La teoría del perro flaco
Nicaragua, un país acostumbrado a terremotos, dictaduras, inundaciones y guerras, se enfrenta ahora al bloqueo estadounidense
El embajador norteamericano Harry Bergold esperó hasta la una de la madrugada del día 1 de mayo. Acompañado de su chófer y los inevitables guardaespaldas, tardó menos de tres minutos en desplazarse de la sede diplomática al Ministerio de Relaciones Exteriores. Sólo un conserje nocturno montaba guardia en el edificio. Este modesto funcionario dio entrada a la nota en la que el Gobierno de Estados Unidos comunicaba oficialmente al de Nicaragua el embargo comercial.El pueblo nicaragüense está habituado a la adversidad. Sabe de invasiones, terremotos, guerras intestinas, inundaciones y dictaduras. La pobreza es para la mayoría el único escenario de su vida. Tal vez por eso ha asumido el bloqueo sin demasiados aspavientos, como una jaqueca que se suma a las demás penalidades. El vicepresidente Sergio Ramírez lo califica como "una subida de temperatura" en una economía que ya estaba enferma.
El Gobierno sandinista conocía desde dos días antes el borrador que la Administración Reagan filtró a la Pensa. Desde hace al menos dos años entraba en sus cálculos que Washington pudiera adoptar esta medida. ¿Por qué no sustituyó en ese tiempo la tecnología made in USA? "Porque eso exige una cuantiosa inversión de divisas que no tenemos", responde Ramírez.
Algunos empresarios sostienen que Nicaragua no es viable sin un padrino, que no puede ser otro que Estados Unidos, entre otras cosas, porque Gorbachov no parece dispuesto a soltar los dos millones de dólares diarios que necesita el país para mantenerse en pie. Desde su lógica, ningún Gobierno de Managua puede perdurar si se insolenta con su protector natural. Los sandinistas han cometido ese error y van a pagarlo caro.
Sergio Ramírez replica que "parte de nuestra tarea educativa consiste precisamente en demostrarles que podemos ser independientes, aunque seamos una pequeña nación". Esto no significa echarse en brazos del otro polo de poder, sino "diversificar nuestras relaciones".
Este novelista convertido en vicepresidente explica que Nicaragua tiene una buena experiencia con España en cuestión de maquinaria pesada para la construcción y que les gustaría ampliar esa relación comercial, a fin de sustituir con un país confiable equipos norteamericanos difíciles de mantener por el fuerte desgaste a que están sometidos.
Xabier Gorostiaga, jesuita y economista, director del Instituto Nicaragüense de Investigaciones Económicas y Sociales (INIES), piensa que la cooperación española puede ser decisiva también en otros dos campos: máquinas herramientas y repuestos para la flota pesquera. Canadá, México, Brasil, Argentina y España bastan, a su juicio, para cerrar la brecha creada por la prohibición de comprar en Estados Unidos.
Nicaragua sobrevive desde hace al menos dos años gracias a la caridad internacional. Sergio Ramírez asegura que esa es una consecuencia más de la guerra que en los últimos tres años ha provocado pérdidas económicas directas por valor de 386 millones de dólares y ha deteriorado la balanza de pagos en otros 321 millones adicionales, cantidad que equivale a las exportaciones de un año.
Una gripe para la tumba
Al lado de estas cifras, el embargo es una minucia. Gorostiaga opina que en términos monetarios puede suponer una pérdida del 10% en las exportaciones de Estados Unidos y un encarecimiento del 20% en las importaciones procedentes de ese país. La suma total no llega a los 30 millones de dólares. En cualquier caso, la economía nicaragüense está tan maltrecha que puede bastar una gripe para llevarla a la tumba.
Cuando los sandinistas hablan de la cooperacion internacional no piensan sólo en los países socialistas, sino preferentemente en América Latina, Europa y países árabes. No se puede olvidar que el 50% de los créditos que tiene el país proceden del Tercer Mundo. "Mientras el embargo no incluya a las empresas norteamericanas instaladas en otros países seguiremos comprándoles", asegura Sergio Ramírez.
A menos de una hora de vuelo hay 700 multinacionales con delegación en Panamá. El problema radica en que no le dan crédito a Nicaragua y sólo venden tecnología de punta. Los repuestos de viejas máquinas con más de 20 años a sus espaldas habrá que buscarlos en otro sitio o tratar de copiarlos en casa. Eso es lo que hace la Coca-Cola nicaragüense, una empresa que pertenece en su totalidad al Estado, sin que eso le impida mantener excelentes relaciones con la casa matriz de Atlanta.
Su gerente, Guillermo Roeder, ganaba 25.000 dólares al mes en una fábrica de aviones norteamericana y ha regresado a su país natal con un sueldo que no llega a los 50, en un gesto que contrasta con la fuga masiva de profesionales a Estados Unidos en busca de mejores retribuciones.
Asegura que la planta embotelladora ha sido totalmente renovada, aunque tenga ya más de 40 años. "Esto no se va a parar con el embargo", dice. "Tenemos materia prima para más de un año de producción, a razón de unas 330.000 botellas diarias, y la filial de Costa Rica está dispuesta a seguir vendiéndonos". En su despacho le precedió Adolfo Calero, actual líder de la contra. Ahora cuelga de la pared una gran fotografía de Fidel Castro con una coca-cola en sus manos.
A los nicaragüenses no les faltarán refrescos, pero es probable que dentro de poco comience a escasear el arroz, la energía eléctrica y tal vez la gasolina. La URSS le ha garantizado a Daniel Ortega los suministros de petróleo mientras no se normalicen los envíos de México, pendientes de un arreglo financiero, pero paradójicamente será una empresa norteamericana, la Esso Standard Oil, la que debe refinar el crudo soviético con una maquinaria estadounidense para la que no puede comprar repuestos en su país.
Maíz, fríjoles y balas
La industria química, los aserraderos, las granjas avícolas, el servicio de agua potable, los mataderos, las empresas textiles, las fábricas de aceites y jabones, el transporte terrestre, la aviación civil, la industria pesquera, los talleres mecánicos y las tabacaleras pueden sufrir cierres temporales
La teoría del perro flaco
si no se obtienen repuestos, según el análisis de Néstor Avendaño, subsecretario de Planificación y Presupuesto. Los algodoneros no pueden sembrar porque no han llegado aún los fertilizantes y los pesticidas.Como dice Sergio Ramírez, "un país próspero podría absorber el embargo sin graves consecuencias, pero nuestra economía ha sufrido un grave deterioro desde comienzos del 84, por los efectos acumulados de la agresión norteamericana". Cuando el Gobierno promete a su pueblo para los próximos meses sólo "maíz, frijoles y balas", es posible que no esté exagerando. Y el eslogan era anterior al embargo.
El salario mínimo es hoy de 4.500 córdobas. Ha subido tres veces en lo que va de año, pero no ha bastado para compensar una inflación que en los cuatro primeros meses del año ha alcanzado el 400%, según el vicepresidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), Javier Bengoechea. La retirada de los subsidios oficiales a numerosos productos de primera necesidad ha disparado los precios, en un proceso que empieza a parecerse al argentino.
Novillos a 11 dólares
Los menos preocupados por el embargo son los ganaderos, a pesar de que la carne era uno de los dos capítulos de exportación más importantes a Estados Unidos. Alberto P., un italiano que tiene una enorme finca con 12.000 reses junto al río San Juan, el teatro de operaciones de la guerrilla de Edén Pastora, asegura que él seguirá, como hasta ahora, vendiendo ganado al Gobierno, que es quien monopoliza el comercio exterior y a quien corresponde buscar nuevos mercados.
Por cada novillo cobra 11 dólares y 14.000 córdobas, lo mismo que le cuesta una llamada telefónica de tres minutos a su mamma, que vive en Italia. "Menos mal", dice, "que no tengo allí una novia, porque en ese caso tendría que matar 500 reses para pagar la factura del teléfono".
Más allá de los efectos económicos, la sanción norteamericana tendrá consecuencias políticas que cada cual analiza a su gusto. Sergio Ramírez dice que es una prueba más de la voluntad del presidente Reagan de ahogar a la revolución sandinista. Gorostiaga opina que se trata de un paso más dentro del plan de guerra de baja intensidad diseñado por Washington.
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