Un poeta en el autobús
Hace dos años, la empresa Alsa, compañía asturiana de transporte de viajeros por carretera, publicó una antología de Ángel González que distribuyó gratuitamente. Este homenaje, en apariencia intrascendente, revela la popularidad del autor de Aspero mundo en su región natal.Que Pepe Cosmen, el inquieto empresario luarqués, se haya decidido a editar un librito sobre Ángel González constituye la mejor prueba del cariño que le profesa. Podrían darse otros datos que corroboran esta afirmación, pero basta con uno, ocurrido ayer mismo: Antonio Massip, alcalde de Oviedo, ordenó que se lanzaran desde el balcón de su despacho seis cohetes para dar una sonada enhorabuena al poeta. Pero las previsiones del alcalde llegan más lejos: dentro de poco será colocada en el Campo de San Francisco una placa con un poema de Ángel González.
A pesar de vivir fuera de Asturias desde 1951, Ángel González siempre regresó periódicamente a esta región, donde se conformaron sus primeros recuerdos de infancia y juventud: la Revolución de 1934, los estudios de Derecho en la universidad, sus críticas musicales en la prensa regional, sus amigos Emilio Alarcos y Manolo Avello.
Periodista frustrado y con carné, Ángel dividió su vida entre el Ministerio de Obras Públicas, donde fue funcionarío durante más de 15 años, y la poesía. Cuando se marchó como profesor a Nuevo México, en 1972, ya había escrito Áspero mundo; Sin esperanza, con convencimiento; Grado elemental; Palabra sobre Palabra y Tratado de urbanismo. Ahora, 13 años después, confía en un regreso definitivo a Oviedo.
Babelia
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