Desde Washington sin amor
El inicio de las emisiones de Radio Martí ha supuesto un duro golpe para las relaciones Estados Unidos Cuba
F. G. BASTERRA, Radio José Martí, que para mayor irritación del régimen castrista utiliza el nombre del héroe de la independencia cubana, abrió sus emisiones el lunes pasado con algo que no tenía programado: la noticia de que Castro suspendía el acuerdo de emigración, reconsideraba el acuerdo sobre piratería aérea entre los dos países y amenazaba con tomar otras medidas no especificadas. La reacción cubana, que sorprendió por su entidad al Departamento de Estado, que sólo esperaba una "guerra de las ondas" con interferencias, significa que EE UU no podrá deportar a Cuba a 2.500 cubanos y que 3.000 prisioneros políticos liberados por Castro tampoco podrán viajar a este país. Queda en suspenso asimismo la prevista emigración aquí de 20.000 cubanos por año. Castro cierra aún más la isla y prohíbe los viajes de los familiares exiliados que viven en Miami.
Es probable que estas medidas le van a hacer "más daños" a Cuba que a Estados Unidos, como pronosticó el portavoz de la Casa Blanca, Larry Speakes. A Castro le privan de las divisas en dólares que ingresaba gracias a las visitas de los parientes de Miami, a los que el régimen califica de "gusanos", pero cuyas aportaciones necesita desesperadamente la maltrecha economía cubana. A Reagan le obliga a seguir manteniendo en la cárcel de Atlanta a 2.500 cubanos, que considera indeseables, y que llegaron aquí en el éxodo del Puerto de Mariel, en 1980. Todos ellos tienen antecedentes penales o historias de desequilibrio mental. Hasta ahora la justicia norteamericana ha deportado a 201 marielitos.
La Administración ha lamentado la reacción de Castro y ha solicitado que sea reconsiderada. Para ello se agarra a que el presidente cubano ha hablado sólo de suspensión del acuerdo de emigración, no de su cancelación. El Departamento de Estado duda de que la protesta escale en una confrontación mayor entre los dos países, y Washington ha hecho un esfuerzo para reaccionar mesuradamente a la respuesta de La Habana. Esperamos que después de algún tiempo las relaciones vuelvan a su "nivel normal de antagonismo", dijo esta semana un alto funcionario de la Administración. Washington no desea que se desborde el problema y afecte a su política centroamericana, que pasa por un momento muy delicado.
Salir del gueto
El Gobierno norteamericano sigue con atención la evolución del régimen cubano, que, tras más de dos décadas de aislamiento, comienza a salir del gueto. Aunque básicamente su dependencia y alineamiento con la UR SS continúa siendo total, recientemente han aparecido ciertos signos de discrepancias entre Castro y Moscú, provocados sobre todo por motivos económicos y por el conflicto de Nicaragua. Fidel está consiguiendo atenuar su imagen de exportador de revoluciones izquierdistas, y en los últimos meses ha recibido un préstamo de 800 millones de dólares de Argentina, que se ha convertido ya en su primer suministrador en Latinoamérica, por delante de México, y ha recibido en La Habana al presidente de Ecuador. Es posible que Uruguay, Perú y Brasil restablezcan relaciones diplomáticas plenas con Cuba.
El director de la Oficina de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado, Kermeth Skoug, dijo esta semana que "Castro ha decidido disminuir sus perfiles revolucionarios y realzar su papel como estadista". Sus esfuerzos en este sentido han tenido algún éxito, reconoce la Administración norteamericana, y esto es desfavorable para Washington, ya que "la posición de Cuba es fundamentalmente hostil para con EE UU". Los observadores estiman que Castro ha ganado credibilidad en Latinoamérica gracias a su propuesta de que la deuda de 360.000 millones de dólares que aplasta al continente debe ser pagada por Estados Unidos y otros países industrializados.
Esta idea, justificada por la teoría de que la deuda es injusta, es muy atractiva para los Gobiernos que no tienen ninguna posibilidad de pagarla, admitió el presidente ecuatoriano, León Febres Cordero. La Habana dijo el martes que Radio Martí es una respuesta "del imperialismo yanqui a nuestra postura sobre la deuda y el Tercer Mundo".
Fidel Castro lleva meses enviando signos a EE UU de que quiere mejorar las relaciones con la Administración Reagan, que en sus primeros meses en el poder, en 1981, habló de un nuevo bloqueo y una cuarentena de Cuba. El líder cubano no ha desaprovechado ninguna ocasión para enviar su mensaje a Washington, utilizando para ello durante este invierno a congresistas norteamericanos que visitaron la isla, a periodistas e incluso a una delegación de obispos católicos. Su
Desde Washington con amor
oferta es la siguiente: "Aunque está excluida una reconciliación ideológica o filosófica con esta Administración, podemos llegar a relaciones constructivas en arenas periféricas". En este sentido, Castro ha citado la emigración, la pesca, los servicios de guardacostas, el tráfico de drogas y la piratería aérea.La respuesta de Reagan ha sido absolutamente negativa. Se trata sólo de "ruido propagandístico", detrás del cual no hay nada serio. Washington le exige algo que es imposible, que Castro rompa su dependencia con Moscú, que sufraga directamente el presupuesto cubano con más de 10 millones de dólares diarios, sin contar la ayuda militar. Estados Unidos también quiere la retirada de los 2.000 asesores militares cubanos de Nicaragua y el fin del apoyo a la subversión comunista en el hemisferio. La Habana exigiría a cambio la salida de los militares norteamericanos de Centroamérica, algo que previsiblemente ni ésta ni otras Administraciones aceptarían. Hasta ahora han fallado todos los intentos de diálogo. El vicepresidente cubano, Carlos Rafael Rodríguez, se entrevistó en 1983 en México con el entonces secretario de Estado Alexander Haig, y posteriormente Reagan envió a La Habana al general Vernon Walters. No sirvió para nada.
Coexistencia obligada
Tras los primeros intentos, con Kennedy, de invadir Cuba y posteriores pruebas de desestabilización o eliminación fisica de Castro ideadas por la CIA, Washington decidió, sobre todo tras la crisis de los misiles de 1962, que no tenía más remedio que coexistir con este régimen marxista en el Caribe, a 80 millas de las costas de Florida. Castro ha soportado a presidentes de todos los colores, desde Eisenhower a Reagan, y un bloqueo económico y comercial que no ha impedido que la revolución de los barbudos de Sierra Maestra haya cumplido un cuarto de siglo.
Solo bajo la presidencia de Carter pareció abrirse una pequeña posibilidad de una mejora de relaciones, reducidas al mínimo a través de unas oficinas de intereses abiertas en las dos capitales. Cuba ha servido para demostrar que los embargos no sirven para nada y su ejemplo ha sido utilizado estos días por muchos países para justificar su condena del embargo decretado por EE UU contra Nicaragua. El bloqueo de Cuba en 1960 fue seguido por todos los países del continente americano, mientras que ahora Reagan sólo ha conseguido el apoyo de El Salvador y Honduras.
Algunas pequeñas emisoras -de escaso capital- ven peligrar su existencia porque la publicidad local, de la que prácticamente viven todas ellas, va a encontrar dificultades para su difusión. Otras, aunque de ámbito local, pertenecen a los grandes consorcios, que también han protestado enérgicamente, y un último grupo son emisoras religiosas, de las mil y una sectas que proliferan en Estados Unidos, y que ven interrumpidos sus sermones religiosos con las guarachas o las consignas revolucionarias provenientes de La Habana.
Ese es el marco -además del político- en el que la Administración Reagan ha decidido utilizar el nombre de José Martí -"conozco el monstruo porque he vivido en sus entrañas", una de las citas del apóstol preferida en La Habana para denominar a su emisora de combate psicológico.
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