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FERIA DE SAN ISIDRO

Desafío al público.

Los finos comparecieron ayer en Las Ventas, según estaba previsto y se temía. Allí, calla corazón, el llamado fino torero alicant.ino José Mari Manzanares; el fino custodio de un rabo obtenido en esta plaza hace ya muchos años Palomo Linares, y Ortega Cano que poste otro tipo de finura.También se hicieron presentes, oh dolor, los hermanos Lozano que apoderan a los tres toreros del cartel, y son más finos que nadie. Los veterinarios se echan a temblar cuando llegan las corridas que contratan los Lozano, pues estos finos apoderados pretenden que se lidie el toro que les gusta a sus pupilos. óptimo propósito, si no fue ra porque el. toro que les gusta a sus pupilos no les gusta nada en absoluto ni a los veterinarios ni a la afición. Y en esas discusiones por cuernichurro de más o chotuno de menos, empieza el desafio al público, que se consuma en la plaza.

Plaza de Las Ventas

Decimoquinta corrida de feria.Cuatro toros de Los Guateles; quinto sobrero de Martínez Elizondo, y sexto, de El Campillo, todos inválidos y varios sospechosos de pitones. Palomo Linares: dos pinchazos y estocada corta caída (sílencio); pinchazo y estocada muy tendida (silencio). José Mari Manzanares: estocada corta caída (silencio); pinchazo bajo y estocada corta desprendida (silencio). Ortega Cano: media estocada (ovación y salida al tercio); tres pinchazos -aviso- y dos descabellos (clamorosa vuelta al ruedo con gritos de "¡torero!"). El picador, Alfonso Barroso sufrió contusión lumbo-sacra por compresión; pronóstico reservado.

La afición de Las Ventas se sintió ayer desafiada por los adormilados torejos inválidos que saltaron a la arena. Pero además de desafiada se sintió objeto de befa cuando saltaron a la arena los de José Mari Manzanares, que no tenían trapío ninguno. Los toros más chicos, anovíllados, entontecidos y cutres de la feria, le correspondieron en suerte, también es casualidad, a José Mari Manzanares, el fino torero alicantino.

Qué tráfico de influencias ejercen los hermanos Lozano, apoderados más finos que ninguno, es algo seguramente de sobra conocido por las empresas y quizá la autoridad no lo ignore del todo, pues ella preside y, vigila las operaciones preliminares -que incluyen reconocimiento del ganado y sorteo-, para que haya orden y para que la corrida no derive en un fraude al público. Sin embargo, si los toros salieron pulverizados por la pata y por la sangre, si por la cornamenta mostraban extrañas carencias y malformaciones, si el sorteo distribuyó tan desiguales lotes para los lidiadores, es inevitable sospechar que la autoridad estuvo en esas operaciones preliminares haciendo el Don Tan credo.

En la plaza hubo escándalo y los aficionados del tendido 7 se querían quemar a lo bonzo. Como no había gasolina, en vez de quemarse a lo bonzo pedían al voces que salieran a la palestra los hermanos Lozano, que se les viera. Hubo dos sobreros para Manzanares. El que ocupaba el quinto turno, tan tirillas que los disgustos subieron de tono, y ya por los altos de sol se producía el contraste de pareceres normal en estos casos, que es a bofetada limpia.

Mientras tanto, por los bajos de sombra sobrevenían lipotimias y los supervivientes invocaban sus derechos constitucionales; ajenos a cuanto pudiera suceder en el ruedo. En el ruedo sucedía que el segundo sobrero, un torazo de Martinez Elizondo, no tenía casta ni resuello, y Manzanares le abreviaba la faena. También se la había abreviado a su primero, que llegó derrotado al último tercio. El fino torero alicantino, recipiendiario de los favores que ingenia el taurinismo en forma de corruptela, no acertaba a estar decoroso y menos aún torero. Pero es el fino torero alicantino; un vitalicio galardón.

Tampoco acertó a estar decoroso, menos aún torero, el otro poderdante de los hermanos Lozano, Palomo Linares. Palomo Linarés es el poderdante de los hermanos Lozano por antonomasia, que nadie se los imagina por separado; juntos son una institución, como Isabel y Fernando o como Rómulo y Remo. El poderdante de los hermanos Lozano estuvo voluntarioso con un toro sin clase, y sin clase con un toro voluntarioso. El poderdante de los hermanos Lozano es un caso especial entre la torería, pues en vez de asolerarse con los años, como les ocurre a todos los toreros veteranos, se licúa.

También se iba a licuar Ortega Cano, si bien en otro sentido. Ortega Cano tuvo el baño preparado para darles un remojón a sus compañeros de apoderamiento. Atraviesa un excelente momento de torería el cartagenero Ortega Cano, y lo dejó traslucir en- detalles durante su faena al pelma tercer inválido de la tarde. El sexto exhibía una docilidad enternecedora y le toreó de capa con auténtico primor. Primero en las veránicas, luego en unas chicuelinas echando adelante el capotillo y "trayéndose" la embestida con temple, luego corriendo el toro a una mano. El triunfo lo tenía al alcance y el baño calentito.

No debió reparar el artista cartagenero en que el toro se le moría a chorros. Una sola vara trasera lo dejó pasaportado a mejor vida y lo que convenía era aligerar la faena. No lo hizo así, tardó muchísimo en prender dos pares y medio de banderillas, hizo un premioso prolegómeno de la faena, y el toro, desangrado, se le quedó sin embestida. De cualquier forma, dibujé el toreo bueno en varios naturales, redondos y ayudados, y como tenla entregado al público, aunque mató mal dio una clamorosa vuelta al ruedo. El desafío al público se consumaba también en este toro más bien borrego, pero la gente salió contenta porque los desafiadores habían tenido en el fracaso el justo castigo a su perversidad.

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