado, George Shultz, afirmó en la noche del miércoles, en San Francisco, que los 46 rehenes (incluyendo a los siete secuestrados también en Líbano hace varios meses) deben ser liberados inmediatamente y sin condiciones. Este intento de concluir la crisis sin que EE UU, ni tampoco Israel, el país del mundo con una política antiterrorista más firme, realicen la mínima concesión a los secuestradores, está bloqueando la solución.

Ni Francia, ni Suiza, que, al parecer, han ofrecido sus embajadas en Beirut como punto de paso en la liberación de los rehenes estadounidenses, quieren convertirse en carceleros, y tampoco Washington ni Tel Aviv les han podido prometer hasta ahora una automática puesta en libertad de los shiíes detenidos en Israel.

Sin embargo, Estados Unidos tiene prisa y necesita que el secuestro obtenga una rápida solución diplomática. Aunque ahora no conviene recordarlo, sólo hace 48 horas el presidente Ronald Reagan se dio "unos días" de plazo para resolver la situación por la vía de la negociación. En caso contrario, está comprometido ante la opinión pública para ejecutar un bloqueo aeronaval de Beirut que obligaría a la utilización, en alguna medida, de las unidades navales de la Sexta Flota. Los sondeos siguen siendo muy favorables para el presidente, pero sabe que la opinión pública cambiará de opinión si la crisis se prolonga.

También se han olvidado otras dos peticiones que Berri realiza en nombre de los secuestradores, además de la liberación de los shiíes. La retirada de la Sexta Flota que patrulla frente a Beirut, fuera de las aguas territoriales de Líbano, y una segunda, bastante más difícil de aceptar, que consiste en el compromiso de Reagan de no tomar represalias cuando concluya el secuestro.

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Estas demandas, unidas a la preocupación existente por el hecho de que un grupo de unos seis o siete norteamericanos, algunos de ellos militares, estén en poder de una facción shií más radical que pueda endurecer las peticiones para su liberación, obligan a extremar la prudencia. La afirmación de Berri de que la crisis "está ya cerca del final" no puede ser aún confirmada aquí públicamente. Se recuerda la esperanza que puso Jimmy Carter en 1980 en el traslado, nunca logrado, de los rehenes de la Embajada de Teherán.

A dos semanas de que el vuelo 847 de TWA fuera secuestrado minutos después de despegar del aeropuerto de Atenas, el problema que impide una solución sigue estando en Israel. No se ha avanzado nada en la cuestión de la vinculación entre la liberación de los secuestrados y la puesta en libertad de los 700 shiíes detenidos en Israel, en violación del Derecho internacional. Estados Unidos insiste en que la liberación debe ser incondicional, sin vinculación alguna en el tiempo al problema de los detenidos en la cárcel de Atlitl. Washington quiere superar esta crisis sin que parezca que cede ante el terrorismo, y se niega a pedir a Israel que ceda a su vez. El Gobierno de coalición de Tel Aviv, presionado por la opinión pública y dividido sobre la política antiterrorista, no quiere responsabilizarse de ninguna concesión si no se lo pide públicamente Washington. La postura israelí es la siguiente: "si nuestro aliado norteamericano, que es el principal implicado en la crisis, se mantiene firme, nosotros debemos hacer lo mismo".

Deterioro de relaciones

Ninguno de los dos países quiere realizar el primer movimiento que concluiría el secuestro, que no se quiere cerrar al precio de haber cedido a las demandas de los terroristas. Sin embargo, Israel es consciente de que este secuestro ha provocado una crisis en las relaciones con el padrino norteamericano, algo que Israel, que vive del presupuesto de Estados Unidos, no se puede permitir.

Simón Peres, que parece dispuesto a ceder o a buscar una vinculación indirecta o no explícita entre las dos liberaciones, ha enviado una carta a Reagan en la que afirma que "Israel estaría dispuesto a devolver a los detenidos si esto ayuda a concluir la crisis de los rehenes". Desde Washington es difícilmente comprensible cómo este país no puede presionar a su aliado estratégico en Oriente Próximo, cuya defensa a ultranza es la causa principal de los problemas que históricamente enfrenta EE UU en la región.

Aunque esta crisis ha vuelto a demostrar que todos los caminos en Oriente Próximo pasan por Damasco, está poco claro cuál es el papel del presidente sirio, Hafez el Assad. En contacto constante con Washington, y posiblemente presionado por la Unión Soviética, que desearía cerrar este suceso irresponsable antes que provoque un regreso de EE UU a Líbano, Assad ha manifestado su deseo de "ser útil". Hasta ahora, se desconoce si está haciendo algo concreto además de sugerir a Berri, que se debilita a medida que se prolonga el secuestro, que los rehenes podrían ser trasladados a Damasco. Funcionarios del Departamento de Estado estiman que Siria desea concluir el secuestro y demostrar a Washington que es la fuerza principal del mundo árabe, con la que es imposible no contar.

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